Autoridades; señoras y señores; alumnos: deseo confesarles en primer lugar, que en los escasos cuatro días que llevo visitando vuestro país, no dejan de conmoverme las continuas muestras de amistad que recibo y el gran interés que despiertan aquí la Argentina, su pueblo, su historia, su cultura, sus productos, su futuro. Puedo asegurarles que es un sentimiento y actitud recíproca. Además, en mi país, la República Popular China despierta tanto asombro como en todo el mundo por sus logros recientes en lo económico, en lo social, en lo educativo y en su acción responsable y de peso en el concierto internacional.
Permítanme decirles que agradezco profundamente la oportunidad única que con generosidad me ofrece la Universidad de Fudan, de compartir este momento de reflexión junto a sus distinguidas autoridades y los jóvenes que hoy frecuentan sus claustros.
Vuestra Universidad que está cercana a los 100 años de vida, goza de gran prestigio, del reconocimiento general a su tradición y a sus niveles de excelencia. Esta alta casa de estudios ha contribuido decisivamente con la formación de profesionales que han sido luego actores y líderes del impresionante proceso de creación de riqueza y conocimiento de la República Popular China.
Al agradecer profundamente el doctorado Honoris Causa con el que la Universidad de Fudan ha decidido distinguirme en esta ocasión, puedo asegurarles que este reconocimiento me compromete más, si cabe, con nuestro plan de fortalecer la política educativa del gobierno, ya que somos conscientes que el acceso a una educación de alta calidad resulta necesario para lograr la inclusión en la economía de este nuevo milenio y con ello la concreción del ideal de la igualdad de oportunidades.
El ámbito universitario es estimulante por la fuerza que emana del debate de ideas, de la investigación, de la reflexión y, en lo personal, me emociona, pues estar entre ustedes me lleva a recordar el período de nuestra vida universitaria y la de los jóvenes de mi generación que transcurrió en un momento muy particular y difícil de la Argentina republicana. El cercenamiento de las instituciones y el estado de derecho en el país nos imponía la obligación del compromiso y la militancia política a la vez que frecuentábamos las aulas de la universidad, preparándonos para el futuro, soñando con construir un país mejor para todos.
Finalizada la carrera de Derecho dediqué buena parte de mi actividad profesional al ámbito de la política y a la acción de gobierno, tanto a nivel nacional como en mi provincia natal, Santa Cruz.
Hace poco más de un año asumí la más alta responsabilidad de gobierno con la que me distinguieron los argentinos por medio del voto popular. Como es conocido, me hice cargo en un momento en que la sociedad argentina comenzó a dejar atrás un período traumático de fracasos y dificultades de todo orden. Hoy, es mi intención efectuar algunas reflexiones sobre la Argentina en estos primeros años del siglo XXI que me ha tocado liderar.
Recordemos que al final del año 2001 el pueblo argentino se encontró frente a los efectos de una crisis política, económica, social y moral sin precedentes. Clausurar para siempre ese ciclo histórico que nos arrastró a un abismo, requiere política de largo aliento.
Nuestro gobierno tiene entonces por adelante una tarea esencial: generar confianza en lo interno y en el exterior. El objetivo es crear hoy las condiciones para que a mitad del siglo XXI la Argentina haya alcanzado un desarrollo equilibrado y sustentable que la convierta en un país seguro en un mundo más seguro.
Para un país como la Argentina de hoy el camino hacia una mejor inserción en la economía y comunidad internacionales, requiere que desarrollemos relaciones equilibradas, que generen credibilidad y previsibilidad en nuestras acciones, que no existan dudas sobre nuestro compromiso con la paz y la seguridad internacionales, con el respeto al derecho internacional, la vocación al multilateralismo, el respeto a la integridad territorial y la defensa irrestricta de los derechos humanos.
La vía más directa para hacer sustentable el proceso de desarrollo es aumentar sostenidamente la creación de riqueza incorporando al mismo tiempo la variable distributiva. Al aumentar la producción, la inversión interna y externa, se creará más riqueza; pero no sólo ello, es fundamental asegurar una mejor distribución de la riqueza creada.
Nuestro país debe estar abierto al mundo, de una manera realista e inteligente, dispuesto a competir en el marco de políticas de preferencia regional y prioritariamente consustanciado con el proceso integrador del Mercosur junto a Brasil, Uruguay y Paraguay y los países asociados Chile, Bolivia y Perú.
Uno de los puntos centrales de nuestra agenda regional persigue profundizar la alianza estratégica planteada a través del Mercosur hacia otros aspectos institucionales que deben acompañar la integración económica, incorporando también nuevos miembros latinoamericanos.
En síntesis, nuestra política exterior tiene su pilar central en el desarrollo de relaciones maduras y constructivas con los países de toda América latina, para asegurar la estabilidad política y la prosperidad regional con base en los ideales de democracia y justicia social.
Con Brasil, principal socio político y comercial en la región, compartimos una visión sobre el futuro, coincidimos en los grandes temas de la agenda internacional y en particular hemos trabajado de modo estrecho junto a China en el Grupo de los 20, para la defensa de los intereses de los países en desarrollo en las decisivas negociaciones de Doha.
El fin de la Guerra Fría y la desaparición del mundo bipolar alumbraron un período de gran incertidumbre, donde aquel equilibrio entre los bloques no ha sido aún reemplazado por nuevo orden; comprobamos más bien la preeminencia de una potencia hegemónica.
En la coyuntura actual aparece como uno de los mayores desafíos para la comunidad internacional, la construcción de un mundo más seguro, un mundo en el que las tensiones internacionales puedan ser canalizadas y resueltas entre los Estados por la vía del diálogo y con la cooperación de los organismos regionales e internacionales.
Pero tenemos siempre presente que, en la búsqueda de la seguridad no debe relegarse en ningún momento la creación de condiciones para promover el desarrollo y el crecimiento económico y social de nuestros pueblos.
Volver a fortalecer el rol central del multilateralismo en el afianzamiento de la paz y seguridad internacionales, debe ser entonces un compromiso de todas las naciones miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
En este escenario, la crisis de Irak terminó de desnudar la vulnerabilidad del sistema de seguridad colectiva previsto en la Carta de las Naciones Unidas. Debemos dar respuestas urgentes a la necesidad de la reforma de la Carta, proceso en el cual Argentina ha contribuido activamente desde que se iniciara una década atrás.
Debemos combatir al flagelo del terrorismo. Mi país fue atacado por el terrorismo internacional, en 1992 y 1994, dos gravísimos atentados que provocarán más de cien muertos. Hemos sufrido el problema y es imposible sanar esas heridas de muertes inocentes como tantas otras que caen día a día en distintos escenarios. Esta traumática experiencia nos ha convencido de que la respuesta al terrorismo debe ser racional, ajustada a derecho e inclaudicable.
En la medida en que esta nueva faz del terrorismo también tiene la posibilidad de presentarse como una amenaza global a nuestras vidas, libertades, valores y en alguna medida al crecimiento económico, debemos responder de modo concertado para prevenirlo y combatirlo en todas sus formas. La cooperación internacional resulta necesaria e impostergable.
En su relación con el mundo el Gobierno argentino cree firmemente en las asociaciones y procesos regionales, sin por ello perder de vista la importancia de la bilateralidad como sistema de relaciones.
Desde nuestra pertenencia al Mercosur, estamos abiertos a otros espacios de negociación con los dos bloques regionales de mayor peso hoy para nuestra región, el ALCA y la Unión Europea. En ambos procesos, al igual que en el ámbito de la OMC buscamos ciertamente asegurar nuestros intereses, en particular el acceso a mercados sin restricciones por medio de acuerdos equilibrados.
Paralelamente impulsamos una nueva estrategia de inserción internacional fundada en la búsqueda de la integración productiva, privilegiando a aquellos países con los que, como China, poseemos una complementación económico comercial que merece mayor atención de nuestros gobiernos.
China es el primer país del Asia que visito. Me acompañan más de 200 empresarios de mi país y el Mercosur, en un claro testimonio del interés que suscita en el sector privado la República Popular China y las nuevas perspectivas a partir de los acuerdos que estamos celebrando.
Estoy convencido de que, con este paso, estaremos dando nuevo vigor a las relaciones con esta nación milenaria. En Argentina consideramos a China como un socio privilegiado, distante geográficamente pero no distanciado. Nuestros vínculos son fuertes y tangibles. Las coincidencias se extienden sobre cuestiones centrales, prioridad al crecimiento, combate a la pobreza, contribución a la paz y seguridad internacionales, preservar el medio ambiente, combate al terrorismo y el narcotráfico, etcétera.
Compartimos con esta gran nación un pasado de importantes coincidencias, de respeto mutuo y fructíferos intercambios que adquirió mayor impulso desde que normalizamos relaciones diplomáticas en 1972, hace ya más de 30 años.
Pero hay que recordar un dato más significativo aún y poco conocido: la Argentina fue el primer país latinoamericano en establecer canales de comercio directo con la República Popular China, transformándose en un proveedor confiable. En efecto, mediante negociaciones realizadas en Berlín oriental a partir de 1953 se acordaron las primeras operaciones consistentes en envíos de trigo, extracto de quebracho y lana, importándose de China bauxita calcinada. En la última década el intercambio comercial argentino-chino, a pesar de las dificultades creció continuadamente alcanzando niveles superiores al 250 por ciento.
China se ha convertido así en uno de los cuatro principales socios comerciales de la Argentina. El carácter complementario de ambas estructuras productivas permite esperar que esta tendencia sólo continúe en aumento.
En estas tres últimas décadas, sin confrontaciones en lo bilateral y con las amplias coincidencias en nuestra agenda internacional, hemos incrementado paso a paso nuestras relaciones bilaterales.
Estoy convencido de que, sobre la base sólida de un pasado mutuamente beneficioso y con la fuerza del intercambio bilateral actual, disponemos de la mejor plataforma para una relación que, mirando hacia delante en este siglo XXI permita construir un futuro mejor para nuestros pueblos.
La globalización se nos presenta como la gran oportunidad para construir una asociación Argentina-China que resulte tributaria y potenciadora de las políticas de crecimiento económico con equidad social en la que están empeñados ambos gobiernos.
Concebimos por ello -en este siglo- el fotalecimiento de los lazos con la República Popular China como de altísima prioridad en el relacionamiento exterior de la Argentina.
Señoras y señores: como ha quedado claro luego de esta breve reseña de la realidad que nos toca vivir, el desafío de mi gobierno es muy grande. Nos anima la confianza que ha depositado el pueblo argentino en nuestra gestión y la convicción de que, con ese respaldo, la laboriosidad y esfuerzo de los argentinos y la interacción con la comunidad internacional, lograremos encontrar respuesta a los graves problemas que nos acucian.
Debemos construir y reconstruir. Nos proponemos una Argentina que, en este siglo XXI, con tantos desafíos y oportunidades, recupere los valores sobre los que se fundó la República y vuelva a ocupar un lugar con dignidad entre las naciones libres y prósperas del mundo.
Estamos empeñados en sentar las bases de una transformación profunda e indispensable que fortalezca a la Argentina, colocándola en la posición más conveniente para hacer frente a las exigencias y desafíos que plantea el mundo globalizado a las naciones en desarrollo.
La sociedad que promovemos y anhelamos debe fundarse en el conocimiento. Nuestras políticas persiguen garantizar el acceso a la educación sin exclusiones. El acceso a una educación de alta calidad y un sistema de salud eficiente, son una condición necesaria camino al ideal de la igualdad de oportunidades para todos.
La educación, la investigación científica, como el desarrollo y acceso a nuevas tecnologías, ocupan un papel central en la transformación de los procesos productivos. Aspiramos a establecer una sociedad del conocimiento que tenga por fin esencial la inclusión plena del ser humano y el acceso de todos a los beneficios del crecimiento y el desarrollo.
Concebimos así a la Universidad estrechamente vinculada, participando activamente en el proceso de cambio hacia el modelo de desarrollo económico y social que perseguimos.
De cara al siglo XXI la Universidad debe también adecuarse para cumplir el rol que reclama la sociedad. En sus claustros se forman los futuros investigadores, empresarios, dirigentes políticos, etcétera. Ustedes los jóvenes universitarios de hoy, continuarán nuestra tarea y deben estar preparados para enfrentar los próximos y complejos desafíos.
Trabajaremos con gran empeño para asegurar la más eficaz colaboración y cooperación entre esta prestigiosa casa de estudios y otras universidades argentinas. Me comprometo a solicitar al Consejo Interuniversitario Nacional que identifique la sede más adecuada en función de su especialidad, para promover un futuro acuerdo con esta alta casa de estudios. Nos gustaría que llegáramos a un fluido intercambio de estudiantes y profesores, establecer relaciones entre centros de investigación en áreas complementarias. Los invito a ustedes, estudiantes y profesores, a estrechar vínculos con sus pares de mi país. Desde el gobierno haremos todo lo posible para favorecer este intercambio. Es aquí donde imaginamos al núcleo de la cooperación entre Argentina y China que puede dar sus mejores frutos en los años por venir.
Muchas gracias.
Permítanme decirles que agradezco profundamente la oportunidad única que con generosidad me ofrece la Universidad de Fudan, de compartir este momento de reflexión junto a sus distinguidas autoridades y los jóvenes que hoy frecuentan sus claustros.
Vuestra Universidad que está cercana a los 100 años de vida, goza de gran prestigio, del reconocimiento general a su tradición y a sus niveles de excelencia. Esta alta casa de estudios ha contribuido decisivamente con la formación de profesionales que han sido luego actores y líderes del impresionante proceso de creación de riqueza y conocimiento de la República Popular China.
Al agradecer profundamente el doctorado Honoris Causa con el que la Universidad de Fudan ha decidido distinguirme en esta ocasión, puedo asegurarles que este reconocimiento me compromete más, si cabe, con nuestro plan de fortalecer la política educativa del gobierno, ya que somos conscientes que el acceso a una educación de alta calidad resulta necesario para lograr la inclusión en la economía de este nuevo milenio y con ello la concreción del ideal de la igualdad de oportunidades.
El ámbito universitario es estimulante por la fuerza que emana del debate de ideas, de la investigación, de la reflexión y, en lo personal, me emociona, pues estar entre ustedes me lleva a recordar el período de nuestra vida universitaria y la de los jóvenes de mi generación que transcurrió en un momento muy particular y difícil de la Argentina republicana. El cercenamiento de las instituciones y el estado de derecho en el país nos imponía la obligación del compromiso y la militancia política a la vez que frecuentábamos las aulas de la universidad, preparándonos para el futuro, soñando con construir un país mejor para todos.
Finalizada la carrera de Derecho dediqué buena parte de mi actividad profesional al ámbito de la política y a la acción de gobierno, tanto a nivel nacional como en mi provincia natal, Santa Cruz.
Hace poco más de un año asumí la más alta responsabilidad de gobierno con la que me distinguieron los argentinos por medio del voto popular. Como es conocido, me hice cargo en un momento en que la sociedad argentina comenzó a dejar atrás un período traumático de fracasos y dificultades de todo orden. Hoy, es mi intención efectuar algunas reflexiones sobre la Argentina en estos primeros años del siglo XXI que me ha tocado liderar.
Recordemos que al final del año 2001 el pueblo argentino se encontró frente a los efectos de una crisis política, económica, social y moral sin precedentes. Clausurar para siempre ese ciclo histórico que nos arrastró a un abismo, requiere política de largo aliento.
Nuestro gobierno tiene entonces por adelante una tarea esencial: generar confianza en lo interno y en el exterior. El objetivo es crear hoy las condiciones para que a mitad del siglo XXI la Argentina haya alcanzado un desarrollo equilibrado y sustentable que la convierta en un país seguro en un mundo más seguro.
Para un país como la Argentina de hoy el camino hacia una mejor inserción en la economía y comunidad internacionales, requiere que desarrollemos relaciones equilibradas, que generen credibilidad y previsibilidad en nuestras acciones, que no existan dudas sobre nuestro compromiso con la paz y la seguridad internacionales, con el respeto al derecho internacional, la vocación al multilateralismo, el respeto a la integridad territorial y la defensa irrestricta de los derechos humanos.
La vía más directa para hacer sustentable el proceso de desarrollo es aumentar sostenidamente la creación de riqueza incorporando al mismo tiempo la variable distributiva. Al aumentar la producción, la inversión interna y externa, se creará más riqueza; pero no sólo ello, es fundamental asegurar una mejor distribución de la riqueza creada.
Nuestro país debe estar abierto al mundo, de una manera realista e inteligente, dispuesto a competir en el marco de políticas de preferencia regional y prioritariamente consustanciado con el proceso integrador del Mercosur junto a Brasil, Uruguay y Paraguay y los países asociados Chile, Bolivia y Perú.
Uno de los puntos centrales de nuestra agenda regional persigue profundizar la alianza estratégica planteada a través del Mercosur hacia otros aspectos institucionales que deben acompañar la integración económica, incorporando también nuevos miembros latinoamericanos.
En síntesis, nuestra política exterior tiene su pilar central en el desarrollo de relaciones maduras y constructivas con los países de toda América latina, para asegurar la estabilidad política y la prosperidad regional con base en los ideales de democracia y justicia social.
Con Brasil, principal socio político y comercial en la región, compartimos una visión sobre el futuro, coincidimos en los grandes temas de la agenda internacional y en particular hemos trabajado de modo estrecho junto a China en el Grupo de los 20, para la defensa de los intereses de los países en desarrollo en las decisivas negociaciones de Doha.
El fin de la Guerra Fría y la desaparición del mundo bipolar alumbraron un período de gran incertidumbre, donde aquel equilibrio entre los bloques no ha sido aún reemplazado por nuevo orden; comprobamos más bien la preeminencia de una potencia hegemónica.
En la coyuntura actual aparece como uno de los mayores desafíos para la comunidad internacional, la construcción de un mundo más seguro, un mundo en el que las tensiones internacionales puedan ser canalizadas y resueltas entre los Estados por la vía del diálogo y con la cooperación de los organismos regionales e internacionales.
Pero tenemos siempre presente que, en la búsqueda de la seguridad no debe relegarse en ningún momento la creación de condiciones para promover el desarrollo y el crecimiento económico y social de nuestros pueblos.
Volver a fortalecer el rol central del multilateralismo en el afianzamiento de la paz y seguridad internacionales, debe ser entonces un compromiso de todas las naciones miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
En este escenario, la crisis de Irak terminó de desnudar la vulnerabilidad del sistema de seguridad colectiva previsto en la Carta de las Naciones Unidas. Debemos dar respuestas urgentes a la necesidad de la reforma de la Carta, proceso en el cual Argentina ha contribuido activamente desde que se iniciara una década atrás.
Debemos combatir al flagelo del terrorismo. Mi país fue atacado por el terrorismo internacional, en 1992 y 1994, dos gravísimos atentados que provocarán más de cien muertos. Hemos sufrido el problema y es imposible sanar esas heridas de muertes inocentes como tantas otras que caen día a día en distintos escenarios. Esta traumática experiencia nos ha convencido de que la respuesta al terrorismo debe ser racional, ajustada a derecho e inclaudicable.
En la medida en que esta nueva faz del terrorismo también tiene la posibilidad de presentarse como una amenaza global a nuestras vidas, libertades, valores y en alguna medida al crecimiento económico, debemos responder de modo concertado para prevenirlo y combatirlo en todas sus formas. La cooperación internacional resulta necesaria e impostergable.
En su relación con el mundo el Gobierno argentino cree firmemente en las asociaciones y procesos regionales, sin por ello perder de vista la importancia de la bilateralidad como sistema de relaciones.
Desde nuestra pertenencia al Mercosur, estamos abiertos a otros espacios de negociación con los dos bloques regionales de mayor peso hoy para nuestra región, el ALCA y la Unión Europea. En ambos procesos, al igual que en el ámbito de la OMC buscamos ciertamente asegurar nuestros intereses, en particular el acceso a mercados sin restricciones por medio de acuerdos equilibrados.
Paralelamente impulsamos una nueva estrategia de inserción internacional fundada en la búsqueda de la integración productiva, privilegiando a aquellos países con los que, como China, poseemos una complementación económico comercial que merece mayor atención de nuestros gobiernos.
China es el primer país del Asia que visito. Me acompañan más de 200 empresarios de mi país y el Mercosur, en un claro testimonio del interés que suscita en el sector privado la República Popular China y las nuevas perspectivas a partir de los acuerdos que estamos celebrando.
Estoy convencido de que, con este paso, estaremos dando nuevo vigor a las relaciones con esta nación milenaria. En Argentina consideramos a China como un socio privilegiado, distante geográficamente pero no distanciado. Nuestros vínculos son fuertes y tangibles. Las coincidencias se extienden sobre cuestiones centrales, prioridad al crecimiento, combate a la pobreza, contribución a la paz y seguridad internacionales, preservar el medio ambiente, combate al terrorismo y el narcotráfico, etcétera.
Compartimos con esta gran nación un pasado de importantes coincidencias, de respeto mutuo y fructíferos intercambios que adquirió mayor impulso desde que normalizamos relaciones diplomáticas en 1972, hace ya más de 30 años.
Pero hay que recordar un dato más significativo aún y poco conocido: la Argentina fue el primer país latinoamericano en establecer canales de comercio directo con la República Popular China, transformándose en un proveedor confiable. En efecto, mediante negociaciones realizadas en Berlín oriental a partir de 1953 se acordaron las primeras operaciones consistentes en envíos de trigo, extracto de quebracho y lana, importándose de China bauxita calcinada. En la última década el intercambio comercial argentino-chino, a pesar de las dificultades creció continuadamente alcanzando niveles superiores al 250 por ciento.
China se ha convertido así en uno de los cuatro principales socios comerciales de la Argentina. El carácter complementario de ambas estructuras productivas permite esperar que esta tendencia sólo continúe en aumento.
En estas tres últimas décadas, sin confrontaciones en lo bilateral y con las amplias coincidencias en nuestra agenda internacional, hemos incrementado paso a paso nuestras relaciones bilaterales.
Estoy convencido de que, sobre la base sólida de un pasado mutuamente beneficioso y con la fuerza del intercambio bilateral actual, disponemos de la mejor plataforma para una relación que, mirando hacia delante en este siglo XXI permita construir un futuro mejor para nuestros pueblos.
La globalización se nos presenta como la gran oportunidad para construir una asociación Argentina-China que resulte tributaria y potenciadora de las políticas de crecimiento económico con equidad social en la que están empeñados ambos gobiernos.
Concebimos por ello -en este siglo- el fotalecimiento de los lazos con la República Popular China como de altísima prioridad en el relacionamiento exterior de la Argentina.
Señoras y señores: como ha quedado claro luego de esta breve reseña de la realidad que nos toca vivir, el desafío de mi gobierno es muy grande. Nos anima la confianza que ha depositado el pueblo argentino en nuestra gestión y la convicción de que, con ese respaldo, la laboriosidad y esfuerzo de los argentinos y la interacción con la comunidad internacional, lograremos encontrar respuesta a los graves problemas que nos acucian.
Debemos construir y reconstruir. Nos proponemos una Argentina que, en este siglo XXI, con tantos desafíos y oportunidades, recupere los valores sobre los que se fundó la República y vuelva a ocupar un lugar con dignidad entre las naciones libres y prósperas del mundo.
Estamos empeñados en sentar las bases de una transformación profunda e indispensable que fortalezca a la Argentina, colocándola en la posición más conveniente para hacer frente a las exigencias y desafíos que plantea el mundo globalizado a las naciones en desarrollo.
La sociedad que promovemos y anhelamos debe fundarse en el conocimiento. Nuestras políticas persiguen garantizar el acceso a la educación sin exclusiones. El acceso a una educación de alta calidad y un sistema de salud eficiente, son una condición necesaria camino al ideal de la igualdad de oportunidades para todos.
La educación, la investigación científica, como el desarrollo y acceso a nuevas tecnologías, ocupan un papel central en la transformación de los procesos productivos. Aspiramos a establecer una sociedad del conocimiento que tenga por fin esencial la inclusión plena del ser humano y el acceso de todos a los beneficios del crecimiento y el desarrollo.
Concebimos así a la Universidad estrechamente vinculada, participando activamente en el proceso de cambio hacia el modelo de desarrollo económico y social que perseguimos.
De cara al siglo XXI la Universidad debe también adecuarse para cumplir el rol que reclama la sociedad. En sus claustros se forman los futuros investigadores, empresarios, dirigentes políticos, etcétera. Ustedes los jóvenes universitarios de hoy, continuarán nuestra tarea y deben estar preparados para enfrentar los próximos y complejos desafíos.
Trabajaremos con gran empeño para asegurar la más eficaz colaboración y cooperación entre esta prestigiosa casa de estudios y otras universidades argentinas. Me comprometo a solicitar al Consejo Interuniversitario Nacional que identifique la sede más adecuada en función de su especialidad, para promover un futuro acuerdo con esta alta casa de estudios. Nos gustaría que llegáramos a un fluido intercambio de estudiantes y profesores, establecer relaciones entre centros de investigación en áreas complementarias. Los invito a ustedes, estudiantes y profesores, a estrechar vínculos con sus pares de mi país. Desde el gobierno haremos todo lo posible para favorecer este intercambio. Es aquí donde imaginamos al núcleo de la cooperación entre Argentina y China que puede dar sus mejores frutos en los años por venir.
Muchas gracias.