Señoras, señores: queremos expresar en nombre del Gobierno de la República Argentina y en nombre del pueblo argentino, nuestro saludo a todos quienes se reúnen en esta Cumbre de Jefes de Estado de los Estados partes del Mercosur, Bolivia y Chile.
La importancia de la ocasión permite concebir esta intervención como una oportunidad, como una importante ocasión para desarrollar ante los señores jefes de Estado, reflexiones sobre temas respecto de los que es necesario que dirijamos nuestra atención.
Es que los pueblos que representamos esperan que de este tipo de reuniones surjan mejoras concretas y palpables para sus condiciones de vida.
A nosotros nos urge lograr transformar estas oportunidades en ámbitos propicios para encontrar los instrumentos que lleven a obtener los medios prácticos para la ejecución de las ideas que portamos respecto de lo que debe ser nuestro futuro.
El mundo ha cambiado. Tras el fin de la guerra fría, desde la caída del muro de Berlín, hemos visto desaparecer la bipolaridad que caracterizó las relaciones internacionales en todos sus ámbitos durante la segunda mitad de la centuria pasada y, al final de aquel siglo, con el nuevo milenio hemos visto emerger, en sustitución de aquél mundo, otro, caracterizado por la consolidación de la hegemonía de una superpotencia de nivel mundial.
Los diversos organismos internacionales, las Naciones Unidas y los distintos bloques regionales, han continuado con cierta inercia, albergando en su seno actitudes propias del tiempo de la bipolaridad, sin adecuarse a estos nuevos tiempos.
El riesgo en esta nueva situación, para países como los nuestros, es quedar sometidos a una unilateralidad que nos ignore y someta.
El riesgo que ofrece la situación actual es que se ahonde la brecha que separa los distintos desarrollos, el riesgo es que en nuestras sociedades y países se sigan incrementando las desigualdades y la exclusión.
Así como el mundo ha cambiado hacia el final del Siglo XX, nuestros países están viviendo procesos de cambio.
Tras dejar una fuerte secuela de desocupación, pobreza, marginación y exclusión social inéditas en nuestra historia, ha entrado en crisis la ideología del pensamiento único, del retiro del Estado, la concepción de que el mercado asegura por sí mismo la prosperidad social del conjunto, por medio de un supuesto derrame.
En nuestro país intentamos un cambio. Con creatividad, aprovechando la diversidad y la pluralidad, aplicando la imaginación con perspectiva de Nación, intentamos la reconciliación de las instituciones con el ciudadano y queremos abrir el paso que va de la aplicación de un pensamiento único y excluyente de otras perspectivas, a la generación de un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo con crecimiento sustentable.
Hoy la defensa de los derechos humanos ocupa un lugar central en la nueva agenda de la República Argentina. Insistimos en apoyar de manera permanente el fortalecimiento del sistema internacional de protección de los derechos humanos y el juzgamiento y condena de quienes los violen. Ello con la cosmovisión de que el respeto a la persona y su dignidad deviene de principios previos a la formulación del derecho positivo y reconoce sus orígenes desde el comienzo de la historia de la humanidad.
Respeto a la diversidad y a la pluralidad y combate sin tregua contra la impunidad constituyen principios irrenunciables de nuestro país después de la tragedia de las últimas décadas.
Así como el mundo y cada uno de nuestros países vive procesos de cambio, nuestra herramienta de integración, el Mercosur, debe cambiar, profundizarse, y ampliarse.
Mercosur ha sido el nombre de la pacificación y de la eliminación de hipótesis de conflicto en nuestra región.
Mercosur ha sido el nombre de la ayuda a la consolidación de nuestros procesos democráticos después de trágicas experiencias de regímenes autoritarios en nuestra región.
Mercosur ha sido y es el nombre de un mayor intercambio comercial entre nuestros países.
Y puede ser Mercosur, tiene que ser Mercosur, el nombre de un formidable proceso de integración política, económica, social y cultural que fortalezca a nuestras sociedades, refuerce su institucionalidad democrática, fortalezca el respeto por los derechos humanos y la dignidad del hombre y recupere niveles de dignidad social para todos los habitantes de la región, sin exclusiones.
Para que lo sea, necesita en su interior países que cuenten con democracia, modernidad y justicia social. No podemos integrar con la pobreza y la exclusión. No se trata de integrar las prepotencias corporativas. No podemos consolidar la apropiación de lo público por intereses particulares o sectoriales. No queremos integrar un capitalismo rentístico y prebendario. No podemos consagrar con una supuesta integración, el atraso tecnológico y productivo.
Es necesario abrir un capítulo social y político regional que nos permita igualar hacia arriba nuestras condiciones. Basados en la productividad y la competitividad de nuestras sociedades y no en la competencia hacia abajo de los salarios, no en la precarización ni en el desempleo como variables de ajuste de nuestras economías, debemos inaugurar un capítulo social que apunte a la integración dinámica de nuestra región con el mundo.
Para ello es decisivo el aliento a una mayor participación de la sociedad civil de nuestros países en este proceso de integración, al tiempo de dotarnos de instituciones regionales sólidas y con poder.
La prioridad de la integración regional urge a que en cada uno de nuestros países ésta ocupe el lugar de las principales políticas de Estado.
El mundo unipolar y la globalización de los conflictos tienden a debilitar la participación de países como los nuestros, poniendo límites claros a su relevancia y a su capacidad para intervenir en la agenda mundial.
La búsqueda de ventajas particulares en la relación con los países centrales no lleva muy lejos. No parece ser ése el mejor camino para mejorar las condiciones de nuestra inserción en el comercio mundial ni en la política mundial.
Debe el Mercosur constituirse en un bloque sólido, capaz de poder influir en la mesa de negociaciones en temas tales como las distorsiones que introducen las prácticas proteccionistas de los países del Norte.
Desde la perspectiva de estas ideas que expresamos, nuestros humildes puntos de vista respecto de la situación actual, debemos encarar la revisión del Mercosur buscando las vías adecuadas para su profundización con el incremento del papel de sus instituciones regionales, para su ampliación, comprendiendo su integración a más países que los actuales y para cambiar, fortaleciendo su papel en la política internacional.
Necesitamos hacer muchos “deberes internos”. Deberemos avanzar en acciones claras y concretas que nos permitan consolidar internamente el proceso integrador y transmitir hacia el exterior de la región una imagen de solidez y seriedad que nos permita una mayor participación en el comercio mundial, la haga atractiva para inversiones productivas y nos instale como referentes en el ámbito internacional.
Desde cada una de nuestras perspectivas, sobre la base de diferentes ejes y con el objetivo común de tener en la organización regional el punto político más relevante de nuestra política internacional, debemos vigilar el cumplimiento del “Programa de Trabajo 2004-2006” que nos propusimos en el Tratado de Asunción.
Por nuestra parte, nos proponemos realizar sustanciales progresos en diversas cuestiones.
Para favorecer la libre circulación de bienes queremos acordar en materia de requisitos sanitarios y fitosanitarios.
Queremos concretar esfuerzos para la integración productiva y la promoción comercial de nuestros productos.
Estamos encaminados a incrementar la coordinación macroeconómica y avanzar hacia la armonización tributaria.
Nos resulta esencial la liberalización del comercio de servicios en la región, la pronta ratificación y entrada en vigor del Protocolo de Montevideo sobre el Comercio de Servicios y la continuación de las rondas anuales de negociación.
Buscamos perfeccionar el Arancel Externo Común (AEC) y la reducción de las excepciones, así como favorecer la incorporación de bienes de capital, de informática y de telecomunicaciones.
Tenemos que disciplinar los incentivos en la región que afectan la competitividad entre los socios y las posibilidades de complementariedad productiva.
Debemos poner en vigor un marco de reglas comunitarias de derechos y obligaciones sobre acceso y protección de inversiones para asegurar su flujo intra y extra zona.
En materia institucional, para incrementar la calidad y seguridad jurídica regional para los socios y terceros, resulta primordial poner en funcionamiento el Tribunal Permanente de Revisión del Mercosur.
Es imprescindible además resolver la problemática de la falta de incorporación de la normativa regional a los ordenamientos jurídicos nacionales de los Estados parte, otorgando a los administrados de los cuatro países el mismo trato en cuanto a derechos y obligaciones en el mercado ampliado.
La transformación de la Secretaría Administrativa del Mercosur en una Secretaría Técnica es un avance cualitativo e inicia una senda de cambio hacia la agilización de la toma de decisiones con la conformación de órganos que constituyan los instrumentos del Mercosur.
Debemos contribuir a fortalecer el proceso integrador con la creación del Parlamento Común. Debemos incrementar la participación de nuestras sociedades civiles en la vida del Mercosur para un mayor compromiso e involucramiento de nuestros ciudadanos en los desafíos internos y externos de la región, punto en el que podrá jugar un importante rol el Foro Consultivo Económico y Social.
Es central que prioricemos el desarrollo de la infraestructura física y fronteriza para cimentar el crecimiento económico del Mercosur y la integración latinoamericana, facilitar y abaratar el comercio, el transporte y las comunicaciones de modo que incrementemos el conocimiento, la comprensión y la confianza mutuas.
Debemos concretar los compromisos intra Mercosur y sostener la preferencia regional para encarar negociaciones externas beneficiosas para el mayor dinamismo comercial, del movimiento de personas y de capitales en la región.
Las negociaciones con el ALCA y con la Unión Europea nos obligan a trabajar duro, contrastar posiciones e intereses para poder consolidar una imagen homogénea ante terceros en defensa de nuestros intereses comunes.
Debemos generar también ámbitos de negociación con otras economías emergentes que no se limiten a lo comercial y que tiendan a la creación de una red de solidaridad entre países en crisis, para fortalecer sus posturas comunes tanto en lo bilateral como en lo multilateral.
Como vemos, resulta ser el Mercosur el hecho regional más relevante de nuestras políticas exteriores. Factor de estabilidad regional, debe permitirnos ser tenidos por interlocutores válidos y confiables de la comunidad internacional. Debemos contar con una estrategia de bloque en materia política, económica, institucional y de relacionamiento externo.
Pero debemos tener en claro que de nada nos sirve un Mercosur que no favorezca el bienestar de sus habitantes, un mejor vivir de nuestras sociedades y un estrechamiento de la brecha existente con los países de economías más desarrolladas.
Es necesario comprender que la actual situación mundial y regional encierra una enorme oportunidad que acrecienta nuestras responsabilidades ante nuestros pueblos.
El desafío es grande y tenemos que estar a su altura. No podemos consumirnos en querellas pequeñas, dilapidando el capital institucional que el Mercosur ha consolidado en estos años.
El espacio temporal que encierran los períodos de nuestros mandatos debe ser aprovechado para acometer los cambios necesarios para dar un sustancial impulso a la consolidación, la profundización institucional y la ampliación del Mercosur.
Uno de los mayores logros del Mercosur y del Mercosur Ampliado es la mayor capacidad del intercambio de información, la fijación de objetivos comunes y nuestra acción conjunta en foros internacionales.
La reciente acción de algunos de nosotros en el G20 a fin de lograr una mayor liberación del comercio mundial, así como en el ALCA a fin de asegurar un equilibrio de derechos y obligaciones, son ejemplos claros y exitosos.
La propuesta de Argentina, compartida con Brasil, de lanzar una nueva Ronda de liberación comercial entre economías en desarrollo debe ser, a nuestro juicio, otro ejemplo en este sentido.
En el contexto antes señalado, del intercambio franco y permanente de información, debo señalar la importancia de la evolución de la economía argentina para todos los argentinos y para la región.
Hoy crecemos más del 7% con estabilidad de precios, con creación de empleo y reducción de la pobreza, y con un nivel de superávit fiscal primario sin precedentes en nuestro país.
No obstante estos logros evidentes y a pesar de nuestra voluntad de avanzar, sufrimos hoy indefiniciones y demoras de parte de Organismos Financieros Internacionales que no ayudan en este proceso.
Argentina ha venido reduciendo fuertemente desde el año 2002 su deuda neta con los Organismos Financieros Internacionales (OFI), a pesar de la crisis y de la recesión. En el último acuerdo con el FMI hemos asegurado condiciones para asegurar este proceso hasta el fin del Acuerdo Trienal.
Desde el principio, hemos sido claros en señalar que los pagos netos a los Organismos Financieros Internacionales previstos condicionan las características de la reestructuración de la deuda a negociar con los acreedores privados.
En Dubai, tal como se había prometido, presentamos los “Lineamientos de reestructuración de la deuda privada” de una manera que hacen compatibles tanto el compromiso de crecer y eliminar la pobreza, como el compromiso de honrar nuestra deuda a partir de su adecuación a niveles de pagos realistas y sustentables que no van a ser distorsionados por la sobrevaloración de los bonos a reestructurar.
Desde Dubai hemos dado todos los pasos para avanzar en forma decisiva en el difícil proceso de reestructuración de la deuda privada, que como todos ustedes saben no tiene precedentes en el mundo, ni por su monto ni por la complejidad de la estructura financiera gestada en la década pasada.
El reciente acuerdo con el FMI estableció con claridad el compromiso argentino de repago de la deuda, compatible con nuestros objetivos internos en el párrafo 8 de dicho documento. Olvidar este texto a sólo unos meses de aprobado, significaría que otros no están cumpliendo con lo recientemente acordado y claramente especificado allí.
No aceptaremos ninguna presión, abierta o encubierta, para que aumentemos los pagos al exterior. Ello sólo podría hacerse al precio de reducir el crecimiento y debilitar nuestra lucha por la disminución de la pobreza y por lograr mayores niveles de empleo.
Sería malo para Argentina y para el sistema financiero internacional que nos engañásemos con una reestructuración no sustentable, destinada a fracasar en el corto plazo.
He querido informarles estos hechos con franqueza, a fin de que todos puedan contribuir a una mejor evaluación de sus posibles efectos sobre la región y sobre el sistema financiero en su conjunto.
No deben faltarnos ni el valor ni la audacia. No podemos darnos el lujo de desviar las energías hacia objetivos menores. Tenemos que construir un Mercosur que sirva de ariete para la defensa de los intereses de nuestros pueblos.
El achicamiento de la brecha que separa los distintos desarrollos debe ser nuestro fin común. La batalla se libra en cada uno de nuestros territorios.
Nuestros países deben encontrar en el Mercosur la herramienta que permita ayudar a la consolidación de procesos económicos de crecimiento sustentable que eliminen la exclusión social, la marginación y la pobreza.
Equidad, inclusión social, defensa irrestricta de los derechos humanos, deben ser banderas que portemos juntos. Eso llenará de valores nuestra integración regional.
Que el mundo mire con respeto al Sur. Que nuestros pueblos, al final de nuestros mandatos, puedan mirarnos y decir: hicieron mucho por la igualdad, por la equidad, por el desarrollo, y defendieron nuestros intereses.
Muchas gracias.
La importancia de la ocasión permite concebir esta intervención como una oportunidad, como una importante ocasión para desarrollar ante los señores jefes de Estado, reflexiones sobre temas respecto de los que es necesario que dirijamos nuestra atención.
Es que los pueblos que representamos esperan que de este tipo de reuniones surjan mejoras concretas y palpables para sus condiciones de vida.
A nosotros nos urge lograr transformar estas oportunidades en ámbitos propicios para encontrar los instrumentos que lleven a obtener los medios prácticos para la ejecución de las ideas que portamos respecto de lo que debe ser nuestro futuro.
El mundo ha cambiado. Tras el fin de la guerra fría, desde la caída del muro de Berlín, hemos visto desaparecer la bipolaridad que caracterizó las relaciones internacionales en todos sus ámbitos durante la segunda mitad de la centuria pasada y, al final de aquel siglo, con el nuevo milenio hemos visto emerger, en sustitución de aquél mundo, otro, caracterizado por la consolidación de la hegemonía de una superpotencia de nivel mundial.
Los diversos organismos internacionales, las Naciones Unidas y los distintos bloques regionales, han continuado con cierta inercia, albergando en su seno actitudes propias del tiempo de la bipolaridad, sin adecuarse a estos nuevos tiempos.
El riesgo en esta nueva situación, para países como los nuestros, es quedar sometidos a una unilateralidad que nos ignore y someta.
El riesgo que ofrece la situación actual es que se ahonde la brecha que separa los distintos desarrollos, el riesgo es que en nuestras sociedades y países se sigan incrementando las desigualdades y la exclusión.
Así como el mundo ha cambiado hacia el final del Siglo XX, nuestros países están viviendo procesos de cambio.
Tras dejar una fuerte secuela de desocupación, pobreza, marginación y exclusión social inéditas en nuestra historia, ha entrado en crisis la ideología del pensamiento único, del retiro del Estado, la concepción de que el mercado asegura por sí mismo la prosperidad social del conjunto, por medio de un supuesto derrame.
En nuestro país intentamos un cambio. Con creatividad, aprovechando la diversidad y la pluralidad, aplicando la imaginación con perspectiva de Nación, intentamos la reconciliación de las instituciones con el ciudadano y queremos abrir el paso que va de la aplicación de un pensamiento único y excluyente de otras perspectivas, a la generación de un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo con crecimiento sustentable.
Hoy la defensa de los derechos humanos ocupa un lugar central en la nueva agenda de la República Argentina. Insistimos en apoyar de manera permanente el fortalecimiento del sistema internacional de protección de los derechos humanos y el juzgamiento y condena de quienes los violen. Ello con la cosmovisión de que el respeto a la persona y su dignidad deviene de principios previos a la formulación del derecho positivo y reconoce sus orígenes desde el comienzo de la historia de la humanidad.
Respeto a la diversidad y a la pluralidad y combate sin tregua contra la impunidad constituyen principios irrenunciables de nuestro país después de la tragedia de las últimas décadas.
Así como el mundo y cada uno de nuestros países vive procesos de cambio, nuestra herramienta de integración, el Mercosur, debe cambiar, profundizarse, y ampliarse.
Mercosur ha sido el nombre de la pacificación y de la eliminación de hipótesis de conflicto en nuestra región.
Mercosur ha sido el nombre de la ayuda a la consolidación de nuestros procesos democráticos después de trágicas experiencias de regímenes autoritarios en nuestra región.
Mercosur ha sido y es el nombre de un mayor intercambio comercial entre nuestros países.
Y puede ser Mercosur, tiene que ser Mercosur, el nombre de un formidable proceso de integración política, económica, social y cultural que fortalezca a nuestras sociedades, refuerce su institucionalidad democrática, fortalezca el respeto por los derechos humanos y la dignidad del hombre y recupere niveles de dignidad social para todos los habitantes de la región, sin exclusiones.
Para que lo sea, necesita en su interior países que cuenten con democracia, modernidad y justicia social. No podemos integrar con la pobreza y la exclusión. No se trata de integrar las prepotencias corporativas. No podemos consolidar la apropiación de lo público por intereses particulares o sectoriales. No queremos integrar un capitalismo rentístico y prebendario. No podemos consagrar con una supuesta integración, el atraso tecnológico y productivo.
Es necesario abrir un capítulo social y político regional que nos permita igualar hacia arriba nuestras condiciones. Basados en la productividad y la competitividad de nuestras sociedades y no en la competencia hacia abajo de los salarios, no en la precarización ni en el desempleo como variables de ajuste de nuestras economías, debemos inaugurar un capítulo social que apunte a la integración dinámica de nuestra región con el mundo.
Para ello es decisivo el aliento a una mayor participación de la sociedad civil de nuestros países en este proceso de integración, al tiempo de dotarnos de instituciones regionales sólidas y con poder.
La prioridad de la integración regional urge a que en cada uno de nuestros países ésta ocupe el lugar de las principales políticas de Estado.
El mundo unipolar y la globalización de los conflictos tienden a debilitar la participación de países como los nuestros, poniendo límites claros a su relevancia y a su capacidad para intervenir en la agenda mundial.
La búsqueda de ventajas particulares en la relación con los países centrales no lleva muy lejos. No parece ser ése el mejor camino para mejorar las condiciones de nuestra inserción en el comercio mundial ni en la política mundial.
Debe el Mercosur constituirse en un bloque sólido, capaz de poder influir en la mesa de negociaciones en temas tales como las distorsiones que introducen las prácticas proteccionistas de los países del Norte.
Desde la perspectiva de estas ideas que expresamos, nuestros humildes puntos de vista respecto de la situación actual, debemos encarar la revisión del Mercosur buscando las vías adecuadas para su profundización con el incremento del papel de sus instituciones regionales, para su ampliación, comprendiendo su integración a más países que los actuales y para cambiar, fortaleciendo su papel en la política internacional.
Necesitamos hacer muchos “deberes internos”. Deberemos avanzar en acciones claras y concretas que nos permitan consolidar internamente el proceso integrador y transmitir hacia el exterior de la región una imagen de solidez y seriedad que nos permita una mayor participación en el comercio mundial, la haga atractiva para inversiones productivas y nos instale como referentes en el ámbito internacional.
Desde cada una de nuestras perspectivas, sobre la base de diferentes ejes y con el objetivo común de tener en la organización regional el punto político más relevante de nuestra política internacional, debemos vigilar el cumplimiento del “Programa de Trabajo 2004-2006” que nos propusimos en el Tratado de Asunción.
Por nuestra parte, nos proponemos realizar sustanciales progresos en diversas cuestiones.
Para favorecer la libre circulación de bienes queremos acordar en materia de requisitos sanitarios y fitosanitarios.
Queremos concretar esfuerzos para la integración productiva y la promoción comercial de nuestros productos.
Estamos encaminados a incrementar la coordinación macroeconómica y avanzar hacia la armonización tributaria.
Nos resulta esencial la liberalización del comercio de servicios en la región, la pronta ratificación y entrada en vigor del Protocolo de Montevideo sobre el Comercio de Servicios y la continuación de las rondas anuales de negociación.
Buscamos perfeccionar el Arancel Externo Común (AEC) y la reducción de las excepciones, así como favorecer la incorporación de bienes de capital, de informática y de telecomunicaciones.
Tenemos que disciplinar los incentivos en la región que afectan la competitividad entre los socios y las posibilidades de complementariedad productiva.
Debemos poner en vigor un marco de reglas comunitarias de derechos y obligaciones sobre acceso y protección de inversiones para asegurar su flujo intra y extra zona.
En materia institucional, para incrementar la calidad y seguridad jurídica regional para los socios y terceros, resulta primordial poner en funcionamiento el Tribunal Permanente de Revisión del Mercosur.
Es imprescindible además resolver la problemática de la falta de incorporación de la normativa regional a los ordenamientos jurídicos nacionales de los Estados parte, otorgando a los administrados de los cuatro países el mismo trato en cuanto a derechos y obligaciones en el mercado ampliado.
La transformación de la Secretaría Administrativa del Mercosur en una Secretaría Técnica es un avance cualitativo e inicia una senda de cambio hacia la agilización de la toma de decisiones con la conformación de órganos que constituyan los instrumentos del Mercosur.
Debemos contribuir a fortalecer el proceso integrador con la creación del Parlamento Común. Debemos incrementar la participación de nuestras sociedades civiles en la vida del Mercosur para un mayor compromiso e involucramiento de nuestros ciudadanos en los desafíos internos y externos de la región, punto en el que podrá jugar un importante rol el Foro Consultivo Económico y Social.
Es central que prioricemos el desarrollo de la infraestructura física y fronteriza para cimentar el crecimiento económico del Mercosur y la integración latinoamericana, facilitar y abaratar el comercio, el transporte y las comunicaciones de modo que incrementemos el conocimiento, la comprensión y la confianza mutuas.
Debemos concretar los compromisos intra Mercosur y sostener la preferencia regional para encarar negociaciones externas beneficiosas para el mayor dinamismo comercial, del movimiento de personas y de capitales en la región.
Las negociaciones con el ALCA y con la Unión Europea nos obligan a trabajar duro, contrastar posiciones e intereses para poder consolidar una imagen homogénea ante terceros en defensa de nuestros intereses comunes.
Debemos generar también ámbitos de negociación con otras economías emergentes que no se limiten a lo comercial y que tiendan a la creación de una red de solidaridad entre países en crisis, para fortalecer sus posturas comunes tanto en lo bilateral como en lo multilateral.
Como vemos, resulta ser el Mercosur el hecho regional más relevante de nuestras políticas exteriores. Factor de estabilidad regional, debe permitirnos ser tenidos por interlocutores válidos y confiables de la comunidad internacional. Debemos contar con una estrategia de bloque en materia política, económica, institucional y de relacionamiento externo.
Pero debemos tener en claro que de nada nos sirve un Mercosur que no favorezca el bienestar de sus habitantes, un mejor vivir de nuestras sociedades y un estrechamiento de la brecha existente con los países de economías más desarrolladas.
Es necesario comprender que la actual situación mundial y regional encierra una enorme oportunidad que acrecienta nuestras responsabilidades ante nuestros pueblos.
El desafío es grande y tenemos que estar a su altura. No podemos consumirnos en querellas pequeñas, dilapidando el capital institucional que el Mercosur ha consolidado en estos años.
El espacio temporal que encierran los períodos de nuestros mandatos debe ser aprovechado para acometer los cambios necesarios para dar un sustancial impulso a la consolidación, la profundización institucional y la ampliación del Mercosur.
Uno de los mayores logros del Mercosur y del Mercosur Ampliado es la mayor capacidad del intercambio de información, la fijación de objetivos comunes y nuestra acción conjunta en foros internacionales.
La reciente acción de algunos de nosotros en el G20 a fin de lograr una mayor liberación del comercio mundial, así como en el ALCA a fin de asegurar un equilibrio de derechos y obligaciones, son ejemplos claros y exitosos.
La propuesta de Argentina, compartida con Brasil, de lanzar una nueva Ronda de liberación comercial entre economías en desarrollo debe ser, a nuestro juicio, otro ejemplo en este sentido.
En el contexto antes señalado, del intercambio franco y permanente de información, debo señalar la importancia de la evolución de la economía argentina para todos los argentinos y para la región.
Hoy crecemos más del 7% con estabilidad de precios, con creación de empleo y reducción de la pobreza, y con un nivel de superávit fiscal primario sin precedentes en nuestro país.
No obstante estos logros evidentes y a pesar de nuestra voluntad de avanzar, sufrimos hoy indefiniciones y demoras de parte de Organismos Financieros Internacionales que no ayudan en este proceso.
Argentina ha venido reduciendo fuertemente desde el año 2002 su deuda neta con los Organismos Financieros Internacionales (OFI), a pesar de la crisis y de la recesión. En el último acuerdo con el FMI hemos asegurado condiciones para asegurar este proceso hasta el fin del Acuerdo Trienal.
Desde el principio, hemos sido claros en señalar que los pagos netos a los Organismos Financieros Internacionales previstos condicionan las características de la reestructuración de la deuda a negociar con los acreedores privados.
En Dubai, tal como se había prometido, presentamos los “Lineamientos de reestructuración de la deuda privada” de una manera que hacen compatibles tanto el compromiso de crecer y eliminar la pobreza, como el compromiso de honrar nuestra deuda a partir de su adecuación a niveles de pagos realistas y sustentables que no van a ser distorsionados por la sobrevaloración de los bonos a reestructurar.
Desde Dubai hemos dado todos los pasos para avanzar en forma decisiva en el difícil proceso de reestructuración de la deuda privada, que como todos ustedes saben no tiene precedentes en el mundo, ni por su monto ni por la complejidad de la estructura financiera gestada en la década pasada.
El reciente acuerdo con el FMI estableció con claridad el compromiso argentino de repago de la deuda, compatible con nuestros objetivos internos en el párrafo 8 de dicho documento. Olvidar este texto a sólo unos meses de aprobado, significaría que otros no están cumpliendo con lo recientemente acordado y claramente especificado allí.
No aceptaremos ninguna presión, abierta o encubierta, para que aumentemos los pagos al exterior. Ello sólo podría hacerse al precio de reducir el crecimiento y debilitar nuestra lucha por la disminución de la pobreza y por lograr mayores niveles de empleo.
Sería malo para Argentina y para el sistema financiero internacional que nos engañásemos con una reestructuración no sustentable, destinada a fracasar en el corto plazo.
He querido informarles estos hechos con franqueza, a fin de que todos puedan contribuir a una mejor evaluación de sus posibles efectos sobre la región y sobre el sistema financiero en su conjunto.
No deben faltarnos ni el valor ni la audacia. No podemos darnos el lujo de desviar las energías hacia objetivos menores. Tenemos que construir un Mercosur que sirva de ariete para la defensa de los intereses de nuestros pueblos.
El achicamiento de la brecha que separa los distintos desarrollos debe ser nuestro fin común. La batalla se libra en cada uno de nuestros territorios.
Nuestros países deben encontrar en el Mercosur la herramienta que permita ayudar a la consolidación de procesos económicos de crecimiento sustentable que eliminen la exclusión social, la marginación y la pobreza.
Equidad, inclusión social, defensa irrestricta de los derechos humanos, deben ser banderas que portemos juntos. Eso llenará de valores nuestra integración regional.
Que el mundo mire con respeto al Sur. Que nuestros pueblos, al final de nuestros mandatos, puedan mirarnos y decir: hicieron mucho por la igualdad, por la equidad, por el desarrollo, y defendieron nuestros intereses.
Muchas gracias.