Señor presidente de la hermana y querida República del Brasil querido amigo Lula; miembros de su comitivas; autoridades nacionales; señoras y señores: con especial satisfacción recibimos hoy al señor residente de la República Federativa del Brasil, don Luiz Inacio Lula Da Silva, amigo nuestro, con el que hemos acordado trabajar intensamente durante el período de los mandatos que nuestros pueblos nos han conferido, para lograr una cooperación y una integración plena entre nuestros países. Así como su visita de Estado no significa sólo una cuestión de cortesía o un simple transcurrir del protocolo sino la ocasión propicia para intensas jornadas de trabajo bilateral, no queremos recibirle con un simple discurso de ocasión. Es bueno que ocupemos este tiempo para el intercambio de nuestros puntos de vista y evaluaciones sobre la situación de cada uno de nuestros países, para el repaso de los datos de la coyuntura regional e internacional y las conclusiones respecto de la que debe ser nuestra agencia bilateral.
A ambos nos toca presidir nuestros países en este especial momento histórico y no podemos darnos el lujo de desaprovechar oportunidades. Tenemos que dar el combate que nos ayude a impedir la profundización de la pobreza, el incremento de la exclusión, el desempleo y la desigualdad social. A ambos, hombres comunes que asumimos nuestras importantes responsabilidades siendo fieles a nuestros pueblos, nos toca presidir nuestros países urgidos por la necesidad de producir profundos cambios.
En nuestra Patria necesitamos encarar un profundo cambio en lo moral, en lo cultural, en lo institucional, en lo político y en lo económico. La cada vez más extensa brecha existente del mundo entre países ricos y países pobres, entre países centrales y países periféricos, entre los países del norte y los países del sur, y los crecientes problemas de la seguridad mundial, urgen cambios también en el mundo, exigen repensar los mecanismos y las acciones para que la globalización resulte vivible para todos y no para unos pocos.
Países como los nuestros, que intentan superar una muy difícil situación, buscando emerger y reconstruir una economía sustentable para lograr una integración digna al mundo, dependen en mucho de las respuestas que se den a los interrogantes que la planetización plantea. En toda latitud debe entenderse, y también en nuestros países, que la democracia debe implicar efectivamente la posibilidad de ser iguales, si esa posibilidad no existe la democracia se resquebraja por dentro. La falta de sustentabilidad de las economías emergentes nos expone a altísimas cuotas de desigualdad y eso amenaza con convertir a nuestras democracias en simples caricaturas, lo que no podemos permitir.
Queremos por nuestra parte reconstruir en la República Argentina un capitalismo serio, no intentamos construirlo aislado de la gran aldea que hoy es el mundo, pero necesitamos darle primero plena sustentabilidad interna, sin ello no tiene sentido ninguna integración. La integración que necesitamos debe facilitar, debe estar en línea con esa sustentabilidad interna, puesto que no podemos hacer del nuestro un país sin criterio que arrastre a nuestros productores y a nuestros productos a una competencia que por desigual inexorablemente los quiebre.
Pero además, nuestra integración regional debe ser algo que nos ayude a potenciar nuestras voces en el mundo, a cobrar más peso en las decisiones multilaterales, poniéndose al servicio de nuestros intereses a favor del desarrollo sustentable de nuestras economías, el logro de la equidad social en nuestros países y una más justa distribución del ingreso.
Sabemos que el mundo enfrenta una muy compleja situación, desafíos que demandan para su comprensión mucha apertura mental, mucho respeto a las diversidades y mucha capacidad para saber escuchar la verdad de los otros.
Los viejos moldes se han roto, los nuevos problemas requieren la generación de nuevos tipos de soluciones, no podemos encerrarnos en los viejos conceptos ni aferrarnos a lo malo conocido. El mayor riesgo que enfrentamos es temerle a los cambios.
Nosotros hemos sufrido en carne propia la adopción de los modelos que desde el centro se exportan hacia las periferias. La excesiva concentración económica, la corrupción estructural que la facilitó, la condena a la exclusión de millones de seres humanos que ella implicó, la enorme deuda pública que acumulamos, resultaron ser en las últimas décadas en la República Argentina la cara visible de la globalización y el resultado práctico del viejo orden mundial y las recetas que constituían su moda.
Debemos trabajar conjuntamente para la consolidación de un orden mundial basado en el respeto a las normas y a los principios del derecho internacional; debemos consolidar una comunidad de naciones que trabaje para fortalecer la justicia, para estimular el desarrollo sustentable de nuestras economías, que combata la inequidad y proteja el medio ambiente. Es la hora del multilateralismo y la cualificación del rol de las Naciones Unidas.
El fortalecimiento de nuestras democracias, el incremento de la calidad de nuestras instituciones, el respecto irrestricto a los derechos y a la dignidad del hombre, en parte también depende de la fuerza que le impongamos a nuestra integración regional y a nuestra capacidad para lograr un nuevo orden mundial más en sintonía con nuestras convicciones y nuestras ideas. La historia se escribe también con sueños y sentimientos de hombres sencillos, como nosotros. Nuestras responsabilidades son temporales, en la historia de los pueblos el lapso de una presidencia en términos históricos constituye un breve periodo. Que nos rescate la historia como hombres que supimos estar a la altura de las exigencias de cambio que nos plantean los tiempos y las situaciones que enfrentamos en estos momentos en que nuestros pueblos nos ubicaron en ocasión de decidir y gestionar sus asuntos. Está en nuestra responsabilidad implementar los medios prácticos que pongan en ejecución las ideas que largamente hemos sostenido y sostenemos.
En esta tarea que compartimos, estas jornadas de intenso trabajo son pasos concretos que nos acercan, nos hermanan, confirmando la solidez y la madurez de nuestros vínculos. Concretaremos obras de infraestructura tales como la autopista Mercosur a través de la ruta Nacional 14 de la Argentina, el tramo Porto Alegre – Uruguayana y el proyecto de integración ferroviario que hará posible unificar la red de ferrocarriles del sur y sudeste de Brasil con nuestra red norte y noreste, así como con Chile. Avanzaremos en el plano cultural, un campo vital, para la vida de los pueblos con la creación de un predio binacional en reconocimiento a los artistas de diversas disciplinas, como el fomento a la distribución del largometraje entre la Agencia Nacional del Cine de Brasil y el Instituto de Cine y Artes Visuales de la Argentina. En materia educativa estamos logrando avances en la profundización de nuestros intercambios, en el impulso de la enseñanza del español y el portugués en las escuelas básicas y en el establecimiento de doctorados conjuntos.
Presentan motivos de satisfacción los acuerdos que estamos impulsando en relación con la circulación de personas, acuerdos que facilitarán la vida cotidiana de los ciudadanos brasileños y argentinos que se movilizan para estudiar, comerciar, trabajar y hacer turismo, y muy especialmente la de nuestros compatriotas que habitan en la zona de frontera.
Importa destacar especialmente el haber acordado una modalidad de cooperación y de trabajo conjunta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el período 2004 – 2006, lo que constituye una clara expresión del grado de convergencia que estamos alcanzado en el marco de política exterior. Es sin duda de la mayor importancia la firma del consenso de Buenos Aires, a través del cual nos hemos comprometido a cooperar para impulsar el crecimiento sostenido y la distribución equitativa de sus beneficios en el marco de un modelo de desarrollo que garantice a todos nuestros ciudadanos el pleno goce de sus derechos fundamentales, sobre la base de la libertad y la justicia social. Ellos nos posisiona ante el mundo, con una orientación común, basada en profundas convicciones que deseamos compartir con los demás países de América Latina.
En el marco de nuestra mayor creación común, la integración regional, fruto de la democracia, el punto donde nuestro ideario adhiere y adquiere una dimensión profunda, Mercosur no representa un simple proceso de desmantelamiento arancelario ni se reduce a la creación de un mercado común, estos aspectos de la integración son componentes centrales del proceso que estamos comprometidos a impulsar. Pero somos aún más ambiciosos, aspiramos a conformar un espacio económico, político y cultural unificado que nos permita crecer como sociedades integradas y modernas.
Los países del Mercosur compartimos una cosmovisión, pero lo que es más importante aún compartimos una vocación de futuro común. Es necesario redoblar los esfuerzos para mejorar la vida y la oportunidad de los habitantes de la región. Es ésta a nuestro entender, querido amigo, la columna vertebral de nuestra responsabilidad. Para ello necesitamos consolidar políticamente el Mercosur, afianzándolo como un bloque de poder latinoamericano que nos permita maximizar nuestras capacidades de negociación y acción. Es necesario subrayar un punto clave para la credibilidad del Mercosur, que es nuestro compromiso de acelerar la incorporación de la normativa común a los ordenamientos jurídicos de nuestros países; seremos acompañados por nuestros cuerpos legislativos en esta tarea.
Hoy estamos fortaleciendo una asociación estratégica, que es además una fraternidad, una asociación que crecerá sin tensiones porque está basada en la afirmación de nuestras semejanzas y en el respeto de nuestras particularidades y diferencias.
En nuestros países, principales productores agropecuarios del mundo y magníficamente dotados por la naturaleza, el hambre constituye un flagelo que nos avergüenza, que nos indigna y que estamos determinados a erradicar. Debemos negarnos a aceptar, como si se tratara de una fatalidad, la existencia de compatriotas sumidos en la pobreza más extrema. Nuestros pueblos han conocido la violencia espiritual y física que produce la ausencia de los derechos y libertades fundamentales y han abrazado a la democracia como un proyecto de vida. Nos toca como gobernantes garantizar que esa democracia se traduzca en beneficios concretos para todos los ciudadanos sin distinción, ya que sabemos que ella se desnaturaliza cuando sólo la disfrutan plenamente unos pocos. No existe libertad con hambre, no existe la dignidad sin trabajo, no existe la igualdad sin educación.
Si asumimos este instante único con la humildad y la grandeza que nos reclama la hora será mucho lo que podremos lograr y dejará de ser incierto nuestro futuro. Hago de la amistad y la confianza, señor Presidente, la divisa con la cual mi Gobierno lo recibe a usted y a su comitiva en Buenos Aires. Es para nosotros un profundo orgullo y un profundo honor, querido amigo Presidente, que usted esté visitando y esté trabajando con nosotros aquí en la República Argentina, para mí y para todos los argentinos, con toda la honorable comitiva que lo acompaña.
He quedado absolutamente satisfecho con la reunión que hemos mantenido, hemos tocado con absoluta profundidad desde el tema preocupante que nos desgarra a los hombres de Latinoamérica y América, de la situación que vive su hermana Nación, nuestros hermanos bolivianos, y también hemos avanzado profundamente en el concepto y en la visión que debemos tener, desde aquí, desde el Mercosur y desde América Latina, en el trato con todos los organismos multilaterales de diversa índole: la necesidad de crear un bloque que tenga coherencia, que tenga equilibrio, que tenga rumbo y que acierte a generar un nuevo manejo cultural de todos estos mecanismos con los distintos organismos internacionales, porque tanto usted como yo sabemos que cuando más certeza y más previsibilidad le demos a nuestra relación y a la consolidación del Mercosur, más respuesta, más inserción y más beneficios mutuos vamos a lograr para nuestra región.
Nosotros apostamos seriamente a la integración con el Brasil, apostamos seriamente a la integración Latinoamericana, apostamos a abrir fuertemente el Mercosur, apostamos con mucha fuerza la relación interbloque con el resto del mundo, llámese Comunidad Económica Europea y otras regiones del mundo. Y el tema de la relación con Brasil -estoy convencido que para usted, señor Presidente y querido amigo, significa lo mismo- ha pasado a ser una cuestión de Estado seria y responsable. Nuestras generaciones futuras no se van a tener que avergonzar de nosotros debido a que por pequeñas mezquindades o por pequeñas disputas cortas de visión histórica y liderazgo hayamos impedido la integración que es central y fundamental para nuestra región y para el fortalecimiento de nuestros pueblos. Creo que en un gran nivel de madurez tenemos muy claros los objetivos, y en este tiempo cortito de la historia que nos toca gobernar trataremos de generar el punto de inflexión que nuestra región necesita.
Muchas gracias señor Presidente por estar aquí, querido amigo, muchas gracias a todos ustedes. (Aplausos)
A ambos nos toca presidir nuestros países en este especial momento histórico y no podemos darnos el lujo de desaprovechar oportunidades. Tenemos que dar el combate que nos ayude a impedir la profundización de la pobreza, el incremento de la exclusión, el desempleo y la desigualdad social. A ambos, hombres comunes que asumimos nuestras importantes responsabilidades siendo fieles a nuestros pueblos, nos toca presidir nuestros países urgidos por la necesidad de producir profundos cambios.
En nuestra Patria necesitamos encarar un profundo cambio en lo moral, en lo cultural, en lo institucional, en lo político y en lo económico. La cada vez más extensa brecha existente del mundo entre países ricos y países pobres, entre países centrales y países periféricos, entre los países del norte y los países del sur, y los crecientes problemas de la seguridad mundial, urgen cambios también en el mundo, exigen repensar los mecanismos y las acciones para que la globalización resulte vivible para todos y no para unos pocos.
Países como los nuestros, que intentan superar una muy difícil situación, buscando emerger y reconstruir una economía sustentable para lograr una integración digna al mundo, dependen en mucho de las respuestas que se den a los interrogantes que la planetización plantea. En toda latitud debe entenderse, y también en nuestros países, que la democracia debe implicar efectivamente la posibilidad de ser iguales, si esa posibilidad no existe la democracia se resquebraja por dentro. La falta de sustentabilidad de las economías emergentes nos expone a altísimas cuotas de desigualdad y eso amenaza con convertir a nuestras democracias en simples caricaturas, lo que no podemos permitir.
Queremos por nuestra parte reconstruir en la República Argentina un capitalismo serio, no intentamos construirlo aislado de la gran aldea que hoy es el mundo, pero necesitamos darle primero plena sustentabilidad interna, sin ello no tiene sentido ninguna integración. La integración que necesitamos debe facilitar, debe estar en línea con esa sustentabilidad interna, puesto que no podemos hacer del nuestro un país sin criterio que arrastre a nuestros productores y a nuestros productos a una competencia que por desigual inexorablemente los quiebre.
Pero además, nuestra integración regional debe ser algo que nos ayude a potenciar nuestras voces en el mundo, a cobrar más peso en las decisiones multilaterales, poniéndose al servicio de nuestros intereses a favor del desarrollo sustentable de nuestras economías, el logro de la equidad social en nuestros países y una más justa distribución del ingreso.
Sabemos que el mundo enfrenta una muy compleja situación, desafíos que demandan para su comprensión mucha apertura mental, mucho respeto a las diversidades y mucha capacidad para saber escuchar la verdad de los otros.
Los viejos moldes se han roto, los nuevos problemas requieren la generación de nuevos tipos de soluciones, no podemos encerrarnos en los viejos conceptos ni aferrarnos a lo malo conocido. El mayor riesgo que enfrentamos es temerle a los cambios.
Nosotros hemos sufrido en carne propia la adopción de los modelos que desde el centro se exportan hacia las periferias. La excesiva concentración económica, la corrupción estructural que la facilitó, la condena a la exclusión de millones de seres humanos que ella implicó, la enorme deuda pública que acumulamos, resultaron ser en las últimas décadas en la República Argentina la cara visible de la globalización y el resultado práctico del viejo orden mundial y las recetas que constituían su moda.
Debemos trabajar conjuntamente para la consolidación de un orden mundial basado en el respeto a las normas y a los principios del derecho internacional; debemos consolidar una comunidad de naciones que trabaje para fortalecer la justicia, para estimular el desarrollo sustentable de nuestras economías, que combata la inequidad y proteja el medio ambiente. Es la hora del multilateralismo y la cualificación del rol de las Naciones Unidas.
El fortalecimiento de nuestras democracias, el incremento de la calidad de nuestras instituciones, el respecto irrestricto a los derechos y a la dignidad del hombre, en parte también depende de la fuerza que le impongamos a nuestra integración regional y a nuestra capacidad para lograr un nuevo orden mundial más en sintonía con nuestras convicciones y nuestras ideas. La historia se escribe también con sueños y sentimientos de hombres sencillos, como nosotros. Nuestras responsabilidades son temporales, en la historia de los pueblos el lapso de una presidencia en términos históricos constituye un breve periodo. Que nos rescate la historia como hombres que supimos estar a la altura de las exigencias de cambio que nos plantean los tiempos y las situaciones que enfrentamos en estos momentos en que nuestros pueblos nos ubicaron en ocasión de decidir y gestionar sus asuntos. Está en nuestra responsabilidad implementar los medios prácticos que pongan en ejecución las ideas que largamente hemos sostenido y sostenemos.
En esta tarea que compartimos, estas jornadas de intenso trabajo son pasos concretos que nos acercan, nos hermanan, confirmando la solidez y la madurez de nuestros vínculos. Concretaremos obras de infraestructura tales como la autopista Mercosur a través de la ruta Nacional 14 de la Argentina, el tramo Porto Alegre – Uruguayana y el proyecto de integración ferroviario que hará posible unificar la red de ferrocarriles del sur y sudeste de Brasil con nuestra red norte y noreste, así como con Chile. Avanzaremos en el plano cultural, un campo vital, para la vida de los pueblos con la creación de un predio binacional en reconocimiento a los artistas de diversas disciplinas, como el fomento a la distribución del largometraje entre la Agencia Nacional del Cine de Brasil y el Instituto de Cine y Artes Visuales de la Argentina. En materia educativa estamos logrando avances en la profundización de nuestros intercambios, en el impulso de la enseñanza del español y el portugués en las escuelas básicas y en el establecimiento de doctorados conjuntos.
Presentan motivos de satisfacción los acuerdos que estamos impulsando en relación con la circulación de personas, acuerdos que facilitarán la vida cotidiana de los ciudadanos brasileños y argentinos que se movilizan para estudiar, comerciar, trabajar y hacer turismo, y muy especialmente la de nuestros compatriotas que habitan en la zona de frontera.
Importa destacar especialmente el haber acordado una modalidad de cooperación y de trabajo conjunta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el período 2004 – 2006, lo que constituye una clara expresión del grado de convergencia que estamos alcanzado en el marco de política exterior. Es sin duda de la mayor importancia la firma del consenso de Buenos Aires, a través del cual nos hemos comprometido a cooperar para impulsar el crecimiento sostenido y la distribución equitativa de sus beneficios en el marco de un modelo de desarrollo que garantice a todos nuestros ciudadanos el pleno goce de sus derechos fundamentales, sobre la base de la libertad y la justicia social. Ellos nos posisiona ante el mundo, con una orientación común, basada en profundas convicciones que deseamos compartir con los demás países de América Latina.
En el marco de nuestra mayor creación común, la integración regional, fruto de la democracia, el punto donde nuestro ideario adhiere y adquiere una dimensión profunda, Mercosur no representa un simple proceso de desmantelamiento arancelario ni se reduce a la creación de un mercado común, estos aspectos de la integración son componentes centrales del proceso que estamos comprometidos a impulsar. Pero somos aún más ambiciosos, aspiramos a conformar un espacio económico, político y cultural unificado que nos permita crecer como sociedades integradas y modernas.
Los países del Mercosur compartimos una cosmovisión, pero lo que es más importante aún compartimos una vocación de futuro común. Es necesario redoblar los esfuerzos para mejorar la vida y la oportunidad de los habitantes de la región. Es ésta a nuestro entender, querido amigo, la columna vertebral de nuestra responsabilidad. Para ello necesitamos consolidar políticamente el Mercosur, afianzándolo como un bloque de poder latinoamericano que nos permita maximizar nuestras capacidades de negociación y acción. Es necesario subrayar un punto clave para la credibilidad del Mercosur, que es nuestro compromiso de acelerar la incorporación de la normativa común a los ordenamientos jurídicos de nuestros países; seremos acompañados por nuestros cuerpos legislativos en esta tarea.
Hoy estamos fortaleciendo una asociación estratégica, que es además una fraternidad, una asociación que crecerá sin tensiones porque está basada en la afirmación de nuestras semejanzas y en el respeto de nuestras particularidades y diferencias.
En nuestros países, principales productores agropecuarios del mundo y magníficamente dotados por la naturaleza, el hambre constituye un flagelo que nos avergüenza, que nos indigna y que estamos determinados a erradicar. Debemos negarnos a aceptar, como si se tratara de una fatalidad, la existencia de compatriotas sumidos en la pobreza más extrema. Nuestros pueblos han conocido la violencia espiritual y física que produce la ausencia de los derechos y libertades fundamentales y han abrazado a la democracia como un proyecto de vida. Nos toca como gobernantes garantizar que esa democracia se traduzca en beneficios concretos para todos los ciudadanos sin distinción, ya que sabemos que ella se desnaturaliza cuando sólo la disfrutan plenamente unos pocos. No existe libertad con hambre, no existe la dignidad sin trabajo, no existe la igualdad sin educación.
Si asumimos este instante único con la humildad y la grandeza que nos reclama la hora será mucho lo que podremos lograr y dejará de ser incierto nuestro futuro. Hago de la amistad y la confianza, señor Presidente, la divisa con la cual mi Gobierno lo recibe a usted y a su comitiva en Buenos Aires. Es para nosotros un profundo orgullo y un profundo honor, querido amigo Presidente, que usted esté visitando y esté trabajando con nosotros aquí en la República Argentina, para mí y para todos los argentinos, con toda la honorable comitiva que lo acompaña.
He quedado absolutamente satisfecho con la reunión que hemos mantenido, hemos tocado con absoluta profundidad desde el tema preocupante que nos desgarra a los hombres de Latinoamérica y América, de la situación que vive su hermana Nación, nuestros hermanos bolivianos, y también hemos avanzado profundamente en el concepto y en la visión que debemos tener, desde aquí, desde el Mercosur y desde América Latina, en el trato con todos los organismos multilaterales de diversa índole: la necesidad de crear un bloque que tenga coherencia, que tenga equilibrio, que tenga rumbo y que acierte a generar un nuevo manejo cultural de todos estos mecanismos con los distintos organismos internacionales, porque tanto usted como yo sabemos que cuando más certeza y más previsibilidad le demos a nuestra relación y a la consolidación del Mercosur, más respuesta, más inserción y más beneficios mutuos vamos a lograr para nuestra región.
Nosotros apostamos seriamente a la integración con el Brasil, apostamos seriamente a la integración Latinoamericana, apostamos a abrir fuertemente el Mercosur, apostamos con mucha fuerza la relación interbloque con el resto del mundo, llámese Comunidad Económica Europea y otras regiones del mundo. Y el tema de la relación con Brasil -estoy convencido que para usted, señor Presidente y querido amigo, significa lo mismo- ha pasado a ser una cuestión de Estado seria y responsable. Nuestras generaciones futuras no se van a tener que avergonzar de nosotros debido a que por pequeñas mezquindades o por pequeñas disputas cortas de visión histórica y liderazgo hayamos impedido la integración que es central y fundamental para nuestra región y para el fortalecimiento de nuestros pueblos. Creo que en un gran nivel de madurez tenemos muy claros los objetivos, y en este tiempo cortito de la historia que nos toca gobernar trataremos de generar el punto de inflexión que nuestra región necesita.
Muchas gracias señor Presidente por estar aquí, querido amigo, muchas gracias a todos ustedes. (Aplausos)