Señor presidente de la Unión Industrial Argentina, doctor Alberto Alvarez Gaiani; señor vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli; señor jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, doctor Aníbal Ibarra; señores integrantes de la Unión Industrial Argentina; señores dirigentes sindicales; señores ministros del Poder Ejecutivo Nacional; señores legisladores; autoridades nacionales; señoras y señores: hemos querido estar presentes en esta sede de la Unión Industrial Argentina para celebrar con ustedes el “Día de la Industria”, aprovechando este momento para compartir algunas reflexiones.
Cuando con mucho esfuerzo tratamos de dejar atrás los años que quebraron a nuestras instituciones y a nuestra sociedad, tras la más brutal concentración del ingreso y la más impiadosa exclusión social, años en los que transitamos tras la quimera de un ingreso a la globalización sin estrategia nacional, es bueno que miremos a nuestra industria.
Necesitamos reconstruir un país con calidad institucional, con sustentabilidad económica, en un marco de equidad que facilite la movilidad social ascendente, que incentive y premie el esfuerzo. Necesitamos valernos de otras lógicas que nos impulsen a construir un país diferente.
La creatividad, el aprovechamiento de las naturales diversidades y de la pluralidad de la imaginación, deben ser aplicadas con perspectivas de nación. La reconciliación de las instituciones con el ciudadano, deben abrir paso hacia ideas que desechen el pensamiento único y ayuden a generar un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo.
Esto decíamos recién en otro escenario, el de la Bolsa de Comercio, ante otros hombres de negocios al presentarles la puesta en marcha del Fideicomiso Complejo Industrial Nacional de las Comunicaciones, un proyecto que coordina esfuerzos públicos y privados y que busca combinar el espíritu emprendedor en desarrollo de nuevas tecnologías, la captación de inversiones y la creación de nuevas oportunidades de renta.
Se trata de una iniciativa gubernamental con aportes públicos y privados para financiar proyectos, fondos que administrados por una entidad perteneciente a la banca pública, se aplicarán a los proyectos del sector privado de las telecomunicaciones, que serán evaluados con criterio de eficiencia económica y rentabilidad.
Tratamos de despertar las energías que la República Argentina atesora en el interior de su propia sociedad. Sólo así obtendremos sustentabilidad interna y credibilidad en el exterior que pueda despertar interés y potenciales inversores que quieran colaborar en esa reconstrucción. En este ámbito, queremos encontrarnos con los industriales que emprenden, con los que arriesgan, con los que crean trabajo, con los que en su mayoría han estado expuestos a los vaivenes de la Argentina.
Debemos encontrar un punto en que los industriales, los empresarios, los representantes de los sectores productivos de nuestra sociedad, puedan coordinar a la luz del día con el Estado estrategias comunes para que nuestro país pueda ser un territorio de paz, trabajo y prosperidad.
No es reeditando viejos modelos de gestión, en los que la suerte empresarial queda atada a las prebendas y privilegios que el Estado le otorgue, como saldremos adelante. No es con funcionarios que actúen por presión o por comisión, como dejaremos atrás el modelo de concentración, exclusión, endeudamiento y falta de estrategia nacional ni con empresarios que concentren su habilidad en transitar por los despachos oficiales.
Venimos a promover que se involucre en la construcción de una Argentina nueva, productiva y eficiente, con sustentabilidad interna y respeto externo, integrada con inteligencia a un mundo en constante cambio.
La estrategia es construir en nuestro país un capitalismo en serio, con reglas claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlar, para hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento de un país. Un capitalismo en serio, donde importen las reglas y la calidad institucional; un capitalismo en serio que asuma riesgos y nutra nuestro consumo a la vez que agresivamente coloque sus productos en donde los necesite el mundo; un capitalismo en serio en donde se combata el monopolio y la concentración para no ahogar las iniciativas de los pequeños y medianos emprendedores; un capitalismo en serio donde se proteja al consumidor y al inversor, con marcos regulatorios explícitos y transparentes de organismos de control impolutos; un capitalismo en serio, un país normal.
Porque queremos como la mayoría del pueblo argentino construir ese país, nos sorprende ver que, como si emergieran de pronto a la vida pública, sin historias y sin responsabilidades, que algunos economistas y periodistas insisten en reclamar, bajo el pretexto de que los inversores externos esperan eso para venir, que se explicite un plan económico a la vieja usanza. Pareciera que quieren jugar con las esperanzas y las expectativas de un pueblo que aprendió a temerle a los grandes enunciados, llenos de frases altisonantes y palabras difíciles dichas con el propósito de disimular los temas que enuncian.
Estos minúsculos sectores de hablar difícil, cuando reclaman un plan económico, están en verdad pidiendo medidas concretas que respondan a un plan hecho a la medida de los intereses de sus mandantes. Cualquier otra cosa que se les conteste, no les satisface; sólo reclaman que se haga lo que necesitan para que unos pocos, cada vez puedan seguir ganando más y más fácilmente. Si no se hace lo que ellos aconsejan, dicen que no hay plan.
Con este Presidente, tal como lo he señalado hace unos instantes en la Bolsa de Comercio y tal cual ha sido mi concreto comportamiento desde siempre en la función pública, tendrán que acostumbrarse a ver en el Poder Ejecutivo a un hombre que trabaja por el interés de todos, a un hombre que jamás será gerente de los negocios que ellos imaginan como el camino más corto hacia las ganancias de su mandantes.
Para ellos, durante toda la década del 90 hubo plan económico, nadie les escuchó quejarse de que no hubiera plan. Es que estaban aplicando el plan de ellos y de los intereses que representan. Ahora se aplica el plan de los ciudadanos. Por eso las quejas. ¿O no han sido en nada responsables de lo que nos pasó? ¿O es que de pronto no tienen nada que ver con la concentración de la riqueza cada vez en menos manos? ¿Es que no se van a hacer cargo de la corrupción que asoló a la patria? ¿Es que no tienen que ver la existencia de aquel plan que aplaudían con desocupación? ¿La exclusión social no es un resultado de lo que para ellos era un buen plan? Señores: somos pocos y nos conocemos mucho.
La afirmación relativa a la ausencia de plan es una de las tantas manifestaciones de presión que ejercen dos tipos de actores claramente diferenciados: por un lado, están los que defienden intereses sectoriales y particulares que instuyen que las medidas para salir de la crisis no favorecerán esos intereses; por otro lado, se les suman los nostálgicos de las medidas que devastaron a nuestro país, que tienen una posición ideológicamente ligada a la experiencia de los años 90, que colapsó en 2001 y que nos retrotrajo hasta el subsuelo donde la Argentina está.
No nos molesta que se representen y defiendan sus intereses de un sector, ello es natural y propio de la dinámica social. Tampoco nos incomoda que otros sigan creyendo en la “teoría del derrame” y en las políticas económicas del Consenso de Washington. Pero, por favor, un poco de decoro, de humildad y, por sobre todas las cosas, realismo.
Fueron esas formas de gestionar el Estado, que fue cooptado por los intereses de grupo y esas ideas de apertura indiscriminada, endeudamiento externo y eterno, entre otras, las que hundieron la producción nacional, las que destruyeron el trabajo de los argentinos, hipotecaron el país y sumieron a millones de compatriotas en la miseria.
Gracias a Dios los argentinos tenemos memoria y recuperaremos el Estado para ponerlo al servicio del interés común. No más funcionarios que actúan por presión o por comisión. Nos alejamos de las posturas del ajuste por el ajuste mismo y siempre a costa del bolsillo y del bienestar del pueblo. ¿Qué otra cosa que un plan económico es que tengamos una clara política fiscal, monetaria y de ingresos, una política social que busca dejar atrás el asistencialismo para promover el desarrollo humano?
La firme convicción de que el Estado debe suplir las carencias del mercado, la férrea defensa del crecimiento impidiendo que ningún ajuste, ahogue la incipiente reactivación. En realidad todos lo sabemos, pasa que no tenemos el plan de ellos. Ellos quieren que volvamos a las medidas y a loas a las políticas que devastaron el país, quieren que volvamos al endeudamiento, al desguace de lo que resta del patrimonio nacional, a los organismos de control al servicio de las empresas que tienen que controlar. En síntesis, a lo que hemos vivido en los últimos tiempos: la corrupción de la política para que les resulte más fácil aplicar su plan con políticos como lobbistas de sus intereses.
Ven con histeria que hablamos de inversión pública a cargo del Estado, porque lo conciben como un gasto improductivo y no les importa el trabajo que ella crea ni su impacto en la vida cotidiana del que no tiene agua, cloaca, pavimento ni vivienda. Se escandalizan cuando pedimos a los bancos que otorguen préstamos a los sectores productivos. Pero que ese compromiso se observa por parte de la actividad productiva y del Estado, no puede verificarse en quien hoy desarrolla las actividades financieras.
Bien se ha dicho aquí que, contrariamente a lo esperado, las entidades bancarias privadas acumulan una liquidez inusual que no se encargan del volcar al crédito. Una política de restricción crediticia no guarda ninguna lógica en un país que demanda del auxilio financiero interno para favorecer su despegue económico definitivo, se convierte en un obstáculo difícil de sortear y de obviar en un análisis como el que aquí se hace.
La acción decidida de los bancos públicos –Nación, Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires- ha permitido volcar recursos para facilitar la producción y el consumo. Aún así, nadie duda de la insuficiencia de ese esfuerzo. Es hora de que una vez y para siempre el sistema financiero argentino deje de mirarse a sí mismo y se asocie al esfuerzo nacional.
No son estos tiempos para la especulación ni para el egoísmo, menos son tiempos de presionar sobre la necesidad del conjunto en busca de un beneficio singular. No se les pide sensibilidad en discursos lacrimógenos, sino inteligencia y racionalidad como sector.
Nuestro plan es sostener una política fiscal encaminada a mantener los más altos niveles posibles de inversión pública, sin poner en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas. El plan es mantener un superávit fiscal primario que permita cumplir los compromisos internos, la deuda social y afrontar racionalmente los pagos al exterior, la deuda externa en un marco que no ahogue el crecimiento que necesitamos. Si nuestro país detiene el crecimiento que ha iniciado, si se impide o traba de algún modo la reactivación que ha comenzado, no sólo resultará negativo para quienes en él vivimos, los acreedores deben entender que nuestro crecimiento es también para ellos la única alternativa.
Queremos superar este año el 5 por ciento de crecimiento del Producto Bruto Interno, en una ejecución plurianual nos disponemos a destinar 4.500 millones a la inversión pública reactivante. Estamos logrando sostener el crecimiento de la ocupación, que se elevó de mayo a julio, en el 1.1 por ciento, acumulando desde octubre de 2002 a julio de este año el mayor crecimiento del empleo de la década.
Es también parte de nuestro plan la política de gasto público con transparencia, con objetivos prioritarios en la educación, ciencia y tecnología, la promoción social y la integración del territorio.
El plan en política monetaria tiene como objetivo central asegurar la estabilidad de precios sin comprometer el nivel de actividad económica ni de la ocupación. Y los números demuestran resultados.
La reestructuración, el fortalecimiento, la búsqueda de mayor eficiencia del sistema financiero en su conjunto, de la banca oficial en particular y de los mercados de capitales, son instrumentos de aquella política y parte de aquel plan.
El plan se manifiesta en una política de ingresos centrada en el funcionamiento de los mercados, con la menor interferencia posible y la utiliización de las facultades del poder público para la corrección de las fallas del mercado en general.
Constituye parte del plan la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, fortaleciendo los organismos de recaudación y logrando el crecimiento sostenido de la recaudación.
Durante 2004 se discutirá la relación fiscal nación-provincias, para dictarse la norma de coparticipación comprometida en la Constitución de 1994 y no concretada hasta la fecha. Emergerá de esa discusión la perspectiva del país integrado que buscamos concretar.
Y también es parte del plan el haber entablado una negociación diferente con el Fondo Monetario Internacional, sin pedir fondos frescos, buscando la fijación de objetivos cumplibles y sin aceptar la imposición de recetas que puedan limitar las posibilidades de crecimiento incipiente de nuestra economía. (Aplausos)
Reclamamos de ese organismo multilateral que asuma la cuota de responsabilidad que le cabe por haber alentado las políticas que hicieron la eclosión de 2001. Negociamos con la clara percepción de que representamos al pueblo argentino y no perderemos de vista sus intereses.
Como vemos, no es que no haya plan, lo que pasa es que el plan que hay no les gusta a esos raros capitalistas que se declaran como tales pero que no quieren ni creen en la competencia ni en el riesgo empresario ni en las reglas claras y transparentes ni en el consumo masivo. Y como no creen en la competencia ni en el riesgo empresario, es que muchas veces se aseguran prácticas monopólicas o rentabilidades exorbitantes desde las resoluciones y regulaciones del propio Estado. Y como no quieren reglas claras y transparentes que permitan rentabilidades pero cuiden el derecho de los usuarios y consumidores, quieren funcionarios, organismos y marcos regulatorios a la medida de sus intereses. Raros capitalistas que no creen en el consumo como motor de la economía y que históricamente han demandado achicamiento de salarios para mejorar supuestamente la situación del país. ¿O será a caso que propugnan un inédito capitalismo donde sólo consuman ellos?
No es que no haya plan económico, lo que no hay son paquetazos, exabruptos ni lecciones diarias de economía.
Bien se ha mencionado aquí el paralelismo con aquél 2 de septiembre de 1931 y quiero agregar algo más: se trataba en aquella época de un final, de un verdadero fin de época y del comienzo de la nueva era mundial.
La más profunda depresión afectaba las economías más importantes y los países como el nuestro se encontraban en ella como una hoja al viento. Nosotros venimos saliendo de una crisis que ha sido varias veces más profunda que aquella depresión y estamos también ante un final de época.
El cambio es nuestro futuro, el futuro de todos, no sólo el futuro de los industriales o de un gobierno. Como los que en otras latitudes hicieron para superar sus problemas, debemos romper los viejos moldes, debemos intentarlo con nuevas ideas, con modernidad, con creatividad, pensando distinto a lo tradicional. Por supuesto que encontraremos resistencias, pesimismo e intereses contrapuestos, pero cuando a tanto les va mal o a unos pocos les va bien, que no quieren postergar sus privilegios, la lucha y el camino no será fácil. Pero debemos iniciar, a pesar de las dificultades, un nuevo ciclo virtuoso construyendo un capitalismo en serio, que no puede sino respetar las instituciones de la democracia, los derechos humanos y la dignidad del hombre; un capitalismo en serio, en donde valga la pena esforzarse, arriesgarse, emprender y ganar.
Queremos desde aquí integrarnos al mundo para prestigiar de tal modo nuestros productos que en cualquier lugar se pueda decir “está bien hecho, fue hecho en la Argentina”, que algunos de ustedes lo han logrado y obtuvieron y tienen prestigio internacional. Se trata de que otros muchos más lo logren, pues eso es lo que mide la grandeza de un país.
Un capitalismo como el que necesitamos, no se construye desde un gobierno, se construye desde un proyecto empresarial y de dirigencias que, asumiendo su rol, atan su destino como sector al del país al que pertenecen. Sino, basta mirar más allá de nuestras fronteras.
Producción y trabajo, no la especulación, son las características que diferencian a esos países que se desarrollan con los que no lo son.
Yo les quiero agradecer profundamente la invitación a acompañarlos en el “Día de la Industria”. Quería aprovechar esta instancia, como recién lo hice en la Bolsa de Comercio, aquí, en la casa de los industriales argentinos, para hacer estas reflexiones.
Es muy importante que todos los argentinos tengamos clara conciencia –y yo sé que ustedes la tienen- de porqué llegamos adonde estamos. Entremos a valorar, mejorar y perfeccionar los datos positivos y la recuperación que podamos lograr, pero también entendamos que nosotros le queremos devolver la tranquilidad a los inversores externos e internos. No queremos nunca más que los que invierten, los que arriesgan, los que creen en la producción nacional, los que creen en el trabajo nacional, los que creen en la industria nacional estén sufriendo con la pantalla de televisión donde cada cuatro o cinco días aparezca algún iluminado con medidas que absolutamente revierten todo el camino que estratégicamente se había delineado: la Argentina del saltinbanco, la Argentina de ese proyecto hegemónico, uniforme, que nos llevó a la situación que hoy tenemos todos los argentinos.
Nosotros queremos dar seguridades, seriedades, queremos ser absolutamente responsables. Nosotros, les puedo asegurar, vamos a poner todo nuestro esfuerzo para construir una Argentina que tenga su industria nacional donde los industriales nacionales vuelvan a recuperar el rol perdido.
Lo tenemos que hacer en un ida y vuelta permanente y sabemos que la lucha es difícil, porque la cultura de la ideología de la década del 90, penetró sectores de la información, penetró sectores de la sociedad argentina –algunos determinados- y creen que tener un plan económico siempre significa hacer quebrar a los industriales argentinos y dejar a la gente sin trabajo. Nosotros creemos lo contrario. (Aplausos)
Señores: nuestra presencia acá, la presencia del Gabinete, no es una presencia casual, es una presencia de compromiso y sabemos que tenemos que escuchar y sabemos que muchas veces tendremos que corregir cosas. Estamos dispuestos a hacerlo, creemos en la Argentina de la pluralidad, creemos en el capitalismo nacional, creemos en las estrategias nacionales, creemos en tener un país con estrategia y creemos necesariamente que la posibilidad de hacer una Argentina sin exclusión social en gran parte está en las manos, en la elaboración, en el esfuerzo y en riesgo que hacen los grandes y pequeños empresarios nacionales, los emprendedores y aquellos que se quieren sumar. Este Gobierno los va a estar acompañando.
Muchísimas gracias y gracias por la invitación.
Cuando con mucho esfuerzo tratamos de dejar atrás los años que quebraron a nuestras instituciones y a nuestra sociedad, tras la más brutal concentración del ingreso y la más impiadosa exclusión social, años en los que transitamos tras la quimera de un ingreso a la globalización sin estrategia nacional, es bueno que miremos a nuestra industria.
Necesitamos reconstruir un país con calidad institucional, con sustentabilidad económica, en un marco de equidad que facilite la movilidad social ascendente, que incentive y premie el esfuerzo. Necesitamos valernos de otras lógicas que nos impulsen a construir un país diferente.
La creatividad, el aprovechamiento de las naturales diversidades y de la pluralidad de la imaginación, deben ser aplicadas con perspectivas de nación. La reconciliación de las instituciones con el ciudadano, deben abrir paso hacia ideas que desechen el pensamiento único y ayuden a generar un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo.
Esto decíamos recién en otro escenario, el de la Bolsa de Comercio, ante otros hombres de negocios al presentarles la puesta en marcha del Fideicomiso Complejo Industrial Nacional de las Comunicaciones, un proyecto que coordina esfuerzos públicos y privados y que busca combinar el espíritu emprendedor en desarrollo de nuevas tecnologías, la captación de inversiones y la creación de nuevas oportunidades de renta.
Se trata de una iniciativa gubernamental con aportes públicos y privados para financiar proyectos, fondos que administrados por una entidad perteneciente a la banca pública, se aplicarán a los proyectos del sector privado de las telecomunicaciones, que serán evaluados con criterio de eficiencia económica y rentabilidad.
Tratamos de despertar las energías que la República Argentina atesora en el interior de su propia sociedad. Sólo así obtendremos sustentabilidad interna y credibilidad en el exterior que pueda despertar interés y potenciales inversores que quieran colaborar en esa reconstrucción. En este ámbito, queremos encontrarnos con los industriales que emprenden, con los que arriesgan, con los que crean trabajo, con los que en su mayoría han estado expuestos a los vaivenes de la Argentina.
Debemos encontrar un punto en que los industriales, los empresarios, los representantes de los sectores productivos de nuestra sociedad, puedan coordinar a la luz del día con el Estado estrategias comunes para que nuestro país pueda ser un territorio de paz, trabajo y prosperidad.
No es reeditando viejos modelos de gestión, en los que la suerte empresarial queda atada a las prebendas y privilegios que el Estado le otorgue, como saldremos adelante. No es con funcionarios que actúen por presión o por comisión, como dejaremos atrás el modelo de concentración, exclusión, endeudamiento y falta de estrategia nacional ni con empresarios que concentren su habilidad en transitar por los despachos oficiales.
Venimos a promover que se involucre en la construcción de una Argentina nueva, productiva y eficiente, con sustentabilidad interna y respeto externo, integrada con inteligencia a un mundo en constante cambio.
La estrategia es construir en nuestro país un capitalismo en serio, con reglas claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlar, para hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento de un país. Un capitalismo en serio, donde importen las reglas y la calidad institucional; un capitalismo en serio que asuma riesgos y nutra nuestro consumo a la vez que agresivamente coloque sus productos en donde los necesite el mundo; un capitalismo en serio en donde se combata el monopolio y la concentración para no ahogar las iniciativas de los pequeños y medianos emprendedores; un capitalismo en serio donde se proteja al consumidor y al inversor, con marcos regulatorios explícitos y transparentes de organismos de control impolutos; un capitalismo en serio, un país normal.
Porque queremos como la mayoría del pueblo argentino construir ese país, nos sorprende ver que, como si emergieran de pronto a la vida pública, sin historias y sin responsabilidades, que algunos economistas y periodistas insisten en reclamar, bajo el pretexto de que los inversores externos esperan eso para venir, que se explicite un plan económico a la vieja usanza. Pareciera que quieren jugar con las esperanzas y las expectativas de un pueblo que aprendió a temerle a los grandes enunciados, llenos de frases altisonantes y palabras difíciles dichas con el propósito de disimular los temas que enuncian.
Estos minúsculos sectores de hablar difícil, cuando reclaman un plan económico, están en verdad pidiendo medidas concretas que respondan a un plan hecho a la medida de los intereses de sus mandantes. Cualquier otra cosa que se les conteste, no les satisface; sólo reclaman que se haga lo que necesitan para que unos pocos, cada vez puedan seguir ganando más y más fácilmente. Si no se hace lo que ellos aconsejan, dicen que no hay plan.
Con este Presidente, tal como lo he señalado hace unos instantes en la Bolsa de Comercio y tal cual ha sido mi concreto comportamiento desde siempre en la función pública, tendrán que acostumbrarse a ver en el Poder Ejecutivo a un hombre que trabaja por el interés de todos, a un hombre que jamás será gerente de los negocios que ellos imaginan como el camino más corto hacia las ganancias de su mandantes.
Para ellos, durante toda la década del 90 hubo plan económico, nadie les escuchó quejarse de que no hubiera plan. Es que estaban aplicando el plan de ellos y de los intereses que representan. Ahora se aplica el plan de los ciudadanos. Por eso las quejas. ¿O no han sido en nada responsables de lo que nos pasó? ¿O es que de pronto no tienen nada que ver con la concentración de la riqueza cada vez en menos manos? ¿Es que no se van a hacer cargo de la corrupción que asoló a la patria? ¿Es que no tienen que ver la existencia de aquel plan que aplaudían con desocupación? ¿La exclusión social no es un resultado de lo que para ellos era un buen plan? Señores: somos pocos y nos conocemos mucho.
La afirmación relativa a la ausencia de plan es una de las tantas manifestaciones de presión que ejercen dos tipos de actores claramente diferenciados: por un lado, están los que defienden intereses sectoriales y particulares que instuyen que las medidas para salir de la crisis no favorecerán esos intereses; por otro lado, se les suman los nostálgicos de las medidas que devastaron a nuestro país, que tienen una posición ideológicamente ligada a la experiencia de los años 90, que colapsó en 2001 y que nos retrotrajo hasta el subsuelo donde la Argentina está.
No nos molesta que se representen y defiendan sus intereses de un sector, ello es natural y propio de la dinámica social. Tampoco nos incomoda que otros sigan creyendo en la “teoría del derrame” y en las políticas económicas del Consenso de Washington. Pero, por favor, un poco de decoro, de humildad y, por sobre todas las cosas, realismo.
Fueron esas formas de gestionar el Estado, que fue cooptado por los intereses de grupo y esas ideas de apertura indiscriminada, endeudamiento externo y eterno, entre otras, las que hundieron la producción nacional, las que destruyeron el trabajo de los argentinos, hipotecaron el país y sumieron a millones de compatriotas en la miseria.
Gracias a Dios los argentinos tenemos memoria y recuperaremos el Estado para ponerlo al servicio del interés común. No más funcionarios que actúan por presión o por comisión. Nos alejamos de las posturas del ajuste por el ajuste mismo y siempre a costa del bolsillo y del bienestar del pueblo. ¿Qué otra cosa que un plan económico es que tengamos una clara política fiscal, monetaria y de ingresos, una política social que busca dejar atrás el asistencialismo para promover el desarrollo humano?
La firme convicción de que el Estado debe suplir las carencias del mercado, la férrea defensa del crecimiento impidiendo que ningún ajuste, ahogue la incipiente reactivación. En realidad todos lo sabemos, pasa que no tenemos el plan de ellos. Ellos quieren que volvamos a las medidas y a loas a las políticas que devastaron el país, quieren que volvamos al endeudamiento, al desguace de lo que resta del patrimonio nacional, a los organismos de control al servicio de las empresas que tienen que controlar. En síntesis, a lo que hemos vivido en los últimos tiempos: la corrupción de la política para que les resulte más fácil aplicar su plan con políticos como lobbistas de sus intereses.
Ven con histeria que hablamos de inversión pública a cargo del Estado, porque lo conciben como un gasto improductivo y no les importa el trabajo que ella crea ni su impacto en la vida cotidiana del que no tiene agua, cloaca, pavimento ni vivienda. Se escandalizan cuando pedimos a los bancos que otorguen préstamos a los sectores productivos. Pero que ese compromiso se observa por parte de la actividad productiva y del Estado, no puede verificarse en quien hoy desarrolla las actividades financieras.
Bien se ha dicho aquí que, contrariamente a lo esperado, las entidades bancarias privadas acumulan una liquidez inusual que no se encargan del volcar al crédito. Una política de restricción crediticia no guarda ninguna lógica en un país que demanda del auxilio financiero interno para favorecer su despegue económico definitivo, se convierte en un obstáculo difícil de sortear y de obviar en un análisis como el que aquí se hace.
La acción decidida de los bancos públicos –Nación, Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires- ha permitido volcar recursos para facilitar la producción y el consumo. Aún así, nadie duda de la insuficiencia de ese esfuerzo. Es hora de que una vez y para siempre el sistema financiero argentino deje de mirarse a sí mismo y se asocie al esfuerzo nacional.
No son estos tiempos para la especulación ni para el egoísmo, menos son tiempos de presionar sobre la necesidad del conjunto en busca de un beneficio singular. No se les pide sensibilidad en discursos lacrimógenos, sino inteligencia y racionalidad como sector.
Nuestro plan es sostener una política fiscal encaminada a mantener los más altos niveles posibles de inversión pública, sin poner en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas. El plan es mantener un superávit fiscal primario que permita cumplir los compromisos internos, la deuda social y afrontar racionalmente los pagos al exterior, la deuda externa en un marco que no ahogue el crecimiento que necesitamos. Si nuestro país detiene el crecimiento que ha iniciado, si se impide o traba de algún modo la reactivación que ha comenzado, no sólo resultará negativo para quienes en él vivimos, los acreedores deben entender que nuestro crecimiento es también para ellos la única alternativa.
Queremos superar este año el 5 por ciento de crecimiento del Producto Bruto Interno, en una ejecución plurianual nos disponemos a destinar 4.500 millones a la inversión pública reactivante. Estamos logrando sostener el crecimiento de la ocupación, que se elevó de mayo a julio, en el 1.1 por ciento, acumulando desde octubre de 2002 a julio de este año el mayor crecimiento del empleo de la década.
Es también parte de nuestro plan la política de gasto público con transparencia, con objetivos prioritarios en la educación, ciencia y tecnología, la promoción social y la integración del territorio.
El plan en política monetaria tiene como objetivo central asegurar la estabilidad de precios sin comprometer el nivel de actividad económica ni de la ocupación. Y los números demuestran resultados.
La reestructuración, el fortalecimiento, la búsqueda de mayor eficiencia del sistema financiero en su conjunto, de la banca oficial en particular y de los mercados de capitales, son instrumentos de aquella política y parte de aquel plan.
El plan se manifiesta en una política de ingresos centrada en el funcionamiento de los mercados, con la menor interferencia posible y la utiliización de las facultades del poder público para la corrección de las fallas del mercado en general.
Constituye parte del plan la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, fortaleciendo los organismos de recaudación y logrando el crecimiento sostenido de la recaudación.
Durante 2004 se discutirá la relación fiscal nación-provincias, para dictarse la norma de coparticipación comprometida en la Constitución de 1994 y no concretada hasta la fecha. Emergerá de esa discusión la perspectiva del país integrado que buscamos concretar.
Y también es parte del plan el haber entablado una negociación diferente con el Fondo Monetario Internacional, sin pedir fondos frescos, buscando la fijación de objetivos cumplibles y sin aceptar la imposición de recetas que puedan limitar las posibilidades de crecimiento incipiente de nuestra economía. (Aplausos)
Reclamamos de ese organismo multilateral que asuma la cuota de responsabilidad que le cabe por haber alentado las políticas que hicieron la eclosión de 2001. Negociamos con la clara percepción de que representamos al pueblo argentino y no perderemos de vista sus intereses.
Como vemos, no es que no haya plan, lo que pasa es que el plan que hay no les gusta a esos raros capitalistas que se declaran como tales pero que no quieren ni creen en la competencia ni en el riesgo empresario ni en las reglas claras y transparentes ni en el consumo masivo. Y como no creen en la competencia ni en el riesgo empresario, es que muchas veces se aseguran prácticas monopólicas o rentabilidades exorbitantes desde las resoluciones y regulaciones del propio Estado. Y como no quieren reglas claras y transparentes que permitan rentabilidades pero cuiden el derecho de los usuarios y consumidores, quieren funcionarios, organismos y marcos regulatorios a la medida de sus intereses. Raros capitalistas que no creen en el consumo como motor de la economía y que históricamente han demandado achicamiento de salarios para mejorar supuestamente la situación del país. ¿O será a caso que propugnan un inédito capitalismo donde sólo consuman ellos?
No es que no haya plan económico, lo que no hay son paquetazos, exabruptos ni lecciones diarias de economía.
Bien se ha mencionado aquí el paralelismo con aquél 2 de septiembre de 1931 y quiero agregar algo más: se trataba en aquella época de un final, de un verdadero fin de época y del comienzo de la nueva era mundial.
La más profunda depresión afectaba las economías más importantes y los países como el nuestro se encontraban en ella como una hoja al viento. Nosotros venimos saliendo de una crisis que ha sido varias veces más profunda que aquella depresión y estamos también ante un final de época.
El cambio es nuestro futuro, el futuro de todos, no sólo el futuro de los industriales o de un gobierno. Como los que en otras latitudes hicieron para superar sus problemas, debemos romper los viejos moldes, debemos intentarlo con nuevas ideas, con modernidad, con creatividad, pensando distinto a lo tradicional. Por supuesto que encontraremos resistencias, pesimismo e intereses contrapuestos, pero cuando a tanto les va mal o a unos pocos les va bien, que no quieren postergar sus privilegios, la lucha y el camino no será fácil. Pero debemos iniciar, a pesar de las dificultades, un nuevo ciclo virtuoso construyendo un capitalismo en serio, que no puede sino respetar las instituciones de la democracia, los derechos humanos y la dignidad del hombre; un capitalismo en serio, en donde valga la pena esforzarse, arriesgarse, emprender y ganar.
Queremos desde aquí integrarnos al mundo para prestigiar de tal modo nuestros productos que en cualquier lugar se pueda decir “está bien hecho, fue hecho en la Argentina”, que algunos de ustedes lo han logrado y obtuvieron y tienen prestigio internacional. Se trata de que otros muchos más lo logren, pues eso es lo que mide la grandeza de un país.
Un capitalismo como el que necesitamos, no se construye desde un gobierno, se construye desde un proyecto empresarial y de dirigencias que, asumiendo su rol, atan su destino como sector al del país al que pertenecen. Sino, basta mirar más allá de nuestras fronteras.
Producción y trabajo, no la especulación, son las características que diferencian a esos países que se desarrollan con los que no lo son.
Yo les quiero agradecer profundamente la invitación a acompañarlos en el “Día de la Industria”. Quería aprovechar esta instancia, como recién lo hice en la Bolsa de Comercio, aquí, en la casa de los industriales argentinos, para hacer estas reflexiones.
Es muy importante que todos los argentinos tengamos clara conciencia –y yo sé que ustedes la tienen- de porqué llegamos adonde estamos. Entremos a valorar, mejorar y perfeccionar los datos positivos y la recuperación que podamos lograr, pero también entendamos que nosotros le queremos devolver la tranquilidad a los inversores externos e internos. No queremos nunca más que los que invierten, los que arriesgan, los que creen en la producción nacional, los que creen en el trabajo nacional, los que creen en la industria nacional estén sufriendo con la pantalla de televisión donde cada cuatro o cinco días aparezca algún iluminado con medidas que absolutamente revierten todo el camino que estratégicamente se había delineado: la Argentina del saltinbanco, la Argentina de ese proyecto hegemónico, uniforme, que nos llevó a la situación que hoy tenemos todos los argentinos.
Nosotros queremos dar seguridades, seriedades, queremos ser absolutamente responsables. Nosotros, les puedo asegurar, vamos a poner todo nuestro esfuerzo para construir una Argentina que tenga su industria nacional donde los industriales nacionales vuelvan a recuperar el rol perdido.
Lo tenemos que hacer en un ida y vuelta permanente y sabemos que la lucha es difícil, porque la cultura de la ideología de la década del 90, penetró sectores de la información, penetró sectores de la sociedad argentina –algunos determinados- y creen que tener un plan económico siempre significa hacer quebrar a los industriales argentinos y dejar a la gente sin trabajo. Nosotros creemos lo contrario. (Aplausos)
Señores: nuestra presencia acá, la presencia del Gabinete, no es una presencia casual, es una presencia de compromiso y sabemos que tenemos que escuchar y sabemos que muchas veces tendremos que corregir cosas. Estamos dispuestos a hacerlo, creemos en la Argentina de la pluralidad, creemos en el capitalismo nacional, creemos en las estrategias nacionales, creemos en tener un país con estrategia y creemos necesariamente que la posibilidad de hacer una Argentina sin exclusión social en gran parte está en las manos, en la elaboración, en el esfuerzo y en riesgo que hacen los grandes y pequeños empresarios nacionales, los emprendedores y aquellos que se quieren sumar. Este Gobierno los va a estar acompañando.
Muchísimas gracias y gracias por la invitación.