Señor presidente de la Bolsa de Comercio; señores ministros del Poder Ejecutivo Nacional; señor secretario de Comunicaciones, autoridades nacionales; señoras, señores: hemos manifestado en este mismo lugar hace poco tiempo que vivíamos un instante de la historia en que debemos valernos de otras lógicas que nos ayuden e impulsen a la construcción de un país diferente. La creatividad, el aprovechamiento, la diversidad y la pluralidad, la imaginación aplicada con perspectiva de Nación, la reconciliación de las instituciones con el ciudadano, deben abrir el paso que va de la aplicación de un pensamiento único y excluyente de otras perspectivas a la generación de un nuevo modelo de país que integre social y territorialmente a sus habitantes en un marco de equidad y desarrollo.
En línea con este pensamiento trabajamos para generar esta iniciativa que inaugura un modo distinto de gestionar asuntos de interés general coordinando la participación pública y privada con criterios de un capitalismo moderno de proyección nacional hacia el mundo. Es la Bolsa de Comercio el ámbito en que queremos anunciar la puesta en marcha del fideicomiso “Complejo Industrial Nacional de las Telecomunicaciones”, que coordinando esfuerzos públicos y privados que constituye el centro de una acción que combina el espíritu emprendedor, el desarrollo de nuevas tecnologías, la captación de las inversiones y la creación de nuevas oportunidades de rentabilidad. Inversores privados que operan en el ámbito de las comunicaciones, actores del sistema financiero del ámbito público y del ámbito privado, bajo la administración del Banco de Inversión y Comercio Exterior, se suman para la generación de este fideicomiso. Con el aporte de estas empresas quedará conformado un fondo que alcanzará una cifra cercana a los 70 millones de pesos y que tras una correcta evaluación económica financiera prestará financiamiento a los proyectos vinculados al sector de las comunicaciones a una tasa razonable.
La colocación de los títulos del fideicomiso en el mercado, con procesos de oferta que garanticen transparencia y seguridad permitirá que se canalice ahorro actual hacia la inversión ampliando el fondo con el aporte de otros actores. Se trata de una iniciativa gubernamental con aportes públicos y privados para financiar estos proyectos. Fondos que administrados por una entidad perteneciente a la banca pública, se aplicará en proyectos del sector privado de las telecomunicaciones, que serán evaluados con criterio de eficiencia, con criterio económico y de rentabilidad.
Estamos convencidos de que debemos despertar las energías que la República Argentina atesora en el interior de su propia sociedad. Sólo así obtendremos sustentabilidad interna y una credibilidad exterior que pueda despertar interés en potenciales inversores que quieran colaborar en esta reconstrucción, que no sólo es económica sino también cultural y moral.
La capacidad de ahorro local será central en el proceso de crecimiento sostenido que queremos generar, las inversiones externas serán complementarias a este desarrollo de los mercados locales con integración al mundo. Sólo si los políticos, los empresarios, los periodistas, los economistas, los ciudadanos en general damos el paso de empezar a producir los profundos cambios culturales que nos permitan creer en un proyecto de raíz y contenido nacional, que nos permita proyectarnos al mundo, generaremos las condiciones para dejar atrás un pasado de frustración.
Si los argentinos no creemos en nosotros mismos, seguimos viviendo con las expectativas puestas en el exterior, esperando de allí las soluciones, sin asumir nuestras culpas y los propios errores que nos llevaron a la situación de la que intentamos denodadamente salir, no tendremos futuro. El tener claros estos conceptos es el punto de partida, pero la tarea será ardua y no está exenta de riesgos y peligros. Debemos perseverar en el trabajo y escuchar permanentemente a la sociedad que se expresa de diversos modos.
Pero que los argentinos debamos asumir nuestras propias culpas por el ominoso pasado no exime de responsabilidad a otros que contribuyeron al diseño del modelo que finalmente hizo estallar en mil pedazos la economía argentina y que terminó aplastando gran parte de las esperanzas de nuestro pueblo. El mundo fue testigo de la satisfacción que algunos mostraban a tomar a la Argentina como buena alumna, mientras aquí avanzaba un modelo que permitía que se concentrara la riqueza, se incrementara la corrupción, creciera la exclusión y a través de un gigantesco endeudamiento se hipotecara el futuro de varias generaciones.
Por eso, cada uno asumiendo su cuota de responsabilidad, es necesario que tengamos buena memoria, que no construyamos un país amnésico. Con distintos nombres, estatización de la deuda, Plan Brady, blindaje, megacanje, se transitó un camino que sostenían era la única vía. Después vimos sí que era un camino de única vía, única vía a la pobreza, a la destrucción del patrimonio nacional, a la paralización de la industria nacional; única vía hacia el default, única vía hacia la exclusión, única vía hacia el oprobio y la vergüenza nacional.
Es necesario que recordemos, no en un ejercicio de autoflagelación colectiva, sino para no perdernos en polémicas inútiles, para no perder nuestro tiempo que tenemos que dedicar a solucionar a fondo los problemas de los argentinos. Como si emergieran de pronto a la vida pública, sin historias y sin responsabilidades, vemos que algunos economistas y periodistas insisten en reclamar, bajo el pretexto de que los inversores externos esperan eso para venir, que se explicite un plan económico a la vieja usanza. Pareciera ser que quieren jugar con las esperanzas y las expectativas de un pueblo que aprendió a temerle a los grandes enunciados, llenos de frases altisonantes y palabras difíciles, dichas con el propósito de disimular los temas que enuncia. Estos minúsculos sectores de hablar difícil, cuando reclaman un plan económico están en verdad pidiendo medidas concretas que respondan a un plan hecho a la medida de los intereses de sus mandantes. Cualquier otra cosa que se les conteste no les satisface. Sólo reclaman que se haga lo que necesitan para que unos pocos cada vez puedan seguir ganando más y más fácil. Si no se hace lo que ellos aconsejan, dicen que no hay plan. Con este Presidente tendrán que acostumbrarse a ver en el Poder Ejecutivo a un hombre que trabaja por el interés de todos, a un hombre que jamás será gerente de los negocios que ellos imaginan como el camino más corto hacia las ganancias de sus mandantes. (Aplausos).
Para ellos durante toda la década del 90 hubo plan económico, nadie les escuchó quejarse de que no hubiera plan. Es que estaban aplicando el plan de ellos y de los intereses que representan. Ahora se aplica el plan de los ciudadanos. Por eso las quejas. ¿O no han sido en nada responsables de lo que nos pasó? ¿ O es que de pronto no tienen nada que ver con la concentración de la riqueza en cada vez menos manos? ¿Es que no se van a hacer cargo de la corrupción que asoló a la patria? ¿Es que no tiene que ver la existencia de aquel plan que aplaudían con la desocupación? ¿La exclusión social no es un resultado de lo que para ellos era un buen plan? Señores, somos pocos y nos conocemos mucho. La afirmación relativa a la ausencia de plan es una de las tantas manifestaciones de presión que ejercen dos tipos de actores claramente diferenciados. Por un lado están los que defienden intereses sectoriales y particulares, que intuyen que las medidas para salir de la crisis no favorecerán esos intereses. Por el otro lado se les suman los nostálgicos de las medidas que devastaron a nuestro país, que tienen una posición ideológicamente ligada a la experiencia de los noventa, que colapsó en el 2001 y nos retrotrajo hasta el subsuelo donde la Argentina está. No nos molesta que representen y defiendan sus intereses de sector, ello es natural y propio de la dinámica social. Tampoco nos incomoda que otros sigan creyendo en la “teoría del derrame” y en las políticas económicas del Consenso de Washington, pero por favor, un poco de decoro y de humildad. Y por sobre todas las cosas, realismo.
Fueron esas formas de gestionar el Estado, que fue cooptado por los intereses de grupo, y esas ideas de apertura indiscriminada, endeudamiento interno y eterno, entre otras, las que hundieron la producción nacional, destruyeron el trabajo de los argentinos, hipotecaron el país y sumieron a millones de compatriotas en la miseria. Gracias a Dios los argentinos tenemos memoria y recuperaremos el Estado para ponerlo al servicio del interés común. No más funcionarios que actúan por presión o por comisión. Nos alejamos de las posturas del ajuste por el ajuste mismo y siempre a costa del bolsillo y del bienestar del pueblo.
¿Qué otra cosa que un plan económico es que tengamos una clara política fiscal, monetaria y de ingresos; una política social que busca dejar atrás el asistencialismo para promover el desarrollo humano; la firme convicción de que el Estado debe suplir las carencias del mercado, la férrea defensa del crecimiento impidiendo que ningún ajuste ahogue la incipiente reactivación? En realidad todos lo sabemos, pasa que no tenemos el plan de ellos. Ellos quieren que volvamos a las medidas y a loas políticas que devastaron el país; quieren que volvamos al endeudamiento, al desguace de lo que resta del patrimonio nacional, a los organismos de control al servicio de las empresas que tienen que controlar. En síntesis, a lo que hemos vivido en los últimos tiempos: la corrupción de la política para que les resulte más fácil aplicar su plan con los políticos como lobbistas de sus intereses.
Ven con histeria que hablemos de inversión pública a cargo del Estado, porque lo conciben como un gasto improductivo y no les importa el trabajo que ella crea en su impacto en la vida cotidiana de quien no tiene agua, pavimento, cloaca ni vivienda. No quieren políticos que promuevan la inversión local porque no creen en la industria nacional ni en la producción ni en el trabajo de los argentinos. El plan que reclaman es volver al pasado y nosotros queremos y necesitamos cambiar. Es un hecho dado que critiquen. Son fieles a su lógica, la lógica del país que tenemos que superar, que dejar atrás, la lógica del pasado que no debemos dejar volver.
Nuestro plan es sostener una política fiscal encaminada a mantener los más altos niveles posibles de inversión pública, sin poner en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas. El plan es mantener un superávit primario que permita cumplir los compromisos internos, la deuda social y afrontar racionalmente los pagos al exterior; la deuda externa en un marco que no ahogue el crecimiento que necesitamos. Si nuestro país detiene el crecimiento que ha iniciado, si se impide o traba de algún modo la reactivación que ha comenzado, no sólo resultará negativo para quienes en él vivimos, los acreedores deben entender que nuestro crecimiento es también para ellos la única alternativa.
Queremos superar este año el 5 por ciento de crecimiento del Producto Bruto Interno, en una ejecución plurianual nos disponemos a destinar 4.500 millones a la inversión pública reactivante. Estamos logrando sostener el crecimiento de la ocupación, que se elevó de mayo a julio, en el 1.1 por ciento, acumulando desde octubre de 2002 a julio de este año el mayor crecimiento del empleo de la década.
Es también parte de nuestro plan la política de gasto público con transparencia con objetivos prioritarios en la educación, ciencia y tecnología, la promoción social y la integración del territorio.
El plan en política monetaria tiene como objetivo central asegurar la estabilidad de precios sin comprometer el nivel de actividad económica ni de la ocupación. Y los números demuestran resultados.
La reestructuración, el fortalecimiento, la búsqueda de mayor eficiencia del sistema financiero en su conjunto, de la banca oficial en particular y de los mercados de capitales, son instrumentos de aquella política y parte de aquel plan.
El plan se manifiesta en una política de ingresos centrada en el funcionamiento de los mercados, con la menor interferencia posible y la autorización de las facultades del poder público para la corrección de las fallas del mercado en general.
Constituye parte del plan la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, fortaleciendo los organismos de recaudación y logrando el crecimiento de la recaudación.
Durante el año 2004 se discutirá la relación fiscal nación-provincias, para dictarse la norma de coparticipación comprometida en la Constitución de 1994 y no concretada hasta la fecha. Emergerá de esa discusión la perspectiva del país integrado que buscamos concretar.
Y también es parte del plan el haber entablado una negociación diferente con el Fondo Monetario Internacional, sin pedir fondos frescos, buscando la fijación de objetivos cumplibles y sin aceptar la imposición de recetas que puedan limitar las posibilidades de crecimiento incipiente de nuestra economía. Reclamamos de ese organismo multilateral que asuma la cuota de responsabilidad que le cabe por haber alentado las políticas que hicieron explosión en el 2001. Negociamos con la clara percepción de que representamos al pueblo argentino y no perderemos de vista sus intereses.
Como vemos, no es que no haya plan, lo que pasa es que el plan que hay no les gusta a esos raros capitalistas que se declaran como tales pero no quieren ni creen en la competencia ni en el riesgo empresario ni en las reglas claras y transparentes ni en el consumo masivo. Y como no creen en la competencia ni en el riesgo empresario muchas veces se aseguran prácticas monopólicas o rentabilidades exorbitantes en las resoluciones y regulaciones del propio Estado. Y como no quieren reglas claras y transparentes que permitan rentabilidades pero cuiden el derecho de los usuarios y consumidores, quieren funcionarios, organismos y marcos regulatorios a la medida de sus intereses. Raros capitalistas que no creen en el consumo como motor de la economía y demandan achicamiento de salarios para mejorar supuestamente la situación del país. ¿O será que propugnan un capitalismo donde sólo consuman ellos?
No es que no haya plan económico, lo que no hay son paquetazos, exabruptos ni lecciones diarias de economía. El plan es construir en nuestra patria un capitalismo en serio, con reglas claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlar, para hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo un equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento del país. Un capitalismo en serio, donde importen las reglas y la calidad institucional; un capitalismo en serio que asuma riesgos y nutra nuestro consumo a la vez que agresivamente coloque sus productos donde los necesite el mundo; un capitalismo en serio, donde se combata el monopolio y la concentración, para no ahogar las iniciativas de los pequeños y medianos emprendedores; un capitalismo en serio donde se proteja al consumidor y al inversor con marcos regulatorios explícitos y transparentes, y organismos de control impolutos.
Vivimos el final de un ciclo, estamos poniendo fin a un ciclo que iniciado en 1976 hizo explosión arrastrándonos al subsuelo en el 2001. Queremos iniciar un nuevo ciclo virtuoso construyendo un capitalismo en serio, que no puede sino respetar las instituciones de la democracia, los derechos humanos y la dignidad del hombre; un capitalismo en serio, en donde valga la pena esforzarse, arriesgar, emprender y ganar.
Debemos desde aquí integrarnos al mundo, para prestigiar de tal modo nuestros productos que en el mundo se pueda decir “está bien hecho, está hecho en la Argentina”.
A estos sueños y realidades he venido a convocarlos. Estoy seguro que esta iniciativa que aquí anunciamos se multiplicará por cientos, por miles. Tenemos que trabajar con alegría los argentinos, porque tenemos que construir el camino correcto, porque tenemos un plan nacional, porque vamos obteniendo resultados y estamos dando crédito a las nuevas ideas, como la de este fideicomiso. Eso sí, crédito a tasas de un solo dígito.
Realmente, queridos amigos, quería expresar estas ideas y hacerlo en esta querida casa que me vuelve a albergar por tercera vez, con afecto y con respeto. Lo quería decir porque sé que por ella diariamente circulan hombres de negocios, de empresas, comprometidos permanentemente con la realidad nacional, y porque además sé que ustedes, como nosotros, piensan que la constitución y elaboración del perfil de país que tenemos que construir, del plan económico que tenemos que consolidar, de la Argentina que internamente debemos hacerla sustentable e integrarla externamente, debe ser hecho con el pensamiento plural y claro de todos aquellos actores que a pesar de todas las cosas que pasaron siguen confiando en este país, en la economía de este país e invirtiendo en este país.
Por eso les agradezco profundamente la posibilidad de poder participar hoy con ustedes, de poder expresar estas ideas, y estamos absolutamente dispuestos a escuchar permanentemente, a debatir en la síntesis de encontrar verdades superadoras que nos contengan; a tener la valentía de la pluralidad y a darnos cuenta de que por creer en un tiempo de la historia que había un plan único, una vía uniforme, que la verdad salía de un solo lado, hemos visto la angustia de los argentinos muchas veces. De argentinos como ustedes que invertían con seriedad y responsabilidad sus propias inversiones, su propia credibilidad de país, y cuando aparecía en una pantalla de televisión un nuevo plan, con una nueva idea cambiando todos los días, se ponía en riesgo el trabajo de años. Queremos volver a una Argentina previsible, con reglas de juego claras, donde nadie se levante con una sorpresa al otro día que le tire el trabajo de los abuelos, de los padres, que durante años creyeron en la Argentina. Esta es la Argentina que queremos ayudar a construir en este tiempo de la historia. Muchísimas gracias.
En línea con este pensamiento trabajamos para generar esta iniciativa que inaugura un modo distinto de gestionar asuntos de interés general coordinando la participación pública y privada con criterios de un capitalismo moderno de proyección nacional hacia el mundo. Es la Bolsa de Comercio el ámbito en que queremos anunciar la puesta en marcha del fideicomiso “Complejo Industrial Nacional de las Telecomunicaciones”, que coordinando esfuerzos públicos y privados que constituye el centro de una acción que combina el espíritu emprendedor, el desarrollo de nuevas tecnologías, la captación de las inversiones y la creación de nuevas oportunidades de rentabilidad. Inversores privados que operan en el ámbito de las comunicaciones, actores del sistema financiero del ámbito público y del ámbito privado, bajo la administración del Banco de Inversión y Comercio Exterior, se suman para la generación de este fideicomiso. Con el aporte de estas empresas quedará conformado un fondo que alcanzará una cifra cercana a los 70 millones de pesos y que tras una correcta evaluación económica financiera prestará financiamiento a los proyectos vinculados al sector de las comunicaciones a una tasa razonable.
La colocación de los títulos del fideicomiso en el mercado, con procesos de oferta que garanticen transparencia y seguridad permitirá que se canalice ahorro actual hacia la inversión ampliando el fondo con el aporte de otros actores. Se trata de una iniciativa gubernamental con aportes públicos y privados para financiar estos proyectos. Fondos que administrados por una entidad perteneciente a la banca pública, se aplicará en proyectos del sector privado de las telecomunicaciones, que serán evaluados con criterio de eficiencia, con criterio económico y de rentabilidad.
Estamos convencidos de que debemos despertar las energías que la República Argentina atesora en el interior de su propia sociedad. Sólo así obtendremos sustentabilidad interna y una credibilidad exterior que pueda despertar interés en potenciales inversores que quieran colaborar en esta reconstrucción, que no sólo es económica sino también cultural y moral.
La capacidad de ahorro local será central en el proceso de crecimiento sostenido que queremos generar, las inversiones externas serán complementarias a este desarrollo de los mercados locales con integración al mundo. Sólo si los políticos, los empresarios, los periodistas, los economistas, los ciudadanos en general damos el paso de empezar a producir los profundos cambios culturales que nos permitan creer en un proyecto de raíz y contenido nacional, que nos permita proyectarnos al mundo, generaremos las condiciones para dejar atrás un pasado de frustración.
Si los argentinos no creemos en nosotros mismos, seguimos viviendo con las expectativas puestas en el exterior, esperando de allí las soluciones, sin asumir nuestras culpas y los propios errores que nos llevaron a la situación de la que intentamos denodadamente salir, no tendremos futuro. El tener claros estos conceptos es el punto de partida, pero la tarea será ardua y no está exenta de riesgos y peligros. Debemos perseverar en el trabajo y escuchar permanentemente a la sociedad que se expresa de diversos modos.
Pero que los argentinos debamos asumir nuestras propias culpas por el ominoso pasado no exime de responsabilidad a otros que contribuyeron al diseño del modelo que finalmente hizo estallar en mil pedazos la economía argentina y que terminó aplastando gran parte de las esperanzas de nuestro pueblo. El mundo fue testigo de la satisfacción que algunos mostraban a tomar a la Argentina como buena alumna, mientras aquí avanzaba un modelo que permitía que se concentrara la riqueza, se incrementara la corrupción, creciera la exclusión y a través de un gigantesco endeudamiento se hipotecara el futuro de varias generaciones.
Por eso, cada uno asumiendo su cuota de responsabilidad, es necesario que tengamos buena memoria, que no construyamos un país amnésico. Con distintos nombres, estatización de la deuda, Plan Brady, blindaje, megacanje, se transitó un camino que sostenían era la única vía. Después vimos sí que era un camino de única vía, única vía a la pobreza, a la destrucción del patrimonio nacional, a la paralización de la industria nacional; única vía hacia el default, única vía hacia la exclusión, única vía hacia el oprobio y la vergüenza nacional.
Es necesario que recordemos, no en un ejercicio de autoflagelación colectiva, sino para no perdernos en polémicas inútiles, para no perder nuestro tiempo que tenemos que dedicar a solucionar a fondo los problemas de los argentinos. Como si emergieran de pronto a la vida pública, sin historias y sin responsabilidades, vemos que algunos economistas y periodistas insisten en reclamar, bajo el pretexto de que los inversores externos esperan eso para venir, que se explicite un plan económico a la vieja usanza. Pareciera ser que quieren jugar con las esperanzas y las expectativas de un pueblo que aprendió a temerle a los grandes enunciados, llenos de frases altisonantes y palabras difíciles, dichas con el propósito de disimular los temas que enuncia. Estos minúsculos sectores de hablar difícil, cuando reclaman un plan económico están en verdad pidiendo medidas concretas que respondan a un plan hecho a la medida de los intereses de sus mandantes. Cualquier otra cosa que se les conteste no les satisface. Sólo reclaman que se haga lo que necesitan para que unos pocos cada vez puedan seguir ganando más y más fácil. Si no se hace lo que ellos aconsejan, dicen que no hay plan. Con este Presidente tendrán que acostumbrarse a ver en el Poder Ejecutivo a un hombre que trabaja por el interés de todos, a un hombre que jamás será gerente de los negocios que ellos imaginan como el camino más corto hacia las ganancias de sus mandantes. (Aplausos).
Para ellos durante toda la década del 90 hubo plan económico, nadie les escuchó quejarse de que no hubiera plan. Es que estaban aplicando el plan de ellos y de los intereses que representan. Ahora se aplica el plan de los ciudadanos. Por eso las quejas. ¿O no han sido en nada responsables de lo que nos pasó? ¿ O es que de pronto no tienen nada que ver con la concentración de la riqueza en cada vez menos manos? ¿Es que no se van a hacer cargo de la corrupción que asoló a la patria? ¿Es que no tiene que ver la existencia de aquel plan que aplaudían con la desocupación? ¿La exclusión social no es un resultado de lo que para ellos era un buen plan? Señores, somos pocos y nos conocemos mucho. La afirmación relativa a la ausencia de plan es una de las tantas manifestaciones de presión que ejercen dos tipos de actores claramente diferenciados. Por un lado están los que defienden intereses sectoriales y particulares, que intuyen que las medidas para salir de la crisis no favorecerán esos intereses. Por el otro lado se les suman los nostálgicos de las medidas que devastaron a nuestro país, que tienen una posición ideológicamente ligada a la experiencia de los noventa, que colapsó en el 2001 y nos retrotrajo hasta el subsuelo donde la Argentina está. No nos molesta que representen y defiendan sus intereses de sector, ello es natural y propio de la dinámica social. Tampoco nos incomoda que otros sigan creyendo en la “teoría del derrame” y en las políticas económicas del Consenso de Washington, pero por favor, un poco de decoro y de humildad. Y por sobre todas las cosas, realismo.
Fueron esas formas de gestionar el Estado, que fue cooptado por los intereses de grupo, y esas ideas de apertura indiscriminada, endeudamiento interno y eterno, entre otras, las que hundieron la producción nacional, destruyeron el trabajo de los argentinos, hipotecaron el país y sumieron a millones de compatriotas en la miseria. Gracias a Dios los argentinos tenemos memoria y recuperaremos el Estado para ponerlo al servicio del interés común. No más funcionarios que actúan por presión o por comisión. Nos alejamos de las posturas del ajuste por el ajuste mismo y siempre a costa del bolsillo y del bienestar del pueblo.
¿Qué otra cosa que un plan económico es que tengamos una clara política fiscal, monetaria y de ingresos; una política social que busca dejar atrás el asistencialismo para promover el desarrollo humano; la firme convicción de que el Estado debe suplir las carencias del mercado, la férrea defensa del crecimiento impidiendo que ningún ajuste ahogue la incipiente reactivación? En realidad todos lo sabemos, pasa que no tenemos el plan de ellos. Ellos quieren que volvamos a las medidas y a loas políticas que devastaron el país; quieren que volvamos al endeudamiento, al desguace de lo que resta del patrimonio nacional, a los organismos de control al servicio de las empresas que tienen que controlar. En síntesis, a lo que hemos vivido en los últimos tiempos: la corrupción de la política para que les resulte más fácil aplicar su plan con los políticos como lobbistas de sus intereses.
Ven con histeria que hablemos de inversión pública a cargo del Estado, porque lo conciben como un gasto improductivo y no les importa el trabajo que ella crea en su impacto en la vida cotidiana de quien no tiene agua, pavimento, cloaca ni vivienda. No quieren políticos que promuevan la inversión local porque no creen en la industria nacional ni en la producción ni en el trabajo de los argentinos. El plan que reclaman es volver al pasado y nosotros queremos y necesitamos cambiar. Es un hecho dado que critiquen. Son fieles a su lógica, la lógica del país que tenemos que superar, que dejar atrás, la lógica del pasado que no debemos dejar volver.
Nuestro plan es sostener una política fiscal encaminada a mantener los más altos niveles posibles de inversión pública, sin poner en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas. El plan es mantener un superávit primario que permita cumplir los compromisos internos, la deuda social y afrontar racionalmente los pagos al exterior; la deuda externa en un marco que no ahogue el crecimiento que necesitamos. Si nuestro país detiene el crecimiento que ha iniciado, si se impide o traba de algún modo la reactivación que ha comenzado, no sólo resultará negativo para quienes en él vivimos, los acreedores deben entender que nuestro crecimiento es también para ellos la única alternativa.
Queremos superar este año el 5 por ciento de crecimiento del Producto Bruto Interno, en una ejecución plurianual nos disponemos a destinar 4.500 millones a la inversión pública reactivante. Estamos logrando sostener el crecimiento de la ocupación, que se elevó de mayo a julio, en el 1.1 por ciento, acumulando desde octubre de 2002 a julio de este año el mayor crecimiento del empleo de la década.
Es también parte de nuestro plan la política de gasto público con transparencia con objetivos prioritarios en la educación, ciencia y tecnología, la promoción social y la integración del territorio.
El plan en política monetaria tiene como objetivo central asegurar la estabilidad de precios sin comprometer el nivel de actividad económica ni de la ocupación. Y los números demuestran resultados.
La reestructuración, el fortalecimiento, la búsqueda de mayor eficiencia del sistema financiero en su conjunto, de la banca oficial en particular y de los mercados de capitales, son instrumentos de aquella política y parte de aquel plan.
El plan se manifiesta en una política de ingresos centrada en el funcionamiento de los mercados, con la menor interferencia posible y la autorización de las facultades del poder público para la corrección de las fallas del mercado en general.
Constituye parte del plan la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, fortaleciendo los organismos de recaudación y logrando el crecimiento de la recaudación.
Durante el año 2004 se discutirá la relación fiscal nación-provincias, para dictarse la norma de coparticipación comprometida en la Constitución de 1994 y no concretada hasta la fecha. Emergerá de esa discusión la perspectiva del país integrado que buscamos concretar.
Y también es parte del plan el haber entablado una negociación diferente con el Fondo Monetario Internacional, sin pedir fondos frescos, buscando la fijación de objetivos cumplibles y sin aceptar la imposición de recetas que puedan limitar las posibilidades de crecimiento incipiente de nuestra economía. Reclamamos de ese organismo multilateral que asuma la cuota de responsabilidad que le cabe por haber alentado las políticas que hicieron explosión en el 2001. Negociamos con la clara percepción de que representamos al pueblo argentino y no perderemos de vista sus intereses.
Como vemos, no es que no haya plan, lo que pasa es que el plan que hay no les gusta a esos raros capitalistas que se declaran como tales pero no quieren ni creen en la competencia ni en el riesgo empresario ni en las reglas claras y transparentes ni en el consumo masivo. Y como no creen en la competencia ni en el riesgo empresario muchas veces se aseguran prácticas monopólicas o rentabilidades exorbitantes en las resoluciones y regulaciones del propio Estado. Y como no quieren reglas claras y transparentes que permitan rentabilidades pero cuiden el derecho de los usuarios y consumidores, quieren funcionarios, organismos y marcos regulatorios a la medida de sus intereses. Raros capitalistas que no creen en el consumo como motor de la economía y demandan achicamiento de salarios para mejorar supuestamente la situación del país. ¿O será que propugnan un capitalismo donde sólo consuman ellos?
No es que no haya plan económico, lo que no hay son paquetazos, exabruptos ni lecciones diarias de economía. El plan es construir en nuestra patria un capitalismo en serio, con reglas claras en las que el Estado juegue su rol inteligentemente para regular, para controlar, para hacerse presente donde haga falta mitigar los males que el mercado no repara, poniendo un equilibrio en la sociedad que permita el normal funcionamiento del país. Un capitalismo en serio, donde importen las reglas y la calidad institucional; un capitalismo en serio que asuma riesgos y nutra nuestro consumo a la vez que agresivamente coloque sus productos donde los necesite el mundo; un capitalismo en serio, donde se combata el monopolio y la concentración, para no ahogar las iniciativas de los pequeños y medianos emprendedores; un capitalismo en serio donde se proteja al consumidor y al inversor con marcos regulatorios explícitos y transparentes, y organismos de control impolutos.
Vivimos el final de un ciclo, estamos poniendo fin a un ciclo que iniciado en 1976 hizo explosión arrastrándonos al subsuelo en el 2001. Queremos iniciar un nuevo ciclo virtuoso construyendo un capitalismo en serio, que no puede sino respetar las instituciones de la democracia, los derechos humanos y la dignidad del hombre; un capitalismo en serio, en donde valga la pena esforzarse, arriesgar, emprender y ganar.
Debemos desde aquí integrarnos al mundo, para prestigiar de tal modo nuestros productos que en el mundo se pueda decir “está bien hecho, está hecho en la Argentina”.
A estos sueños y realidades he venido a convocarlos. Estoy seguro que esta iniciativa que aquí anunciamos se multiplicará por cientos, por miles. Tenemos que trabajar con alegría los argentinos, porque tenemos que construir el camino correcto, porque tenemos un plan nacional, porque vamos obteniendo resultados y estamos dando crédito a las nuevas ideas, como la de este fideicomiso. Eso sí, crédito a tasas de un solo dígito.
Realmente, queridos amigos, quería expresar estas ideas y hacerlo en esta querida casa que me vuelve a albergar por tercera vez, con afecto y con respeto. Lo quería decir porque sé que por ella diariamente circulan hombres de negocios, de empresas, comprometidos permanentemente con la realidad nacional, y porque además sé que ustedes, como nosotros, piensan que la constitución y elaboración del perfil de país que tenemos que construir, del plan económico que tenemos que consolidar, de la Argentina que internamente debemos hacerla sustentable e integrarla externamente, debe ser hecho con el pensamiento plural y claro de todos aquellos actores que a pesar de todas las cosas que pasaron siguen confiando en este país, en la economía de este país e invirtiendo en este país.
Por eso les agradezco profundamente la posibilidad de poder participar hoy con ustedes, de poder expresar estas ideas, y estamos absolutamente dispuestos a escuchar permanentemente, a debatir en la síntesis de encontrar verdades superadoras que nos contengan; a tener la valentía de la pluralidad y a darnos cuenta de que por creer en un tiempo de la historia que había un plan único, una vía uniforme, que la verdad salía de un solo lado, hemos visto la angustia de los argentinos muchas veces. De argentinos como ustedes que invertían con seriedad y responsabilidad sus propias inversiones, su propia credibilidad de país, y cuando aparecía en una pantalla de televisión un nuevo plan, con una nueva idea cambiando todos los días, se ponía en riesgo el trabajo de años. Queremos volver a una Argentina previsible, con reglas de juego claras, donde nadie se levante con una sorpresa al otro día que le tire el trabajo de los abuelos, de los padres, que durante años creyeron en la Argentina. Esta es la Argentina que queremos ayudar a construir en este tiempo de la historia. Muchísimas gracias.