Majestades; comitiva que los acompaña; señor ex presidente de la Nación, doctor Raúl Alfonsín; señores gobernadores; señor director de la Real Academia Española; señor director del Instituto Cervantes; autoridades nacionales, provinciales y municipales; señores miembros del Cuerpo Diplomático; señores escritores, académicos, exponentes y participantes de este III Congreso; señoras y señores: en representación del Gobierno y en nombre del pueblo argentino quiero darles la más cálida bienvenida a este III Congreso Internacional de la Lengua Española y a esta hermosa y querida ciudad de Rosario.
Muy en particular quiero saludar a Juan Carlos y Sofía, Reyes de España y amigos de Argentina. Quiero destacar también a tantas y tan distinguidas personalidades del mundo hispanohablante que se han dado cita en este lugar.
Deseo agradecer la importante tarea de la Comisión Ejecutiva y destacar este evento por la colaboración de los estados y las empresas y particulares que han colaborado para su realización.
Verdaderamente la Real Academia de la Lengua Española, la Federación de Academias de Lengua Española; la Academia Argentina de Letras, el Instituto Cervantes, están cumpliendo una función central que estos congresos tienen ante sí, cual es la de avivar la conciencia de la existencia de una corresponsabilidad de gobiernos, instituciones y personas en la promoción y mantenimiento de una unidad esencial de nuestra lengua.
Nosotros estamos en una verdadera tarea de reconstrucción, no sólo de recuperar la capacidad de producir, que mejora los indicadores económicos y sociales, sino también de la dignidad y memoria histórica; podemos dar fe de la importancia y la necesidad de la afirmación de la identidad de un pueblo.
Mucho de la tarea que nos preocupa a los argentinos pasa por elevar nuestra autoestima; volver a creer en nuestra capacidad de crear, de construir, de recuperar, de revalorizar nuestra fe, nuestra laboriosidad y nuestra constancia, que constituyen cuestiones claves para motorizar el crecimiento que hoy nos tiene por protagonistas.
La afirmación de la identidad de un pueblo como el nuestro necesita poner lo cultural como centro y en el centro de nuestra cultura está nuestra lengua. Que se reflexione respecto de las implicancias que la globalización pueda tener en la identidad lingüística, como sugiere el lema de este Congreso, puede ser muy útil para prevenir males futuros. Será útil también que se dedique tiempo y esfuerzo al estudio de las graves consecuencias que la exclusión, el hambre y la pobreza, que afectan a muchos de los países de habla hispanoamericana, tienen en lo que respecta al uso de la lengua y al acceso a la educación y a los bienes culturales que ella posibilita en esta época de globalización.
En medio de esa globalización que achica distancias y que en la década pasada en nuestra patria, lamentablemente, fue sinónimo de apertura indiscriminada de la economía, desvalorización de lo local e incremento de las desigualdades sociales, la esperanza está en la revalorización de lo propio. Allí es donde cobra especial importancia el concepto de la identidad lingüística, la lengua atesora una tradición y una memoria que habilita la comunicación como fundamento de los consensos básicos requeridos por la auténtica vida en democracia y establece lazos para la más efectiva integración de los pueblos.
Pero esa identidad no tiene que ser una cerrazón que impida el diálogo intercultural, estaría América negando su condición e ignorando lo indígena y su riqueza lingüística. El paisaje latino es hoy una policromía que cuenta con mestizaje de etnias, de costumbres y de lenguas en su modo de ser. Nuestra literatura expresa de modo palpable toda esa riqueza y corresponde que deje entonces a los escritores, a los profesores, a los lingüistas y participantes en general de este Congreso, la tarea de explorar los esbozos de ideas que me atrevo a expresar desde la humilde condición que me ubica para la inauguración del evento.
En definitiva, el centro de mi vocación no está en el estudio de la lengua sino en la política, y ubico en el nudo de la política, de esa actividad noble que debe ser la política con mayúsculas, el poder encontrar los medios prácticos de concretar con transparencia las ideas que puedan ayudar a la obtención del bien común.
Nuestro Gobierno tiene entre sus metas centrales la inclusión, la igualdad y la justicia social. El reconocimiento de la diversidad de realidades, de experiencias, de territorios y culturas, las diferencias y alteridades que enriquecen nuestras sociedades, son valores que respetamos y queremos preservar. Ello no es un obstáculo para que reconozcamos el valor y el poder de nuestra propia identidad, y en ese lugar cobra valor lo que se pueda hacer por defender la identidad de nuestra lengua en esta verdadera sociedad de la información. Saldar brechas internas, evitar la fragmentación, bien puede ser el trabajo de la identidad cultural que traduce nuestra lengua.
Quiero para finalizar compartir los homenajes que en el curso de esta jornada se concretarán a insignes personalidades de la literatura hispanoamericana y además quiero desearles a la totalidad de nuestros visitantes una muy feliz estadía, que no tengo duda que tendrán en esta acogedora ciudad.
Doy de esta manera formal inicio a la sesión inaugural de este III Congreso Internacional de la Lengua Española. Y hoy, a pesar de sus dificultades y retrasos, a pesar del largo camino que le queda por recorrer hacia su desarrollo, lacerada por la exclusión y la desigualdad, América está pletórica de esperanzas y da calor a nuestros sueños de cambio, es un buen día para que realicen vuestro trabajo. Muchas gracias. (Aplausos)
Muy en particular quiero saludar a Juan Carlos y Sofía, Reyes de España y amigos de Argentina. Quiero destacar también a tantas y tan distinguidas personalidades del mundo hispanohablante que se han dado cita en este lugar.
Deseo agradecer la importante tarea de la Comisión Ejecutiva y destacar este evento por la colaboración de los estados y las empresas y particulares que han colaborado para su realización.
Verdaderamente la Real Academia de la Lengua Española, la Federación de Academias de Lengua Española; la Academia Argentina de Letras, el Instituto Cervantes, están cumpliendo una función central que estos congresos tienen ante sí, cual es la de avivar la conciencia de la existencia de una corresponsabilidad de gobiernos, instituciones y personas en la promoción y mantenimiento de una unidad esencial de nuestra lengua.
Nosotros estamos en una verdadera tarea de reconstrucción, no sólo de recuperar la capacidad de producir, que mejora los indicadores económicos y sociales, sino también de la dignidad y memoria histórica; podemos dar fe de la importancia y la necesidad de la afirmación de la identidad de un pueblo.
Mucho de la tarea que nos preocupa a los argentinos pasa por elevar nuestra autoestima; volver a creer en nuestra capacidad de crear, de construir, de recuperar, de revalorizar nuestra fe, nuestra laboriosidad y nuestra constancia, que constituyen cuestiones claves para motorizar el crecimiento que hoy nos tiene por protagonistas.
La afirmación de la identidad de un pueblo como el nuestro necesita poner lo cultural como centro y en el centro de nuestra cultura está nuestra lengua. Que se reflexione respecto de las implicancias que la globalización pueda tener en la identidad lingüística, como sugiere el lema de este Congreso, puede ser muy útil para prevenir males futuros. Será útil también que se dedique tiempo y esfuerzo al estudio de las graves consecuencias que la exclusión, el hambre y la pobreza, que afectan a muchos de los países de habla hispanoamericana, tienen en lo que respecta al uso de la lengua y al acceso a la educación y a los bienes culturales que ella posibilita en esta época de globalización.
En medio de esa globalización que achica distancias y que en la década pasada en nuestra patria, lamentablemente, fue sinónimo de apertura indiscriminada de la economía, desvalorización de lo local e incremento de las desigualdades sociales, la esperanza está en la revalorización de lo propio. Allí es donde cobra especial importancia el concepto de la identidad lingüística, la lengua atesora una tradición y una memoria que habilita la comunicación como fundamento de los consensos básicos requeridos por la auténtica vida en democracia y establece lazos para la más efectiva integración de los pueblos.
Pero esa identidad no tiene que ser una cerrazón que impida el diálogo intercultural, estaría América negando su condición e ignorando lo indígena y su riqueza lingüística. El paisaje latino es hoy una policromía que cuenta con mestizaje de etnias, de costumbres y de lenguas en su modo de ser. Nuestra literatura expresa de modo palpable toda esa riqueza y corresponde que deje entonces a los escritores, a los profesores, a los lingüistas y participantes en general de este Congreso, la tarea de explorar los esbozos de ideas que me atrevo a expresar desde la humilde condición que me ubica para la inauguración del evento.
En definitiva, el centro de mi vocación no está en el estudio de la lengua sino en la política, y ubico en el nudo de la política, de esa actividad noble que debe ser la política con mayúsculas, el poder encontrar los medios prácticos de concretar con transparencia las ideas que puedan ayudar a la obtención del bien común.
Nuestro Gobierno tiene entre sus metas centrales la inclusión, la igualdad y la justicia social. El reconocimiento de la diversidad de realidades, de experiencias, de territorios y culturas, las diferencias y alteridades que enriquecen nuestras sociedades, son valores que respetamos y queremos preservar. Ello no es un obstáculo para que reconozcamos el valor y el poder de nuestra propia identidad, y en ese lugar cobra valor lo que se pueda hacer por defender la identidad de nuestra lengua en esta verdadera sociedad de la información. Saldar brechas internas, evitar la fragmentación, bien puede ser el trabajo de la identidad cultural que traduce nuestra lengua.
Quiero para finalizar compartir los homenajes que en el curso de esta jornada se concretarán a insignes personalidades de la literatura hispanoamericana y además quiero desearles a la totalidad de nuestros visitantes una muy feliz estadía, que no tengo duda que tendrán en esta acogedora ciudad.
Doy de esta manera formal inicio a la sesión inaugural de este III Congreso Internacional de la Lengua Española. Y hoy, a pesar de sus dificultades y retrasos, a pesar del largo camino que le queda por recorrer hacia su desarrollo, lacerada por la exclusión y la desigualdad, América está pletórica de esperanzas y da calor a nuestros sueños de cambio, es un buen día para que realicen vuestro trabajo. Muchas gracias. (Aplausos)