Señores gobernadores, señor presidente de la Cámara Argentina de la Construcción; señor ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios; autoridades nacionales y provinciales; señor secretario general de la UOCRA; señores empresarios; señores representantes de entidades de la construcción; señoras y señores: en primer lugar quiero agradecer la oportunidad que nos brindan de compartir con ustedes otra convención anual de esta cámara. Es para nosotros importante poder referirnos en este marco a la situación anual de nuestra patria, sin olvidar el punto de partida, intentando además desentrañar los caminos que nos falta recorrer. Es interesante que analicemos, para ir introduciendo mejoras, qué obstáculos encontramos en la tarea y cuál es el mejor camino para vencerlos.
Creo que tenemos motivos para ser racionalmente optimistas. No lo digo sólo por lo que indican las estadísticas y los números de la economía o del sector de la construcción, creo que existen razones más profundas. Es como si los argentinos estuviéramos recuperando la memoria de las mejores épocas, es como si estuviéramos dejando atrás una larga noche.
Cada vez más avanzamos contra la idea del “no se puede”, recuperamos la autoestima y empezamos a creer en nuestra potencialidad, nuestra capacidad creativa, nuestro trabajo. No es que se hayan borrado las dificultades ni que se hayan superado los obstáculos, pero empezamos a tener la convicción de que con dedicación y esfuerzo los podemos superar o vencer. Cada vez más argentinos aceptan la evidencia verdadera del fracaso de la teoría del “derrame de la riqueza” que nos hizo dilapidar oportunidades. Muy pocos quedan dispuestos a sostener que el mercado por sí solo reduce los niveles de pobreza. Se advierte cada vez más claro que un país con fuerte inequidad reduce la pobreza en menor magnitud que otro con una distribución más igualitaria.
Cuando expresamos que estábamos ante la oportunidad histórica de diseñar un proyecto nacional, un modelo de nación integrada en sus diversas regiones que desde un capitalismo serio se plantee otorgar oportunidades de trabajo y bienestar, al tiempo de integrarse con inteligencia al mundo, no nos equivocábamos. En consecuencia los logros que hoy podemos lucir ratifican el camino adoptado. Estamos ganando la batalla contra la idea de que lo argentino no vale, estamos empezando a creer en nosotros y estamos transitando el camino de la construcción de aquel país que soñamos.
No en vano reclamamos a los organismos multilaterales de crédito que respeten la autonomía de nuestras decisiones, no en vano nos resistimos a creer que las recomendaciones de los funcionarios y técnicos de esas entidades son la acertadas y razonables en todas las circunstancias. Estamos comprometidos, sin ambigüedades, a mantener la responsabilidad fiscal y a modificar las políticas que ocasionaron más problemas y más pobreza en nuestro país.
Sabemos que los argentinos vamos a superar nuestras dificultades en un marco de unidad en la diversidad. No será tarea de un solo gobierno ni tarea solitaria del gobierno, debemos concatenar los esfuerzos del gobierno y la sociedad, de los empresarios con sentido nacional, de los intelectuales, de nuestra clase media, de los trabajadores, con un profundo sentido de patria y con un criterio moderno y audaz de defender lo nuestro.
El desafío es lograr sustentabilidad interna para construir desde ella una base sólida de integración al mundo. Tenemos que disminuir drásticamente los niveles de exclusión y desigualdad para que los argentinos más sumergidos puedan ver en este nuevo modelo la posibilidad de su trabajo y su bienestar. Mejorar la calidad de las instituciones, mejorar la calidad de vida de nuestra población erradicando el hambre más urgente y la pobreza extrema, disminuir los índices de desempleo y terminar con las situaciones de extrema desigualdad, ayudará a dar firmeza política a este proyecto nacional.
El mundo enseña que no puede haber democracia sostenible con exclusión social. La economía argentina real otorga señales positivas y auspiciosas, resultado de políticas que aplicamos, ya que hemos disminuido 10 puntos el porcentaje de población que se ubica bajo la línea de pobreza. No se registran antecedentes de una baja tan pronunciada en tan corto plazo. Debemos recordar que asumimos hace un año y medio; sólo en el último año 3 millones 200 mil personas dejaron la pobreza y 3 millones 600 mil personas dejaron la indigencia.
El manejo fiscal responsable, la correcta política monetaria, el resultado de la lucha contra la evasión, el incremento de la recaudación, el mayor nivel de reservas, la baja inflación, las tasas de interés en baja, el cambio realista y flexible acompañan un crecimiento sostenido de la economía. Es en ese marco de responsabilidad fiscal que hemos logrado mantener un importante superávit fiscal, pero no a costas de desatender las necesidades de nuestro desarrollo. Sabemos que no cualquier superávit es defendible, cuando los superávit se logran merced a la disminución del gasto social o a la eliminación de inversiones en infraestructura física el superávit pierde virtuosidad. Desatendiendo a los que necesitan o relegando la creación de infraestructura se termina por hacer de algo bueno un instrumento de desequilibrio político, social y económico negativo para el país y negativo para el funcionamiento de la economía.
Pero a pesar de las buenas señales y la realidad de la mejora económica nos quedan obstáculos por superar. Se trata de obstáculos que no serán imposible de superar, pero que dificultan la velocidad del avance que pretendemos. Tienen sus raíces en la negra noche que venimos superando, en nuestra historia reciente, en el verdadero desguace sufrido por el Estado que ha dejado secuelas que hoy dificultan. El modelo de exclusión tenía como beneficiarios concretos a intereses que no quieren de ningún modo ceder su lugar de privilegio. Quedan enquistados en sectores que no comprenden aún la nueva situación procederes típicos de la vieja Argentina, obstáculos que superaremos con nuestro esfuerzo y que evidencian la necesidad del cambio cultural que entre todos concretaremos.
El Estado debe vencer su propia inercia y desactivar los instrumentos burocráticos que retrasan y lentifican las inversiones públicas. Es que años de desinversión estatal no sólo crearon atraso y pobreza, se anquilosaron las estructuras estatales y se perdió la capacidad para acelerar los procesos. Durante años se prepararon las estructuras para el desguace y la venta de los activos estatales y hoy que necesitamos que el Estado invierta se hace muy lento el proceso que lleva a concretar la inversión pública.
Los intereses favorecidos por el viejo modelo que debemos superar no han sido vencidos íntegramente y pugnan por obstruir, por impedir y por desalentar; utilizan toda su capacidad para activar la defensa de una vieja Argentina de prebendas y privilegios que durante décadas les ha favorecido solamente a ellos. Sin embargo es una cuestión de supervivencia impedir que eviten esta nueva construcción. Debemos sumar a esos obstáculos el hecho de que algunos, creyendo ya superadas todas las dificultades del país, se dejan engañar por el espejismo de la ganancia fácil. Recurrir al simple incremento de precios en base a la importante demanda que existe en vuestro rubro, en vez de apostar al crecimiento con inversiones para producir más, es dejarse engañar por un espejismo. Los que así actúen quizás en el muy corto plazo obtengan en alguna circunstancia mayor ganancia, pero si no incrementan su productividad perderán la posibilidad de conservar su lugar en la industria por caída de su competitividad.
La suba del consumo de los insumos para la construcción puede generar esa posibilidad de incrementos. Ha crecido el consumo del asfalto en un 33,2 por ciento; el del cemento en un 18,6 por ciento; la fabricación de productos siderúrgicos no planos – entre los que se destacan el de hierro redondo para hormigón – creció un 16 por ciento y el consumo de pinturas para la construcción un 17,5 por ciento. El mercado interno del vidrio para la construcción creció en setiembre un 20 por ciento. Algunos se dejan tentar, dudan y se dejan llevar por el facilismo de incrementar precios aprovechando la mayor demanda, entre ganar mucho en un corto plazo y ganar mercado y solidez por inversión no deberían dudar. Pensar en el conjunto sería la mejor manera de defender el interés propio, es ese el punto que nuestro empresariado debe fortificar.
Como vemos no son obstáculos insuperables, pero que existen, existen. Que nadie crea que será fácil, lo malo sería actuar con la impunidad de creer que esos problemas no existen.
No sólo estamos los argentinos superando una de las tantas crisis, estamos echando las sólidas bases de un nuevo país. Un nuevo país más inclusivo con más equidad y justicia social. Estamos haciendo de la Argentina un país serio, un país normal. Las inversiones productivas ayudarán a esa construcción colectiva. Por lo pronto hemos vuelto a planificar obra pública, que es mano de obra de trabajadores argentinos; obra pública es mejor calidad de vida para todos, obra pública es integración verdaderamente federal. Con obra pública tendremos una mejor base para el desarrollo de las actividades privadas, para el comercio, para el turismo. Estamos rescatando los pueblos de su abandono y creceremos sobre la base de darle valor a nuestro trabajo genuino.
Hablamos de algo que todos podemos palpar, no es necesario saber de economía para darse cuenta de las mejoras de las variables. Basta ver la reapertura de fábricas, el incremento del número argentinos que venden al exterior, los caminos y edificios en construcción, el incremento de los medianos y pequeños productores integrados al sistema, la generación de nuevas cooperativas y tantas otras iniciativas que se desarrollan por doquier.
Los sectores productores de bienes crecieron en un 14 por ciento y de ellos la actividad de la construcción creció ya un 27 por ciento durante nuestro gobierno. Debemos actuar para reforzar la inversión productiva, que está en un nivel cercano al 18 por ciento del PBI, recuperándose tras la crisis pero que resulta todavía insuficiente para un crecimiento duradero y sostenible en el tiempo. El Estado es el primero en dar la señal, la inversión de obra pública compuesta por inversión directa en construcciones y transferencia de capital para esa finalidad incrementan el presupuesto para el 2005 en un 54,1 por ciento, ya que los 4.664 millones del año actual pasaron a sumar 7.153 millones. La inversión real directa en construcciones supera un 50,6% la vigente. Las transferencias para gastos de capital a las provincias se incrementan en un 55,4% respecto del año actual. Las obras financiadas con los fondos fiduciarios vial e hídrico crecerán un 72,2% y un 45,8% respectivamente. El crédito asignado a la Dirección Nacional de Vialidad se verá incrementado en 62% y el Programa de Desarrollo Urbano y Vivienda aumentará un 119,8%.
Seguirá la tendencia ascendente de la inversión pública. En el 2002 se invirtieron 1.271 millones, en el 2003, 1707 millones y en el 2004 hay 3265 previstos, se ejecutaron ya 2.169 millones. Lo que implica al 31 de octubre una ejecución del 65% del crédito vigente. Tenemos presupuestado para el 2005 ejecutar 4.553 millones.
A las casi 37 mil viviendas y 9 mil soluciones habitacionales que tienen en ejecución las provincias argentinas, nuestro Plan Federal pretende sumarle 120 mil más, de las que esperamos terminar casi 60 mil en el 2005. Pusimos en marcha el plan de mejoramiento de 140 mil viviendas de las que estamos licitando ya 40 mil.
En el programa Más Escuelas, Mejor Educación se encuentran en un proceso de licitación 192 a un costo de 201 millones, y se prevé sumarles otros 198 millones para concretar en el 2005 otras 250 escuelas más.
94 obras hídricas y de control de inundaciones, con una inversión de 857 millones; obras de saneamiento básico por 107 millones; obras de mantenimiento asegurado de 25 mil kilómetros de nuestras rutas, un 83 por ciento del total. 215 obras licitadas, lo que totalizará una inversión de 4.510 millones de pesos, lo que habla por sí de la importancia que ha cobrado la obra pública en el proceso de reactivación.
Propongo entonces que en nuestro análisis no perdamos la perspectiva para advertir de dónde venimos y hacia dónde vamos. Cuando asumimos el gobierno enfrentamos el dilema de una Argentina postrada y empobrecida, con asombrosos niveles de indigencia y desigualdad, estábamos en el fondo de una recesión que duraba desde 1998, la más larga desde la gran depresión del año 30. Casi aislados del mundo, colosalmente endeudados, al punto de poner en riesgo la mínima credibilidad internacional. Continuamente acosados por acreedores de toda latitud y fuertemente preocupados por la situación de disgregación interna que existía entonces, bajo la constante presión de organismos que por lo menos compartían la responsabilidad de la debacle con los personeros del fracaso erigidos en fiscales, y sin embargo nos pretenden y pretendían exigir cada día más. La contundencia de las cifras, la cotidiana realidad de nuestras vidas, los hechos que los argentinos vamos concretando, venciendo los obstáculos que se nos presentan, nos dan motivo para un optimismo realmente racional.
No se trata de caer en exitismos, no debemos pasar del más pernicioso derrotismo a la exuberancia de un optimismo irracional, se trata de ser cautos pero firmes, se trata de aprender a revalorizar en su justa perspectiva el hecho de que los argentinos seremos capaces de resurgir. Estamos logrando progresos y deberemos aprovechar para consolidar nuevas oportunidades de negocios en todos los campos integrarnos al mundo de un modo que nos convenga, para que los argentinos vivamos mejor, en paz y logrando prosperidad e inclusión para todos.
En los comienzos de nuestro gobierno, cuando todo caía en derredor, la República Argentina estaba criticada y ausente de los mapas de inversores de todo el mundo. En los próximos 30 días tendremos el gusto de recibir en nuestra patria a los señores presidentes de Corea del Sur, de la República Popular China -más allá de la novela- de Vietnam, de Israel, de Pakistán, a los Reyes de España y al Rey de Marruecos. Asia y el norte de Africa, el Medio Oriente y Europa miran a la Argentina como una oportunidad de inversión, asociación y progreso compartido, más de la mitad de la población del mundo representada en nuestro suelo por sus más altas jerarquías, es toda una inmensa oportunidad. Estará en nosotros, el Estado y el pueblo argentino, en sus empresarios, lograr que ese interés que muestran hoy por nuestra patria fructifique en trabajo y oportunidad de bienestar para los que aquí estamos. Estamos recuperando paulatinamente nuestra proyección internacional; somos, y lo volvemos a repetir como el año pasado, racionalmente optimistas, como lo dijimos durante la exposición reciente.
Creemos realmente que la Argentina y los argentinos debemos recuperar rápidamente nuestra autoestima, es hora de darnos cuenta de que lo argentino no es lo que nos quisieron hacer creer durante la última década fundamentalmente, donde todo lo nuestro, el trabajo argentino, la inversión argentina, los empresarios argentinos, la clase media argentina, la clase trabajadora argentina somos de lo peor, como nos decían en el mundo; por el contrario, somos respetados en todos lados, nuestros técnicos, nuestros profesionales, nuestros intelectuales. Tenemos que reconstruir fuertemente nuestro empresariado nacional que fue devastado en la década pasada y también entender que para que un país se pueda consolidar y pueda crecer tiene que ser administrado con absoluta responsabilidad y racionalidad.
El déficit cero, el superávit de cualquier manera, a costa de disminuir la inversión y el gasto social o disminuir la inversión pública, que para algunos es un costo que debe ser eliminado en los presupuestos nacionales porque ese costo nos produce retroceso, son teorías que definitivamente tienen que ser alejadas en nuestras ideas, que realmente no resisten el menor debate porque haberse alejado, haber practicado esos conceptos nos llenó de pobres, de indigentes, de gente sin trabajo.
Ustedes verán que en el próximo anuncio del desempleo hay una nueva baja interesante e importante del mismo, una importante baja del desempleo, y esto es fruto de las importantes inversiones privadas, de la importante inversión pública y de que los argentinos estamos recuperando el sentido de que nosotros también podemos desarrollar nuestro país. Queremos integrarnos al mundo pero queremos desarrollar la Argentina, queremos integrarnos al mundo pero queremos empresarios nacionales, queremos integrarnos al mundo pero queremos trabajadores argentinos que tengan trabajo; queremos integrarnos al mundo pero con competitividad y posibilidades de acceder a todos los mercados.
Esto va más allá de cualquier visión ideológica, va más allá de cualquier diferencia natural que podamos tener los argentinos, tenemos que entender que la construcción de la patria y de un país para todos no puede agudizarse en las contradicciones de la diversidad de matices, la diversidad de matices está cuando se discute quién tiene la iniciativa de gobierno y qué perfil debe tener un determinado gobierno. Cuando se gobierna y se ejecutan políticas tenemos que pensar en la construcción de un país que nos contenga a todos. Una Argentina fuerte es la única forma en que vamos a poder seguir resolviendo todos nuestros problemas.
Les agradezco profundamente a los empresarios de la construcción, muchos de ellos apostaron en momentos muy difíciles de la Argentina. Empresas distribuidas por todo el país, empresas chicas y grandes, que tuvieron que soportar momentos en los que el Estado no pagaba nada, donde el Estado llamaba a rescindir y achicar los planes de obras para poder resolver de alguna manera los contratos que los unían. Creo que esa página de la historia entre ustedes que apostaron y siguieron creyendo en la Argentina, en la que no vendieron las máquinas que les quedaban, en la que no vendieron la esperanza de seguir creyendo en un empresariado nacional, en la que no vendieron los sueños de que la construcción ayuda a cambiar, a dar trabajo y dignidad social, realmente les agradezco fuertemente porque es un gesto que todos los argentinos debemos valorar. Igual que a los trabajadores de la construcción que fueron grandes víctimas, quedaron en un determinado momento casi 80 mil trabajadores nada más en el rubro con su libreta de la construcción y hoy están rondando los 250, 280 mil trabajadores, porque fueron castigados fuertemente por las políticas que nos tocaron soportar.
Señoras y señores, es un alto honor estar aquí, quería estar aquí, estuve como gobernador en un momento muy difícil, compartimos juntos las esperanzas de una Argentina distinta y hoy me toca estar como presidente, por eso les agradezco profundamente la posibilidad de compartir con ustedes, que ese sueño de construir la Argentina juntos hoy lo estemos concretando. Muchísimas gracias.
Creo que tenemos motivos para ser racionalmente optimistas. No lo digo sólo por lo que indican las estadísticas y los números de la economía o del sector de la construcción, creo que existen razones más profundas. Es como si los argentinos estuviéramos recuperando la memoria de las mejores épocas, es como si estuviéramos dejando atrás una larga noche.
Cada vez más avanzamos contra la idea del “no se puede”, recuperamos la autoestima y empezamos a creer en nuestra potencialidad, nuestra capacidad creativa, nuestro trabajo. No es que se hayan borrado las dificultades ni que se hayan superado los obstáculos, pero empezamos a tener la convicción de que con dedicación y esfuerzo los podemos superar o vencer. Cada vez más argentinos aceptan la evidencia verdadera del fracaso de la teoría del “derrame de la riqueza” que nos hizo dilapidar oportunidades. Muy pocos quedan dispuestos a sostener que el mercado por sí solo reduce los niveles de pobreza. Se advierte cada vez más claro que un país con fuerte inequidad reduce la pobreza en menor magnitud que otro con una distribución más igualitaria.
Cuando expresamos que estábamos ante la oportunidad histórica de diseñar un proyecto nacional, un modelo de nación integrada en sus diversas regiones que desde un capitalismo serio se plantee otorgar oportunidades de trabajo y bienestar, al tiempo de integrarse con inteligencia al mundo, no nos equivocábamos. En consecuencia los logros que hoy podemos lucir ratifican el camino adoptado. Estamos ganando la batalla contra la idea de que lo argentino no vale, estamos empezando a creer en nosotros y estamos transitando el camino de la construcción de aquel país que soñamos.
No en vano reclamamos a los organismos multilaterales de crédito que respeten la autonomía de nuestras decisiones, no en vano nos resistimos a creer que las recomendaciones de los funcionarios y técnicos de esas entidades son la acertadas y razonables en todas las circunstancias. Estamos comprometidos, sin ambigüedades, a mantener la responsabilidad fiscal y a modificar las políticas que ocasionaron más problemas y más pobreza en nuestro país.
Sabemos que los argentinos vamos a superar nuestras dificultades en un marco de unidad en la diversidad. No será tarea de un solo gobierno ni tarea solitaria del gobierno, debemos concatenar los esfuerzos del gobierno y la sociedad, de los empresarios con sentido nacional, de los intelectuales, de nuestra clase media, de los trabajadores, con un profundo sentido de patria y con un criterio moderno y audaz de defender lo nuestro.
El desafío es lograr sustentabilidad interna para construir desde ella una base sólida de integración al mundo. Tenemos que disminuir drásticamente los niveles de exclusión y desigualdad para que los argentinos más sumergidos puedan ver en este nuevo modelo la posibilidad de su trabajo y su bienestar. Mejorar la calidad de las instituciones, mejorar la calidad de vida de nuestra población erradicando el hambre más urgente y la pobreza extrema, disminuir los índices de desempleo y terminar con las situaciones de extrema desigualdad, ayudará a dar firmeza política a este proyecto nacional.
El mundo enseña que no puede haber democracia sostenible con exclusión social. La economía argentina real otorga señales positivas y auspiciosas, resultado de políticas que aplicamos, ya que hemos disminuido 10 puntos el porcentaje de población que se ubica bajo la línea de pobreza. No se registran antecedentes de una baja tan pronunciada en tan corto plazo. Debemos recordar que asumimos hace un año y medio; sólo en el último año 3 millones 200 mil personas dejaron la pobreza y 3 millones 600 mil personas dejaron la indigencia.
El manejo fiscal responsable, la correcta política monetaria, el resultado de la lucha contra la evasión, el incremento de la recaudación, el mayor nivel de reservas, la baja inflación, las tasas de interés en baja, el cambio realista y flexible acompañan un crecimiento sostenido de la economía. Es en ese marco de responsabilidad fiscal que hemos logrado mantener un importante superávit fiscal, pero no a costas de desatender las necesidades de nuestro desarrollo. Sabemos que no cualquier superávit es defendible, cuando los superávit se logran merced a la disminución del gasto social o a la eliminación de inversiones en infraestructura física el superávit pierde virtuosidad. Desatendiendo a los que necesitan o relegando la creación de infraestructura se termina por hacer de algo bueno un instrumento de desequilibrio político, social y económico negativo para el país y negativo para el funcionamiento de la economía.
Pero a pesar de las buenas señales y la realidad de la mejora económica nos quedan obstáculos por superar. Se trata de obstáculos que no serán imposible de superar, pero que dificultan la velocidad del avance que pretendemos. Tienen sus raíces en la negra noche que venimos superando, en nuestra historia reciente, en el verdadero desguace sufrido por el Estado que ha dejado secuelas que hoy dificultan. El modelo de exclusión tenía como beneficiarios concretos a intereses que no quieren de ningún modo ceder su lugar de privilegio. Quedan enquistados en sectores que no comprenden aún la nueva situación procederes típicos de la vieja Argentina, obstáculos que superaremos con nuestro esfuerzo y que evidencian la necesidad del cambio cultural que entre todos concretaremos.
El Estado debe vencer su propia inercia y desactivar los instrumentos burocráticos que retrasan y lentifican las inversiones públicas. Es que años de desinversión estatal no sólo crearon atraso y pobreza, se anquilosaron las estructuras estatales y se perdió la capacidad para acelerar los procesos. Durante años se prepararon las estructuras para el desguace y la venta de los activos estatales y hoy que necesitamos que el Estado invierta se hace muy lento el proceso que lleva a concretar la inversión pública.
Los intereses favorecidos por el viejo modelo que debemos superar no han sido vencidos íntegramente y pugnan por obstruir, por impedir y por desalentar; utilizan toda su capacidad para activar la defensa de una vieja Argentina de prebendas y privilegios que durante décadas les ha favorecido solamente a ellos. Sin embargo es una cuestión de supervivencia impedir que eviten esta nueva construcción. Debemos sumar a esos obstáculos el hecho de que algunos, creyendo ya superadas todas las dificultades del país, se dejan engañar por el espejismo de la ganancia fácil. Recurrir al simple incremento de precios en base a la importante demanda que existe en vuestro rubro, en vez de apostar al crecimiento con inversiones para producir más, es dejarse engañar por un espejismo. Los que así actúen quizás en el muy corto plazo obtengan en alguna circunstancia mayor ganancia, pero si no incrementan su productividad perderán la posibilidad de conservar su lugar en la industria por caída de su competitividad.
La suba del consumo de los insumos para la construcción puede generar esa posibilidad de incrementos. Ha crecido el consumo del asfalto en un 33,2 por ciento; el del cemento en un 18,6 por ciento; la fabricación de productos siderúrgicos no planos – entre los que se destacan el de hierro redondo para hormigón – creció un 16 por ciento y el consumo de pinturas para la construcción un 17,5 por ciento. El mercado interno del vidrio para la construcción creció en setiembre un 20 por ciento. Algunos se dejan tentar, dudan y se dejan llevar por el facilismo de incrementar precios aprovechando la mayor demanda, entre ganar mucho en un corto plazo y ganar mercado y solidez por inversión no deberían dudar. Pensar en el conjunto sería la mejor manera de defender el interés propio, es ese el punto que nuestro empresariado debe fortificar.
Como vemos no son obstáculos insuperables, pero que existen, existen. Que nadie crea que será fácil, lo malo sería actuar con la impunidad de creer que esos problemas no existen.
No sólo estamos los argentinos superando una de las tantas crisis, estamos echando las sólidas bases de un nuevo país. Un nuevo país más inclusivo con más equidad y justicia social. Estamos haciendo de la Argentina un país serio, un país normal. Las inversiones productivas ayudarán a esa construcción colectiva. Por lo pronto hemos vuelto a planificar obra pública, que es mano de obra de trabajadores argentinos; obra pública es mejor calidad de vida para todos, obra pública es integración verdaderamente federal. Con obra pública tendremos una mejor base para el desarrollo de las actividades privadas, para el comercio, para el turismo. Estamos rescatando los pueblos de su abandono y creceremos sobre la base de darle valor a nuestro trabajo genuino.
Hablamos de algo que todos podemos palpar, no es necesario saber de economía para darse cuenta de las mejoras de las variables. Basta ver la reapertura de fábricas, el incremento del número argentinos que venden al exterior, los caminos y edificios en construcción, el incremento de los medianos y pequeños productores integrados al sistema, la generación de nuevas cooperativas y tantas otras iniciativas que se desarrollan por doquier.
Los sectores productores de bienes crecieron en un 14 por ciento y de ellos la actividad de la construcción creció ya un 27 por ciento durante nuestro gobierno. Debemos actuar para reforzar la inversión productiva, que está en un nivel cercano al 18 por ciento del PBI, recuperándose tras la crisis pero que resulta todavía insuficiente para un crecimiento duradero y sostenible en el tiempo. El Estado es el primero en dar la señal, la inversión de obra pública compuesta por inversión directa en construcciones y transferencia de capital para esa finalidad incrementan el presupuesto para el 2005 en un 54,1 por ciento, ya que los 4.664 millones del año actual pasaron a sumar 7.153 millones. La inversión real directa en construcciones supera un 50,6% la vigente. Las transferencias para gastos de capital a las provincias se incrementan en un 55,4% respecto del año actual. Las obras financiadas con los fondos fiduciarios vial e hídrico crecerán un 72,2% y un 45,8% respectivamente. El crédito asignado a la Dirección Nacional de Vialidad se verá incrementado en 62% y el Programa de Desarrollo Urbano y Vivienda aumentará un 119,8%.
Seguirá la tendencia ascendente de la inversión pública. En el 2002 se invirtieron 1.271 millones, en el 2003, 1707 millones y en el 2004 hay 3265 previstos, se ejecutaron ya 2.169 millones. Lo que implica al 31 de octubre una ejecución del 65% del crédito vigente. Tenemos presupuestado para el 2005 ejecutar 4.553 millones.
A las casi 37 mil viviendas y 9 mil soluciones habitacionales que tienen en ejecución las provincias argentinas, nuestro Plan Federal pretende sumarle 120 mil más, de las que esperamos terminar casi 60 mil en el 2005. Pusimos en marcha el plan de mejoramiento de 140 mil viviendas de las que estamos licitando ya 40 mil.
En el programa Más Escuelas, Mejor Educación se encuentran en un proceso de licitación 192 a un costo de 201 millones, y se prevé sumarles otros 198 millones para concretar en el 2005 otras 250 escuelas más.
94 obras hídricas y de control de inundaciones, con una inversión de 857 millones; obras de saneamiento básico por 107 millones; obras de mantenimiento asegurado de 25 mil kilómetros de nuestras rutas, un 83 por ciento del total. 215 obras licitadas, lo que totalizará una inversión de 4.510 millones de pesos, lo que habla por sí de la importancia que ha cobrado la obra pública en el proceso de reactivación.
Propongo entonces que en nuestro análisis no perdamos la perspectiva para advertir de dónde venimos y hacia dónde vamos. Cuando asumimos el gobierno enfrentamos el dilema de una Argentina postrada y empobrecida, con asombrosos niveles de indigencia y desigualdad, estábamos en el fondo de una recesión que duraba desde 1998, la más larga desde la gran depresión del año 30. Casi aislados del mundo, colosalmente endeudados, al punto de poner en riesgo la mínima credibilidad internacional. Continuamente acosados por acreedores de toda latitud y fuertemente preocupados por la situación de disgregación interna que existía entonces, bajo la constante presión de organismos que por lo menos compartían la responsabilidad de la debacle con los personeros del fracaso erigidos en fiscales, y sin embargo nos pretenden y pretendían exigir cada día más. La contundencia de las cifras, la cotidiana realidad de nuestras vidas, los hechos que los argentinos vamos concretando, venciendo los obstáculos que se nos presentan, nos dan motivo para un optimismo realmente racional.
No se trata de caer en exitismos, no debemos pasar del más pernicioso derrotismo a la exuberancia de un optimismo irracional, se trata de ser cautos pero firmes, se trata de aprender a revalorizar en su justa perspectiva el hecho de que los argentinos seremos capaces de resurgir. Estamos logrando progresos y deberemos aprovechar para consolidar nuevas oportunidades de negocios en todos los campos integrarnos al mundo de un modo que nos convenga, para que los argentinos vivamos mejor, en paz y logrando prosperidad e inclusión para todos.
En los comienzos de nuestro gobierno, cuando todo caía en derredor, la República Argentina estaba criticada y ausente de los mapas de inversores de todo el mundo. En los próximos 30 días tendremos el gusto de recibir en nuestra patria a los señores presidentes de Corea del Sur, de la República Popular China -más allá de la novela- de Vietnam, de Israel, de Pakistán, a los Reyes de España y al Rey de Marruecos. Asia y el norte de Africa, el Medio Oriente y Europa miran a la Argentina como una oportunidad de inversión, asociación y progreso compartido, más de la mitad de la población del mundo representada en nuestro suelo por sus más altas jerarquías, es toda una inmensa oportunidad. Estará en nosotros, el Estado y el pueblo argentino, en sus empresarios, lograr que ese interés que muestran hoy por nuestra patria fructifique en trabajo y oportunidad de bienestar para los que aquí estamos. Estamos recuperando paulatinamente nuestra proyección internacional; somos, y lo volvemos a repetir como el año pasado, racionalmente optimistas, como lo dijimos durante la exposición reciente.
Creemos realmente que la Argentina y los argentinos debemos recuperar rápidamente nuestra autoestima, es hora de darnos cuenta de que lo argentino no es lo que nos quisieron hacer creer durante la última década fundamentalmente, donde todo lo nuestro, el trabajo argentino, la inversión argentina, los empresarios argentinos, la clase media argentina, la clase trabajadora argentina somos de lo peor, como nos decían en el mundo; por el contrario, somos respetados en todos lados, nuestros técnicos, nuestros profesionales, nuestros intelectuales. Tenemos que reconstruir fuertemente nuestro empresariado nacional que fue devastado en la década pasada y también entender que para que un país se pueda consolidar y pueda crecer tiene que ser administrado con absoluta responsabilidad y racionalidad.
El déficit cero, el superávit de cualquier manera, a costa de disminuir la inversión y el gasto social o disminuir la inversión pública, que para algunos es un costo que debe ser eliminado en los presupuestos nacionales porque ese costo nos produce retroceso, son teorías que definitivamente tienen que ser alejadas en nuestras ideas, que realmente no resisten el menor debate porque haberse alejado, haber practicado esos conceptos nos llenó de pobres, de indigentes, de gente sin trabajo.
Ustedes verán que en el próximo anuncio del desempleo hay una nueva baja interesante e importante del mismo, una importante baja del desempleo, y esto es fruto de las importantes inversiones privadas, de la importante inversión pública y de que los argentinos estamos recuperando el sentido de que nosotros también podemos desarrollar nuestro país. Queremos integrarnos al mundo pero queremos desarrollar la Argentina, queremos integrarnos al mundo pero queremos empresarios nacionales, queremos integrarnos al mundo pero queremos trabajadores argentinos que tengan trabajo; queremos integrarnos al mundo pero con competitividad y posibilidades de acceder a todos los mercados.
Esto va más allá de cualquier visión ideológica, va más allá de cualquier diferencia natural que podamos tener los argentinos, tenemos que entender que la construcción de la patria y de un país para todos no puede agudizarse en las contradicciones de la diversidad de matices, la diversidad de matices está cuando se discute quién tiene la iniciativa de gobierno y qué perfil debe tener un determinado gobierno. Cuando se gobierna y se ejecutan políticas tenemos que pensar en la construcción de un país que nos contenga a todos. Una Argentina fuerte es la única forma en que vamos a poder seguir resolviendo todos nuestros problemas.
Les agradezco profundamente a los empresarios de la construcción, muchos de ellos apostaron en momentos muy difíciles de la Argentina. Empresas distribuidas por todo el país, empresas chicas y grandes, que tuvieron que soportar momentos en los que el Estado no pagaba nada, donde el Estado llamaba a rescindir y achicar los planes de obras para poder resolver de alguna manera los contratos que los unían. Creo que esa página de la historia entre ustedes que apostaron y siguieron creyendo en la Argentina, en la que no vendieron las máquinas que les quedaban, en la que no vendieron la esperanza de seguir creyendo en un empresariado nacional, en la que no vendieron los sueños de que la construcción ayuda a cambiar, a dar trabajo y dignidad social, realmente les agradezco fuertemente porque es un gesto que todos los argentinos debemos valorar. Igual que a los trabajadores de la construcción que fueron grandes víctimas, quedaron en un determinado momento casi 80 mil trabajadores nada más en el rubro con su libreta de la construcción y hoy están rondando los 250, 280 mil trabajadores, porque fueron castigados fuertemente por las políticas que nos tocaron soportar.
Señoras y señores, es un alto honor estar aquí, quería estar aquí, estuve como gobernador en un momento muy difícil, compartimos juntos las esperanzas de una Argentina distinta y hoy me toca estar como presidente, por eso les agradezco profundamente la posibilidad de compartir con ustedes, que ese sueño de construir la Argentina juntos hoy lo estemos concretando. Muchísimas gracias.