Señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República hermana de Chile; señor Embajador argentino en la querida República de Chile; miembros del cuerpo diplomático; autoridades del Gobierno de la República de Chile; comitiva; señores; señoras; amigos; legisladores; Antonio, tantas caras conocidas que uno ve, con tan buena historia: hace poco más de dos meses, en la localidad argentina de Puerto Santa Cruz, en Santa Cruz, abrigué momentos de profunda emoción cuando tuve la oportunidad de reunirme con hermanos chilenos que cruzaban la frontera, en Monte Aymond, a través de Punta Arenas y nosotros, militantes de la Juventud Peronista, de aquel momento íbamos y los rescatábamos y los traíamos para Río Gallegos y a partir de allí iniciábamos toda la tarea de inserción, de cobertura, de respaldo a compañeros militantes de causas nacionales y populares, que estaban siendo perseguidos por la terrorífica dictadura, que encabezaba alguien que realmente no quiero nombrar.
Lejos estábamos nosotros de pensar en esos momentos, 1973, que teníamos una esperanza muy grande en la Argentina, que después nos iba a tocar vivir una dictadura tan terrible o más terrible aún, que la vivida por los hermanos chilenos, aquí, en esta querida nación.
También tuve la oportunidad de colaborar, siendo Intendente de Gallegos, en la campaña del "No" y tuve mucho tiempo sin poder ir a Punta Arenas y a Chile porque, evidentemente, los Servicios de aquel momento funcionaban bien y estábamos todos debidamente identificados; cómo íbamos a ayudar en la larga frontera que existía allí.
Volví con Antonio Caffiero, Embajador, yo Gobernador de la provincia de Santa Cruz, a Punta Arenas, después de 19 años, a esta hermana República de Chile, donde nació mi madre, y donde tengo familiares y demás, pero las circunstancias de la historia marcaron ese tiempo sin que yo pueda regresar a esta querida nación, a esta querida República hermana.
En el día de ayer, me tocó, junto a Cristina, encabezar la inauguración del Espacio de la Memoria, en la Argentina, donde hay 30 mil hermanos, compañeros que están allí, desaparecidos, vilmente torturados o asesinados por la dictadura que nos tocó vivir.
Yo recuerdo profundamente los momentos del golpe, aquí en Chile, nunca me voy a poder olvidar el discurso de esa gran patriota latinoamericano, ese gran Presidente chileno, Salvador Allende, cuando en un acto de extremo valor, de extrema responsabilidad y de una muy clara conciencia de qué era lo que estaba en juego se despedía de su pueblo, y un poco se despedía de todos los latinoamericanos, que seguimos creyendo que podemos construir una Patria que nos albergue a todos, que seguimos creyendo en la inclusión social, que seguimos creyendo en la equidad, que seguimos creyendo en la justa distribución del ingreso, que seguimos creyendo en esas banderas, que nos llevaron a incorporarnos a la política, porque creíamos y creemos que este mundo se puede cambiar. Y esta tarea es la que nunca tenemos que abandonar, no nos tienen que conformar - por la memoria de ellos y por el sufrimiento de nuestros hermanos - los discursos globalizantes, que hablan de la autonomía en la globalización; no nos tienen que ver como una dirigencia resignada a que estos es así porque no hay otra forma de gobernar.
En la Argentina nos pasó eso en la década del 90 y fue dolorosísimo el creer que hay un determinismo histórico que las cosas se tienen que dar de esta manera y donde siempre va a haber hermanos y hermanas que quedan absolutamente marginados de todo tipo de posibilidades. La pluralidad, la formación y el apoyo a nuestros intelectuales, a nuestros investigadores, el darles el lugar que se merecen, que la sociedad entre a premiar a los que más estudian, a los que más trabajan, a los que más realmente brindan su referencia y su ejemplo, son ponderados por el conjunto de la comunidad. Porque cuando se dan esos valores, jamás se pueden dar estos golpes brutales, como los que nos tocó vivir en Chile, en la Argentina y en otros países de América.
Por eso, estamos hermanados desde siempre, estamos hermanados en el dolor, pero también estamos hermanados en la fe. Y yo sé que nuestros compañeros, ya sean los militantes de aquí o de allá, los perseguidos de aquí o de allá y los que no están ya de aquí o de allá, pero que los recordamos siempre, con el famoso y lamentable operativo "Cóndor" y otras tantas cosas que conocemos, saben que nosotros vamos a estar a la altura de la historia y que con nuestros aciertos y nuestros errores tenemos que cumplir ese compromiso histórico de un mundo mejor, de un mundo con equidad, de un mundo con justicia, de un mundo con respeto a los derechos humanos, de un mundo con pluralidad, de un mundo en la diversidad que definitivamente fueron las causas que inspiraron las luchas que en aquel momento y desde siempre, aquellos que creían que las cosas se podían cambiar, las llevaron adelante.
Por eso, muchas gracias, señor Canciller; muchísimas gracias Isabel, muchísimas gracias a todos los que están acá, Antonio, que uno los conoce y ha compartido tantas cosas. Quiero decirles que me siento honrado que la Embajada Argentina haya servido para tan noble fin. Pero también nos tiene que hacer sentir eso más unidos, más juntos, más solidarios que nunca y entender que hoy en el andar de los tiempos, las palabras de San Martín, de O'Higgins, de Bolívar, de Artigas, no pueden quedar en el olvido, tienen que guiar toda nuestra accionar y la actuación de líderes contemporáneos, como Salvador Allende, como el General Perón, Eva Perón y tantos otros, también tienen que guiar nuestro rumbo de unidad y nuestra concepción de que podemos construir un mundo mejor.
Nuestra historia es tan rica en aciertos que hemos tenido, que debemos recordar estas derrotas y estos sufrimientos, que les tocó vivir a nuestros pueblos para construir el espacio que nuestras sociedades merecen.
Muchas gracias, estoy muy feliz de estar aquí en Santiago de Chile, estoy muy feliz señor Canciller por compartir este homenaje. Me emocionó realmente la carta leída acá, quienes hemos dedicado toda nuestra vida y nuestro compromiso a la causa de un mundo mejor, nos llega tremendamente una carta de esas características, que logra rescatar desde el dolor la sabiduría de que siempre, a pesar de una situación muy grave y muy difícil, había por delante la construcción de un mundo mejor.
Seguramente, aquel padre que miraba a sus hijos por la ventana, sabía que no estaba luchando en vano y que no estaba sufriendo y sacrificándose en vano, sabía que este Chile democrático, plural, de plena convivencia y crecimiento que hoy tienen, valió la pena y valió la pena el sacrificio de muchos y especialmente a quien honramos todos los latinoamericanos, ese gran presidente con honor y con gloria que tuvo Chile que fue Salvador Allende.
Muchísimas gracias por compartir este momento. (APLAUSOS)