Señor Jefe de Gobierno del Distrito Federal; señor Presidente del Tribunal Superior; señor Presidente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal; autoridades nacionales y del Gobierno del Distrito Federal; distinguida comitiva, que me acompaña; señoras y señores: señor Jefe de Gobierno del Distrito Federal, estimados amigos, agradezco profundamente este gesto formal y ceremonioso que trasmite la generosidad y cordialidad de quienes lo otorgan, pero para mí, quien lo recibe, hoy de visita en esta imponente Ciudad de México, como Presidente Argentino, tiene además un enorme contenido.
Sin dejar de lado la dimensión institucional, encontrarme en esta metrópoli, entrañable para tantos argentinos y recibir las "Llaves de la Ciudad" tiene un contenido superador ya que simboliza la relación fraternal que une a nuestros pueblos.
Conocemos mucho en la Argentina sobre esta Ciudad de México, sabemos de la riqueza y extraordinaria belleza natural de esta tierra, que sigue hoy como ayer seduciendo desde el primer momento a quienes la visitan.
Sabemos que, así como fue especialmente elegida por su valor estratégico y defensivo, los aztecas supieron construir, utilizando canales y puentes, la ciudad más poblada de su tiempo. Esta Ciudad de México fue precursora en América latina por su diseño edilicio y su organización política.
La creación del Distrito Federal, el 18 de noviembre de 1824, determinó que estas tierras, donde la actividad volcánica y los grandes lagos forjaron una geografía única fueran la sede de los poderes supremos de la Federación y se ejerciera en su distrito las atribuciones de un Poder Legislativo de Estado.
Usted, señor Jefe de Gobierno, tendrá seguramente una gran responsabilidad, pero también una gran satisfacción cuando cada mañana pone manos a la obra para mantener y preservar la belleza que la historia y la naturaleza le han encomendado.
Permítanme contarles que yo nací en Río Gallegos, una pequeña ciudad, fundada en 1885, con el claro propósito de reafirmar la soberanía argentina en el territorio patagónico, una ciudad casi en el confín del mundo; nosotros le llamábamos la periferia de la Patria.
Usted nació en México, una ciudad de más de 680 años, y un bagaje histórico incomparable, cercano al límite del Norte, de nuestra América latina. Podríamos decir que estamos lejos, que estamos quizás en las antípodas, sin embargo nos une la misma columna vertebral: esos Andes majestuosos y esa vocación democrática y pluralista que hoy corre por todo nuestro continente, basada en el profundo respeto por los derechos del hombre y del ciudadano.
Mi estimado amigo: soy un ferviente convencido de la integración latinoamericana y las vivencias de estos días, en esta magnífica y hospitalaria metrópoli, abonan aún más mi convicción. Tantos y tan variados son nuestros puntos de convergencias que resultaría absurdo no imaginarnos caminando en el mismo sentido ni teniendo el mismo rumbo.
Sepa usted que todo lo que conocemos de esta ciudad, en nuestro país, lo hemos sabido no sólo a través de los libros, sino muy especialmente a través de los relatos de tantos compatriotas, que hicieron de esta ciudad su lugar en el mundo, hombres y mujeres argentinos que debieron dejar sus hogares y sus familias fueron recibidos por ustedes con los brazos abiertos y se sintieron inmediatamente en sus casas. (APLAUSOS).
Señor Jefe de Gobierno: tamaña generosidad no se puede retribuir nunca, tamaño gesto no tiene contraparte. Todo ello, hace que hoy y en este momento yo me sienta embargado de una profunda emoción. Sé que compartimos los conceptos de una ciudad integrada, de una sociedad integrada, de una nación integrada; sé que compartimos la visión pluralista, la construcción en la diversidad; sé que compartimos la lucha por la inclusión, que compartimos la lucha por la justicia, por el respeto a los derechos humanos, por la construcción de la memoria, por la construcción de políticas que le den definitivamente a nuestras sociedades las esperanzas de un futuro mejor.
Creo que es fundamental que vayamos anidando y construyendo en toda América latina una unidad en esa diversidad, pero siempre con esa capacidad transgresora de entender que no podemos estar conformes con lo que hemos logrado hasta hoy, que no podemos estar satisfechos de las demandas que aún tienen nuestras sociedades, de las resoluciones aún pendientes, de los temas que tenemos que resolver y lo tenemos que hacer desde la dignidad. Por eso abogo fuertemente por la construcción de una América latina unida, abogo fuertemente porque no tengamos miedos a implementar políticas de cambios.
Cuando me tocó Gobernar la Argentina, el 25 de mayo de 2003, en un momento muy duro, tanto desde el punto de vista institucional, social y económico, si hubiéramos seguido las políticas, que supuestamente eran las correctas para algunos economistas que suelen decir que si no se hacen las cosas que ellos dicen es muy difícil construir sociedades estables e integradas, no tengan ninguna duda que si la Argentina hubiera seguido las recetas de los organismos internacionales -seguidas hasta ese momento - si la Argentina no hubiera renegociado su deuda, como la renegoció, ahorrando 70 mil millones de dólares de esa deuda, como lo hizo con los acreedores privados y si la Argentina no le hubiera pagado al Fondo Monetario Internacional su deuda y no hubiera salido del patronato y de la conducción de esos organismos, no tengan ninguna duda, de que seguiríamos todavía con el 60 por ciento de pobreza, con el 30 por ciento de desocupación y con el 28 por ciento de indigencia. (APLAUSOS).
Hoy, tenemos números que duelen todavía, todavía tenemos un 26.9 de pobreza, tenemos un 8 por ciento de indigencia y un 8.7 de desocupación. Tenemos, indudablemente, una disminución muy fuerte de la deuda - pero sabe, querido amigo, Jefe de Gobierno - hemos recuperado nuestra capacidad de pensar y de decidir nosotros mismos sobre las políticas a implementar en la Argentina. (APLAUSOS).
Por eso, en este querido distrito, de esta ciudad histórica, que usted tiene el honor de gobernar, le quiero volver a reiterar el agradecimiento por el comportamiento, que tuvo el pueblo mexicano con los argentinos ante la terrible dictadura que nos tocó vivir. Sé que hay muchísimos argentinos que quedaron integrados, definitivamente, acá. En segundo lugar, le quiero decir, que trabajemos todos juntos por la construcción de una América integrada, que no nos hagan y no nos dividan por cuestiones de liderazgos cortos, que a veces no ven la dimensión histórica de lo que hay que construir. También que trabajemos para construir fuertemente la inclusión, la justicia y la equidad. No vale la pena gobernar a nuestros países por las responsabilidades que tengamos si sirve para consolidar la injusticia. Creo que cuando uno llega al lugar que llegamos nosotros, llegamos con la responsabilidad de cambiar, de dar equidad, de construir nuevos tiempos y ese desafío no hay que dejarlo de lado. Hay que afrontarlo con todas las fuerzas y con toda la voluntad y la decisión, sabiendo que eso trae la descalificación de aquellos que constituyen la consolidación de los pequeños grupos de poder, que creen que pueden seguir administrando el mundo y nuestra región a su antojo.
Sigamos con esa convicción multilateral, entendamos la multilateralidad, un elemento central en la construcción que este mundo necesita. Y también lo que dije hoy en la Asamblea Nacional, el compromiso del pueblo argentino permanentemente con el pueblo mexicano acompañándonos en todas las decisiones que hagan a la construcción de la justicia de nuestros pueblos.
Pero hay algo que nos vamos a callar y lo diremos y acompañaremos a ustedes. No acostumbramos a callar nada, podemos acertar o equivocarnos, pero en el tema fundamental que realmente creo que queremos dejar sentado con toda claridad nuestro pensamiento, nos cuesta creer que la verdad todavía algunos crean que en vez de tender puentes, construyan muros que dividan a los pueblos y que dividan y generen un marco de aislamiento o la imposibilidad de poder tener el hecho de ir de un lado a otro con esa libertad democrática, pluralista, de una nación a otra, abierta, sin ese marginamiento o esa discriminación. El pueblo argentino, este Gobierno, la nación argentina repudia, realmente, la construcción de ese muro y acompaña al lado al pueblo mexicano en la lucha por la desaparición del mismo. (APLAUSOS).
A veces uno escucha voces de hijos propios, nacidos en sus propias naciones, diciendo que tuvieron funciones muy importantes, diciendo que está bien lo del muro. Yo les puedo asegurar que nosotros, sin querer interferir jamás en la vida de otra nación, como hombres y mujeres del mundo, que creemos en las libertades, en la diversidad, en la pluralidad, venimos a dejar sentada nuestra claridad y nuestra posición con absoluta certeza.
Por último, les quiero agradecer profundamente a su Gobierno, a su gente, al pueblo de la Ciudad de México, a esta hermosa capital como nos han recibido y atendido, el cariño que nos han dispensado. Nos vamos realmente gratificados y profundamente enamorados de esta Ciudad de México y de nuestros hermanos que habitan esta ciudad mexicana, nuestros hermanos y hermanas mexicanas, y sabemos que aquí también se vibra, que aquí también se siente, que aquí también hay una decisión concreta de construir esa Patria Grande que nos sintetice en la diversidad a todas las naciones de América latina.
Muchísimas gracias por poder compartir, muchísimas gracias por su recibimiento y gracias por el coraje de haberme entregado la "Llave de la Ciudad", hasta luego. (APLAUSOS Y RISAS).