Muchas gracias. Quiero en primer término agradecer la invitación que me hiciera la Organización Internacional del Trabajo, para esta tarde junto a ustedes en esta 96º Conferencia Internacional compartir experiencias; quiero agradecérselo al embajador compatriota latinoamericano Juan Somavía y también aprovechar esta oportunidad para brindar un homenaje y un reconocimiento a esta Organización, que tuvo una increíble solidaridad y compromiso con trabajadores y dirigentes sindicales perseguidos en mi país durante la última dictadura y su compromiso por los derechos humanos.
Me gustaría hoy aquí con ustedes compartir experiencias e historias acerca de diálogo social y triparticionismo. En mi país, la República Argentina, el diálogo social tiene una larga tradición; se incorporó prácticamente en forma simultánea a la figura en el orden internacional allá por 1919, a partir de una trágica experiencia y una lucha muy fuerte, una huelga quasi revolucionaria que se produce a principios del siglo XX en la República Argentina y que finalmente termina con la incorporación del diálogo social como la metodología de negociación entre capital y trabajo, cooperación entre capital y trabajo para un mejor desarrollo.
En esta breve historia en términos de la humanidad, siempre son breves cuando no se tienen más que 400 ó 500 años, y más aquí en Europa, el diálogo social y tripartito adquiere durante la década de los años ´40 y ´50, a la par precisamente del surgimiento de la industrialización en la República Argentina y también, por qué no decirlo, de la fuerza política en la cual yo he militado toda mi vida, surge con mucha fuerza y normatización fundamentalmente, el diálogo social tripartito.
Pero en la experiencia argentina no podemos dejar de observar que diálogo social y triparticionismo tienen una fuerte vinculación con democracia y modelos económicos que ha seguido nuestro país.
En definitiva, podemos observar muy claramente que los períodos de interrupción democrática, como también los períodos donde se adoptan políticas donde la especulación y no el trabajo, donde la transferencia de recursos y no la producción, son los ejes del modelo de acumulación, comienza a tener una muy baja intensidad el diálogo social.
Y creo que el momento más culminante de esto se produce precisamente a partir de la década de los ´90. Se puede observar muy claramente en cuanto a modelo económico que comienza un período de diálogo social de baja intensidad y el fenómeno que es característica, y recién Guy mencionaba, de la globalización, que es la precarización y la flexibilización laboral. Por lo menos en América Latina, por lo menos en mi país el Fondo Monetario Internacional planteaba que la manera de generar riqueza y ocupación era precarizar y flexibilizar a los trabajadores, que de esta manera los empresarios iban a invertir más, porque colocaban menos dinero en la cuestión salarial, que se iba a aplicar la teoría del derrame, que entonces el mercado con la prescindencia total del Estado, que no debía bajo ningún punto de vista intervenir sino dejar el mercado libremente, iba a permitir que las cosas casi surgieran mágicamente.
Bueno, al cabo de 10 años de ser conejito de Indias del Fondo Monetario Internacional -yo quiero recordarles a ustedes que un presidente en mi país fue presentado en una Asamblea del Fondo Monetario Internacional como el gran ejemplo a seguir en el mundo- el país en el 2001 explota literalmente. No tengo que contarles las imágenes porque muchos de ustedes podían ver en los noticieros a miles de ahorristas golpeando las puertas de los bancos, los bancos con chapas para que no pudieran ingresar los ahorristas cuyos dineros habían sido confiscados por el Estado; llegamos a más de 20 por ciento, casi el 27 por ciento de desocupación.
No solamente eso, hubo tal ruptura institucional que se intentó mediante una figura delictiva –esto es importante porque fui testigo de esto, fui diputada en ese momento- se intentó una norma de reforma laboral que precisamente quien me presentara oportunamente con mis antecedentes dijo que yo había participado activamente de esa reforma laboral; sí, participé activamente en denunciar que habían sido sobornados legisladores de mi propio partido por el entonces gobierno para obtener una norma que flexibilizara a los trabajadores.
Finalmente esto culminó en la caída y el descrédito institucional de aquel gobierno que había asumido con el 52 por ciento de los votos. No era desde una postura dogmática nuestra posición frente a la flexibilización y precarización laboral, era simplemente la observación del resultado concreto.
Toda vez que en la historia de mi país se pudo articular producción y capital y trabajo en un modelo de acumulación que fuera de producción y no de especulación, hubo diálogo social, hubo tripartismo, pero hubo esencialmente calidad social y fiscal en el crecimiento económico, porque esta es otra cosa a la cual me quiero referir.
El crecimiento económico durante la década de los años ´90, a la luz de lo que pregonaba el Fondo Monetario Internacional, fue del orden del 7 por ciento. Si uno mira únicamente las cifras del crecimiento de la actividad económica podríamos concluir en que era un gobierno exitoso, pero paralelamente a como crecía la economía caían miles y miles de trabajadores del aparato productivo, porque en una política de especulación, en una economía de servicios y claramente no de generación de riqueza -que es la clave de todo proceso económico, generar riqueza- no se producía riqueza, se transfería riqueza ya construida a otro sector. En definitiva, esto se visualizaba muy claramente porque el crecimiento económico traía aparejada la destrucción de los puestos de trabajo, destrucción laboral, con lo cual no es neutro el tipo de crecimiento económico que tiene una sociedad para garantizar su crecimiento.
Yo quiero detenerme aquí en algo que dijo Juan José Cuevas que señaló la tentación que muchas veces tienen los políticos -soy parte de ellos- a elegir interlocutores que no sean sólidos y que de esta manera no se pueda articular el diálogo social y que ellos pudieron hacerlo durante 30 años en una España democrática.
Y yo no puedo menos que coincidir con él, primero en la base de la democracia como pilar insustituible para cualquier tipo de diálogo social, pero hubo una clase empresarial, en este caso la española, que se decidió por un modelo de acumulación, producción y generación de puestos de trabajo, diferente a lo que había sucedido allá en mi país donde quienes tenían el capital creyeron que era mejor especular que producir y trabajar, porque esta es la gran tentación también; no solamente los políticos tenemos tentaciones, los empresarios también tienen tentaciones y las tentaciones muchas veces de los empresarios, son ganar el triple o el cuádruple en economías de casino en 1 ó 2 años, total el riesgo no importa. (Aplausos)
Me parece entonces que la cuestión del diálogo social y tripartito no es solamente el crecimiento económico sino qué tipo de crecimiento económico hemos adoptado para nuestra sociedad, si realmente creemos que una sociedad puede subsistir únicamente con especulación. Yo sé que algún empresario presente podrá decir, bueno, pero si me da más la economía ruleta, la economía casino, por qué elegir una economía de producción que siempre supone riesgos, el invertir, el producir, el trabajar. Por una razón muy sencilla y que todas las experiencias del mundo lo demuestran, la sustentabilidad de un crecimiento basado en producción y trabajo es muy diferente a la sustentabilidad o insustentabilidad de las economías burbujas que solamente en la especulación financiera basan su crecimiento.
Me parece que la segunda cuestión elemental para garantizar diálogo social y tripartismo es democracia, como dije al principio, pero al mismo la adopción por parte de las burguesías nacionales de un modelo de acumulación donde articulen producción y trabajo, capital y trabajo en un modelo de creación y generación de puestos de trabajo. Porque además si bien en un mundo globalizado todos son potenciales consumidores, la necesidad de un mercado interno, desarrollado, trabajadores con buenos salarios y que tengan siempre la opción del progreso, es lo que ha caracterizado la sustentabilidad de los modelos de desarrollo en los grandes países industrializados.
Claro, esto podría ser un ejercicio teórico, pero no, es un ejercicio práctico, por eso vengo aquí a contar la experiencia argentina. El 25 de mayo del 2003, cuando el presidente Kirchner asume el Gobierno, como les decía en la primera parte de mi intervención, había aproximadamente un 27 por ciento de desocupación, de cada 100 empleos que se creaban en la década de los ’90 solamente 10 estaban registrados. En 10 años aproximadamente, o un poco más, solamente unas 2.100 convenciones colectivas. ¿Cuáles son los números? Ni que hablar de pobreza e indigencia, en fin, no quiero aburrirlos con un paisaje de tragedia, pero lo cierto es que seguramente muchos de ustedes conocen lo que es la recuperación argentina.
A 4 años de Gobierno hemos reducido la desocupación en el último trimestre en forma permanente al 8,7 por ciento; la pobreza también ha tenido una baja sustancial, de más del 60 por ciento de pobres hoy estamos en el 26,3. Es cierto que todavía son cifras que duelen pero lo cierto es que el crecimiento ha llegado a muchos. Estamos llegando al núcleo duro de la pobreza, donde muchas veces se requieren políticas absolutamente conversadas y diversas porque el sólo crecimiento de la actividad económica no llega.
Hoy en mi país el INDEC va a anunciar que una vez más en estos 4 años ha bajado el registro de empleos en negro, del 48 por ciento de empleo en negro con que comenzó la gestión de Kirchner hoy se va a anunciar que el 41,6 por ciento es empleo en negro y de cada 100 nuevos empleos de los 3.000.400 empleos que hemos creado solamente 10 son en negro y 90 en blanco. La inversa copernicana se ha cumplido en materia de situación de empleo decente.
Podemos hablar también del salario mínimo de los trabajadores que en estos 4 años tuvo una suba del 300 por ciento. En materia de seguridad social, más de 10 aumentos a las pensiones mínimas que constituye un 180 por ciento de aumento y un aumento general del 13 por ciento. Aumentos que hacía más de 13 años que no se registraban en la economía argentina. No es producto de magia, no los quiero aburrir con los números. Y también un proceso de desendeudamiento muy importante en la renegociación de nuestra deuda externa y el desprendimiento definitivo del Fondo Monetario Internacional, con reservas en el orden de los 41.000 millones de dólares a pesar de los casi 10.000 millones de dólares hace sólo 4 años.
Esto significa que el resultado de adoptar un modelo de acumulación que articula capital y trabajo y que le da al trabajo la centralidad que hemos experimentado en otras épocas en cuanto a organización social, articulación social y desarrollo, ha sido la clave de esta recuperación que aún hoy asombra a todo el mundo.
Había sido muy profunda la crisis, fue muy profunda la caída que sentimos, la sensación del abismo claramente. Era muy difícil en aquellos días legislar en la República Argentina, había que hacerlo en un Parlamento totalmente cercado de policías. Era mala palabra ser político o empresario, muchos hombres de negocios o banqueros que eran reconocidos en la calle eran agredidos.
Por eso como lo dije ayer en la reunión a que fui invitada, en la que estaban los empleadores de los distintos países, dije que no quería empresarios buenos, que quería empresarios inteligentes, porque hay que tener mucha claridad para partir del desarrollo sustentable, que también la ganancia y el beneficio sustentable en el tiempo tiene que reconocerse en un modelo de acumulación, donde el trabajo y la producción sea lo más importante. No es el ejercicio discursivo de alguien que hoy comparte este momento con ustedes, simplemente la comprobación de la experiencia histórica de España, que es un ejemplo de ello, con democracia y con una burguesía decidida a transformar el país y hacerlo en base al trabajo, el esfuerzo y en tornarse también competitivos en el mundo, tornando competitiva a una sociedad con niveles de consumo y de desarrollo – cualquiera que visite España lo puede advertir- francamente asombrosos.
Por eso y como reflexión final: democracia, políticos con responsabilidades sociales, comprometidos con el diálogo social y el tripartismo y empresarios comprometidos con el trabajo y la producción, me parece que son los tres elementos básicos para tener dialogo social y tripartido.
Muchísimas gracias. (APLAUSOS)
Me gustaría hoy aquí con ustedes compartir experiencias e historias acerca de diálogo social y triparticionismo. En mi país, la República Argentina, el diálogo social tiene una larga tradición; se incorporó prácticamente en forma simultánea a la figura en el orden internacional allá por 1919, a partir de una trágica experiencia y una lucha muy fuerte, una huelga quasi revolucionaria que se produce a principios del siglo XX en la República Argentina y que finalmente termina con la incorporación del diálogo social como la metodología de negociación entre capital y trabajo, cooperación entre capital y trabajo para un mejor desarrollo.
En esta breve historia en términos de la humanidad, siempre son breves cuando no se tienen más que 400 ó 500 años, y más aquí en Europa, el diálogo social y tripartito adquiere durante la década de los años ´40 y ´50, a la par precisamente del surgimiento de la industrialización en la República Argentina y también, por qué no decirlo, de la fuerza política en la cual yo he militado toda mi vida, surge con mucha fuerza y normatización fundamentalmente, el diálogo social tripartito.
Pero en la experiencia argentina no podemos dejar de observar que diálogo social y triparticionismo tienen una fuerte vinculación con democracia y modelos económicos que ha seguido nuestro país.
En definitiva, podemos observar muy claramente que los períodos de interrupción democrática, como también los períodos donde se adoptan políticas donde la especulación y no el trabajo, donde la transferencia de recursos y no la producción, son los ejes del modelo de acumulación, comienza a tener una muy baja intensidad el diálogo social.
Y creo que el momento más culminante de esto se produce precisamente a partir de la década de los ´90. Se puede observar muy claramente en cuanto a modelo económico que comienza un período de diálogo social de baja intensidad y el fenómeno que es característica, y recién Guy mencionaba, de la globalización, que es la precarización y la flexibilización laboral. Por lo menos en América Latina, por lo menos en mi país el Fondo Monetario Internacional planteaba que la manera de generar riqueza y ocupación era precarizar y flexibilizar a los trabajadores, que de esta manera los empresarios iban a invertir más, porque colocaban menos dinero en la cuestión salarial, que se iba a aplicar la teoría del derrame, que entonces el mercado con la prescindencia total del Estado, que no debía bajo ningún punto de vista intervenir sino dejar el mercado libremente, iba a permitir que las cosas casi surgieran mágicamente.
Bueno, al cabo de 10 años de ser conejito de Indias del Fondo Monetario Internacional -yo quiero recordarles a ustedes que un presidente en mi país fue presentado en una Asamblea del Fondo Monetario Internacional como el gran ejemplo a seguir en el mundo- el país en el 2001 explota literalmente. No tengo que contarles las imágenes porque muchos de ustedes podían ver en los noticieros a miles de ahorristas golpeando las puertas de los bancos, los bancos con chapas para que no pudieran ingresar los ahorristas cuyos dineros habían sido confiscados por el Estado; llegamos a más de 20 por ciento, casi el 27 por ciento de desocupación.
No solamente eso, hubo tal ruptura institucional que se intentó mediante una figura delictiva –esto es importante porque fui testigo de esto, fui diputada en ese momento- se intentó una norma de reforma laboral que precisamente quien me presentara oportunamente con mis antecedentes dijo que yo había participado activamente de esa reforma laboral; sí, participé activamente en denunciar que habían sido sobornados legisladores de mi propio partido por el entonces gobierno para obtener una norma que flexibilizara a los trabajadores.
Finalmente esto culminó en la caída y el descrédito institucional de aquel gobierno que había asumido con el 52 por ciento de los votos. No era desde una postura dogmática nuestra posición frente a la flexibilización y precarización laboral, era simplemente la observación del resultado concreto.
Toda vez que en la historia de mi país se pudo articular producción y capital y trabajo en un modelo de acumulación que fuera de producción y no de especulación, hubo diálogo social, hubo tripartismo, pero hubo esencialmente calidad social y fiscal en el crecimiento económico, porque esta es otra cosa a la cual me quiero referir.
El crecimiento económico durante la década de los años ´90, a la luz de lo que pregonaba el Fondo Monetario Internacional, fue del orden del 7 por ciento. Si uno mira únicamente las cifras del crecimiento de la actividad económica podríamos concluir en que era un gobierno exitoso, pero paralelamente a como crecía la economía caían miles y miles de trabajadores del aparato productivo, porque en una política de especulación, en una economía de servicios y claramente no de generación de riqueza -que es la clave de todo proceso económico, generar riqueza- no se producía riqueza, se transfería riqueza ya construida a otro sector. En definitiva, esto se visualizaba muy claramente porque el crecimiento económico traía aparejada la destrucción de los puestos de trabajo, destrucción laboral, con lo cual no es neutro el tipo de crecimiento económico que tiene una sociedad para garantizar su crecimiento.
Yo quiero detenerme aquí en algo que dijo Juan José Cuevas que señaló la tentación que muchas veces tienen los políticos -soy parte de ellos- a elegir interlocutores que no sean sólidos y que de esta manera no se pueda articular el diálogo social y que ellos pudieron hacerlo durante 30 años en una España democrática.
Y yo no puedo menos que coincidir con él, primero en la base de la democracia como pilar insustituible para cualquier tipo de diálogo social, pero hubo una clase empresarial, en este caso la española, que se decidió por un modelo de acumulación, producción y generación de puestos de trabajo, diferente a lo que había sucedido allá en mi país donde quienes tenían el capital creyeron que era mejor especular que producir y trabajar, porque esta es la gran tentación también; no solamente los políticos tenemos tentaciones, los empresarios también tienen tentaciones y las tentaciones muchas veces de los empresarios, son ganar el triple o el cuádruple en economías de casino en 1 ó 2 años, total el riesgo no importa. (Aplausos)
Me parece entonces que la cuestión del diálogo social y tripartito no es solamente el crecimiento económico sino qué tipo de crecimiento económico hemos adoptado para nuestra sociedad, si realmente creemos que una sociedad puede subsistir únicamente con especulación. Yo sé que algún empresario presente podrá decir, bueno, pero si me da más la economía ruleta, la economía casino, por qué elegir una economía de producción que siempre supone riesgos, el invertir, el producir, el trabajar. Por una razón muy sencilla y que todas las experiencias del mundo lo demuestran, la sustentabilidad de un crecimiento basado en producción y trabajo es muy diferente a la sustentabilidad o insustentabilidad de las economías burbujas que solamente en la especulación financiera basan su crecimiento.
Me parece que la segunda cuestión elemental para garantizar diálogo social y tripartismo es democracia, como dije al principio, pero al mismo la adopción por parte de las burguesías nacionales de un modelo de acumulación donde articulen producción y trabajo, capital y trabajo en un modelo de creación y generación de puestos de trabajo. Porque además si bien en un mundo globalizado todos son potenciales consumidores, la necesidad de un mercado interno, desarrollado, trabajadores con buenos salarios y que tengan siempre la opción del progreso, es lo que ha caracterizado la sustentabilidad de los modelos de desarrollo en los grandes países industrializados.
Claro, esto podría ser un ejercicio teórico, pero no, es un ejercicio práctico, por eso vengo aquí a contar la experiencia argentina. El 25 de mayo del 2003, cuando el presidente Kirchner asume el Gobierno, como les decía en la primera parte de mi intervención, había aproximadamente un 27 por ciento de desocupación, de cada 100 empleos que se creaban en la década de los ’90 solamente 10 estaban registrados. En 10 años aproximadamente, o un poco más, solamente unas 2.100 convenciones colectivas. ¿Cuáles son los números? Ni que hablar de pobreza e indigencia, en fin, no quiero aburrirlos con un paisaje de tragedia, pero lo cierto es que seguramente muchos de ustedes conocen lo que es la recuperación argentina.
A 4 años de Gobierno hemos reducido la desocupación en el último trimestre en forma permanente al 8,7 por ciento; la pobreza también ha tenido una baja sustancial, de más del 60 por ciento de pobres hoy estamos en el 26,3. Es cierto que todavía son cifras que duelen pero lo cierto es que el crecimiento ha llegado a muchos. Estamos llegando al núcleo duro de la pobreza, donde muchas veces se requieren políticas absolutamente conversadas y diversas porque el sólo crecimiento de la actividad económica no llega.
Hoy en mi país el INDEC va a anunciar que una vez más en estos 4 años ha bajado el registro de empleos en negro, del 48 por ciento de empleo en negro con que comenzó la gestión de Kirchner hoy se va a anunciar que el 41,6 por ciento es empleo en negro y de cada 100 nuevos empleos de los 3.000.400 empleos que hemos creado solamente 10 son en negro y 90 en blanco. La inversa copernicana se ha cumplido en materia de situación de empleo decente.
Podemos hablar también del salario mínimo de los trabajadores que en estos 4 años tuvo una suba del 300 por ciento. En materia de seguridad social, más de 10 aumentos a las pensiones mínimas que constituye un 180 por ciento de aumento y un aumento general del 13 por ciento. Aumentos que hacía más de 13 años que no se registraban en la economía argentina. No es producto de magia, no los quiero aburrir con los números. Y también un proceso de desendeudamiento muy importante en la renegociación de nuestra deuda externa y el desprendimiento definitivo del Fondo Monetario Internacional, con reservas en el orden de los 41.000 millones de dólares a pesar de los casi 10.000 millones de dólares hace sólo 4 años.
Esto significa que el resultado de adoptar un modelo de acumulación que articula capital y trabajo y que le da al trabajo la centralidad que hemos experimentado en otras épocas en cuanto a organización social, articulación social y desarrollo, ha sido la clave de esta recuperación que aún hoy asombra a todo el mundo.
Había sido muy profunda la crisis, fue muy profunda la caída que sentimos, la sensación del abismo claramente. Era muy difícil en aquellos días legislar en la República Argentina, había que hacerlo en un Parlamento totalmente cercado de policías. Era mala palabra ser político o empresario, muchos hombres de negocios o banqueros que eran reconocidos en la calle eran agredidos.
Por eso como lo dije ayer en la reunión a que fui invitada, en la que estaban los empleadores de los distintos países, dije que no quería empresarios buenos, que quería empresarios inteligentes, porque hay que tener mucha claridad para partir del desarrollo sustentable, que también la ganancia y el beneficio sustentable en el tiempo tiene que reconocerse en un modelo de acumulación, donde el trabajo y la producción sea lo más importante. No es el ejercicio discursivo de alguien que hoy comparte este momento con ustedes, simplemente la comprobación de la experiencia histórica de España, que es un ejemplo de ello, con democracia y con una burguesía decidida a transformar el país y hacerlo en base al trabajo, el esfuerzo y en tornarse también competitivos en el mundo, tornando competitiva a una sociedad con niveles de consumo y de desarrollo – cualquiera que visite España lo puede advertir- francamente asombrosos.
Por eso y como reflexión final: democracia, políticos con responsabilidades sociales, comprometidos con el diálogo social y el tripartismo y empresarios comprometidos con el trabajo y la producción, me parece que son los tres elementos básicos para tener dialogo social y tripartido.
Muchísimas gracias. (APLAUSOS)