Encuentro con integrantes de la comunidad científica argentina residentes en Alemania

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ENCUENTRO CON INTEGRANTES DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA ARGENTINA RESIDENTE EN LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA

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Yo voy a ser breve, porque quería que uno de ustedes fuera el que les contara lo que está pasando en la Argentina en materia de ciencia y tecnología.

¿Por qué digo esto? Porque una vez que fui a visitar la Fundación Leloir, ahí me enteré por boca de su titular que era la primera vez que un presidente en ejercicio iba a visitar la Fundación Leloir, él me agradeció no solamente la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, sino -y voy a repetir palabras textuales- que haya puesto "a uno de los nuestros" en el Ministerio. Así lo sentí, como Boca-Ríver pero es que es un poco así.

La decisión -me había olvidado, Lino- la verdad que me dio mucha nostalgia esa reunión en el Consulado de Nueva York, es cierto, yo ya era candidata, él era el titular de la agencia, era cónsul, cómo ha ascendido el hombre, pasó después a embajador, de embajador pasó a canciller, viene bien, pero la verdad que me dio mucha nostalgia recordar esa reunión que fue una reunión fantástica con gente muy importante, y también recordar mi visita a la Escuela de Harvard, donde en realidad había ido a Boston no a Harvard, voy a ser sincera, había ido invitada por el Partido Demócrata, a la Convención Demócrata, no la de Obama sino a la del anterior candidato, el que perdió, y me contaron allí que había un grupo de profesionales, de científicos argentinos que estudiaban o que trabajaban en la Escuela de la Universidad de Harvard y que me querían conocer, y allí marché a la Escuela de Harvard. Y es cierto, me hicieron ver en un microscopio y dije: ¡Uh pude distinguir todo! Y se quedaron como si les hubiera develado la máquina de Dios, el misterio de la materia.

Claro, hay una idea de los científicos acerca de los políticos que es un estereotipo, como también podemos tener los políticos un estereotipo de los científicos. O sea, el estereotipo de los políticos serían tipos que no les importa nada más que el poder, que ver qué rosca pueden hacer, nada que ver con la ciencia y la tecnología; y nosotros tenemos una idea de los científicos, y cuando digo nosotros me hago cargo aunque yo no la tenga, de la política, de anteojitos, de gente encerrada en un rincón, que habla poco, que no se vincula, que está como aislada del mundo. Me encanta porque hay un montón de anteojitos que miran atentamente.....me encanta....se los están sacando rápidamente, pero la verdad que es eso, y eso en la Argentina tenemos que desterrarlo.

Muchas veces nos manejamos con estereotipos y manejarnos con estereotipos, con prejuicios y con preconceptos, nos ha llevado muchas veces a tomar decisiones o actitudes equivocadas. Y si algo quiero realmente como Presidenta de todos los argentinos es acabar con los prejuicios, con los estereotipos y con los preconceptos, porque no hay nada más acientífico, más anticientífico que precisamente eso, los estereotipos, los prejuicios y los preconceptos.

Lo que más me encanta de la ciencia, lo que más me fascina del mundo científico, además de esa fascinación que tengo por saber, por entender cómo se pueden mejorar las cosas, las cosas vinculadas con la salud, es que nada es cierto hasta tanto no se comprueba, se explica y se demuestra.

Esto creo que es algo muy importante que debemos manejar desde la política. Aprender esto de los científicos: ¿qué se me ocurre que deberían o podrían aprender los científicos acerca desde el mundo de la política o de la administración del Estado para hacerlo más puntual? Que para poder hacer todo lo que les contó Lino que estamos haciendo en la República Argentina, cuando dijo el presupuesto del Ministerio de Ciencia y Tecnología, Timerman dijo tiene más que la Cancillería, así de costado, le digo bueno, en buena hora, pero para poder hacer esto hace falta tener recursos, si no es imposible. Todos estos países desarrollados europeos, o Canadá o Estados Unidos, han destinado recursos que nuestro país por supuesto no tenía, pero no solamente para los científicos, a los cuales mandó a lavar platos, sino que no tenía para otras cosas inclusive más vitales, inmediatas y perentorias como era generar trabajo, para que la gente tenga un trabajo, no ya sea un científico o tenga un microscopio, no, trabajo para poder comer todos los días y mandar los chicos al colegio. Eso también se había acabado en la República Argentina. Esta también es una de las razones por las cuales muchos de ustedes se fueron.

¿A quién no le gusta quedarse en su país? Como migran también hacia los grandes centros urbanos desde el propio interior del país para conseguir un trabajo cuando no tienen valor agregado o industrias en sus propios lugares de origen. Entonces el aprendizaje que uno hace del mundo científico, la comprobación, el estudio, la dedicación, el poder de concentración, el leer, el saber, el no hablar si no se sabe, algo que no solamente debieran aprender los políticos sino en general todos los argentinos que tenemos esa compulsión por ser licenciados en todología -como digo yo, sabemos siempre todo de todo- es lo que debemos aprender de los científicos.

Y también los científicos saber que es necesario administrar y tener un proyecto de país absolutamente diferente al que se tuvo, porque si no es imposible no solamente ya destinar recursos a la ciencia, sino destinar recursos a nada.

Yo quiero darles algunos datos nada más para que ustedes entiendan cuál ha sido la modificación que ha permitido llevar a cabo estos planes y esta ejecución de planes que estamos llevando a cabo.

En el año 2002 la Argentina dedicaba a educación el 2 por ciento de su PBI, un PBI sustancialmente inferior al PBI que tenemos hoy que es de más de 350.000 millones de dólares. En ese momento sería de aproximadamente de 140.000, 150.000 millones de dólares. De eso, sólo el 2 por ciento iba total a educación. Estoy hablando de educación en todos los niveles, incluido por supuesto el sector científico y de investigación, y al pago de la deuda externa iba el 5 por ciento del PBI.

Hoy en la República Argentina con un PBI de más de 350.000 millones de dólares, tenemos que el 2 por ciento se destina al pago de la deuda y el 6.47 de ese PBI se destina a educación.

Por eso los sueldos del CONICET, por eso hemos podido quintuplicar los recursos para las universidades, por eso estamos ejecutando obras por más de 1.200 millones de pesos únicamente en edificios universitarios, por eso en noviembre voy a poder inaugurar la Escuela Nº 1.000, por eso hemos creado más de 30, 40 instrumentos específicos en el sector de ciencia y tecnología, por eso han retornado al país 793 científicos.

En el año 2002 se dedicaba el 0.6 del PBI a obras de infraestructura, hoy estamos dedicando 3.3 del PBI a infraestructura social y económica. ¿Cómo hemos hecho esto? Lo hemos hecho porque hemos privilegiado por sobre todas las cosas, con muy buen criterio, las necesidades que tenía nuestro país, pero no con la convicción de hacernos los tontos en cuanto a nuestras responsabilidades en deuda o con el mundo exterior, sino convenciendo, o no, pero tomando la decisión de que para poder hacer frente a esas obligaciones y reinsertarnos en el mundo como lo hemos hecho, necesitábamos primero crecer, poder generar riqueza a través no de proyectos o directivas que vinieran de afuera, sino a través del desarrollo de un modelo macroeconómico que por primera vez protagoniza un crecimiento económico de la República Argentina, el más grande en los últimos y únicos 200 años de historia con tasas superiores al 8 por ciento. En los últimos 12 meses, en lo que todavía es una de las crisis globales más importantes desde el año 1930, estamos creciendo al 9 por ciento. Entonces es importante saber que necesitamos también gestionadores del Estado, políticos del Estado que tengan dos virtudes, primero, un gran amor por su país y la convicción absoluta de que tenemos capacidades suficientes para poder construirnos no solamente el presente sino también futuro. Porque no había confianza en nosotros mismos, porque nos habían dicho que todo lo que venía de afuera era mejor, porque estábamos convencidos de que era imposible tener un modelo como el que queríamos desarrollar porque nos habían planteado un modelo que no existía, porque en realidad lo que nos querían vender los países en desarrollo, y ustedes que viven aquí lo deben saber mucho mejor que nosotros, eran mercados muy abiertos, muy desregulados...en ninguna parte del mundo sucede esto. Todos tienen proteccionismo, todos ponen aranceles, todos ponen barreras a la inmigración. Es más, nuestro país en materia de inmigración debe ser tal vez uno de los más abiertos del mundo y uno de los más integradores del mundo.

Creo que hubo que hacer un gran proceso primero de modificación o de abordaje cultural, porque el gran problema que hemos tenido no es la falta de recursos, ni humanos ni naturales ni monetarios, el gran problema es que nos habían instalado una cultura de que nosotros éramos feos, sucios y malos, como esa fantástica película que no sé si alguno la vio; no, hay gente muy gente aquí, es una película de altri-tempi, pero véanla cuando puedan porque es buenísima, Nino Manfredi está ahí, creo que era Nino Manfredi, fantástico, pero nos habían convencido de esto.

Entonces el gran desafío era demostrar que podíamos desarrollar un proyecto de país. Y yo creo que, precisamente, esa certeza no nos vino una vez más desde adentro, sino que tuvo que derrumbarse el mundo exterior para que pudiéramos comenzar a valorizar lo que habíamos construido adentro. Lo dije en varias intervenciones, se cayó el Muro de Berlín, creyeron que venía el fin de la historia; derrumbaron las Torres Gemelas y nos dimos cuenta que lo que se creía como conflicto superado, que había el conflicto Este-Oeste, iba a sobrevenir un conflicto mucho más terrible, mucho más letal, mucho más inexplicable, casi medieval si uno lo piensa en términos de racionalidad y, finalmente, se derrumbó el Muro de Wall Street, donde nos decían que todo estaba ordenado, que todo estaba controlado, que todo estaba bien, que el mercado todo lo solucionaba. Resulta ser que cuando el mercado se derrumbó, el único que estuvo presente para hacerse cargo de los platos rotos fue el Estado, una vez más aquí y en todas partes.

Nosotros tuvimos una suerte adicional, si se quiere, que fue la crisis del 2001. La crisis del 2001 donde se cayó estrepitosamente el sistema financiero, donde, ustedes lo recuerdan, se vallaron los bancos, se tapiaron con placas de plomo, de acero, porque la gente estaba golpeando para que les devolvieran sus ahorros, escenas casi dantescas. Esto nos permitió que a partir del 2003 comenzara a desarrollarse un modelo y, fundamentalmente, tuviéramos, a partir de no tener acceso al mercado de capitales, un saneamiento de nuestro sistema financiero porque no pudieron introducirnos activos tóxicos.

Esto parece una paradoja, pero fue así realmente: el no acceso a los mercados de capitales permitió que nuestros bancos no fueran infectados, para decirlo, ya que estamos en un ambiente científicos, vamos a emplear un término científico, fueran infectados por el virus de los derivados financieros que timbearon bajo el paraguas del Consenso de Washington con el trabajo, la salud de millones de habitantes globales, de millones de ciudadanos globales.

Y entonces, cuando en el 2009 tuvimos que hacer frente a la crisis que nos venía de afuera, en lugar de destinar recursos y fondeo, como tuvieron que hacer aquí en Alemania, en Francia, en Estados Unidos y en todo el mundo desarrollado, que tuvieron que salir a sostener los bancos para que no se cayeran, nosotros, esos recursos fiscales, en lugar de dárselos a los bancos, los inyectamos en la economía real. Y al inyectarlos en la economía real, somos el segundo país, según Naciones Unidas después de China, que más medidas de carácter fiscal tomó para hacer frente a la crisis.

Esto nos permitió sobrellevar el año 2009 con un mínimo aumento de la tasa de desempleo, que la bajamos ya nuevamente al 7.9, ¿por qué? Porque el gran objetivo que nos pusimos, que me puse durante el año 2009, fue sostener el vínculo laboral, que no despidieran gente.

Yo me acuerdo de una reunión -siempre la cuento porque es una experiencia casi sociológica- que tuve en marzo con toda la plana directiva de la Confederación General del Trabajo, que me vino a pedir que sacáramos leyes donde se impidiera el despido o se volviera a la doble indemnización o triple indemnización. Yo dije que no iba a tomar ninguna de esas medidas, que objetiva y exclusivamente sonaban muy bien, que iba a estar toda la sociedad de acuerdo, pero que iba a tener efectos totalmente opuestos a los objetivos que perseguíamos. Porque uno puede tener los mejores objetivos, esto lo aprendí, no ahora, sino hace unas cuantas décadas atrás, las mejores ideas, los mejores sentimientos, pero si equivoca los instrumentos, se va al demonio. Y el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

¿Qué dije entonces? No, no voy a sacar ninguna norma, que lo único que va a hacer es asustar al capital, que es lo más asustadizo que hay. Vamos a hacer acuerdos sector por sector, actividad por actividad para lograr que no nos despidan gente. Porque el momento en que el gerente de personal firma el telegrama de despido, es un minuto, como también es muy corto el tiempo en que el correo le llega con ese telegrama de despido al trabajador; eso dura horas, 24, 48, 72 horas, pero reconstruir ese vínculo de vuelta para ese trabajador, puede demorar meses o años.

Entonces el objetivo que me puse fue que no se destruyeran los vínculos laborales, con acuerdo de los empresarios, acá poniendo salarios, allá haciendo un préstamo, allá reduciendo la jornada laboral; algunas automotrices redujeron durante un tiempo sus salarios porque redujeron su tiempo de trabajo. No había una solución general, no había una regla general para todo.

Porque en la vida no hay reglas generales y ustedes también lo saben. Hay principios básicos científicos, pero cada cosa tiene su regla, su régimen, sus cosas diferentes que la hace totalmente irrepetible frente al otro.

Esto fue lo que hicimos y pudimos sostener la actividad económica, la recaudación, que cayó claro, pero también aumentamos las transferencias de capital, precisamente, hacia el interior del país para evitar todo esto.

Y esto es, en definitiva, lo que venimos haciendo, y curiosa y también paradojalmente en el año más difícil de la economía globlal pudimos reestructurar la última parte de nuestra deuda llegando al 93 por ciento de la deuda que se había defaulteado en el año 2001.

Yo digo, curioso destino el de nuestro Gobierno: pagamos la deuda que se generó durante otras gestiones, fuimos el que menos dinero ha solicitado al mercado y los que más hemos bajado la relación deuda-producto que fue una severa restricción durante años para el crecimiento de la Argentina.

Mi generación y de la de muchos de ustedes, creció con el redoblante de las marchas contra el Fondo Monetario Internacional y contra la deuda externa, casi como una bandera política esgrimida por casi todos los sectores.

Cuando en el año 2005 decidió la administración del presidente Kirchner pagarle al Fondo Monetario Internacional terminamos con una historia que había empezado en 1957. Tampoco vamos a creer que todo lo que pasó en el 2001 empezó un año antes; en realidad algunos en su ineficiencia actuaron como precipitadotes y aquí hay varios científicos que, seguramente, conocen el efecto de precipitadores o catalizadores porque los tienen como algunos elementos. Bueno, algunos por su ineficiencia actuaron como eso.

Pero la verdad es que la crisis se venía incubando desde hacía mucho tiempo hacia atrás.

Por eso yo creo que es importante esta interrelación de la cual hablaba Lino, de la Universidad, el mundo de lo académico, el mundo de lo científico y el mundo de la economía. Pero también es conveniente que tanto el mundo de lo académico y de lo científico como el mundo de lo económico comprendan que, en definitiva, todo tiene siempre una profunda vinculación con la política. Y no estoy hablando en términos de partidos políticos o de sectores, estoy hablando de política como las decisiones instrumentales que uno tiene que tomar cuando dirige el Estado, de la misma manera que un empresario toma decisiones.

Pero no es lo mismo, algunos creyeron que era lo mismo administrar una empresa que el Estado, no voy a hacer nombres, pero algunas experiencias que vivimos contemporáneamente en la Argentina dan cuenta que no es lo mismo el Estado que la empresa. Primero, porque en la empresa tenés solamente un fin de rentabilidad, primera gran diferencia, cosa que en el Estado no podés tener. Si uno se manejara en el Estado con criterio de rentabilidad, no tendría que preocuparse por la educación pública, no tendría que preocuparse por la salud pública, qué importa mejorar colegios, hospitales, la calidad de vida de los docentes o de los científicos. Bueno, primera cuestión: no podemos aplicar este criterio.

Segundo: no hacer lo que uno quiere. ¿Por qué? Porque, primero, vive en un sistema republicano, en un sistema de división de poderes y donde, además, hay intereses y sectores de poder que no son ni el Poder Judicial ni el Poder Legislativo que interactúan también con las decisiones que toma ese poder político votado. Sí tiene una legitimidad, tal vez, que no tienen otros sectores porque es alguien que ha sido puesto por el voto popular, por el voto de la sociedad y creo que en eso sí estamos todos de acuerdo, en el sentido de que formamos parte de una sociedad democrática.

Pero con todo eso hay que lidiar, articular y congeniar cuando uno está frente al Estado. Cuando uno está en su empresa no, busca únicamente la rentabilidad, si no estás de acuerdo te vas de acá y si no me gustas te echo y te mando un telegrama de despido, pero cuando uno está en la Presidencia de la Nación no puede mandarle un telegrama de despido a nadie. Es más, a los que hasta puede, no lo puede hacer, miren lo que me pasó con el presidente del Banco Central que se me atrincheró...Fíjense, sirve de ejemplo, ahí está. Miren qué fantástico ejemplo.

Tomemos cualquier país del mundo: imagínense que Barack Obama le pide a Bernanke la renuncia ante la Reserva Federal; Bernanke se va. ¿Vos lo ves atrincherado en la Reserva Federal? No. No sé cómo será acá el sistema con la señora Merkel y con Alemania, pero calculo que si le pide la renuncia al señor presidente del Banco Central, del Bundesbank, el señor del Bundesbank se irá. ¿Sí, no? Bueno, a mí me pasó lo contrario. Estuvo atrincherado en el Banco Central, apoyado por la Justicia y por parte del Parlamento, allá hay uno que se agarra la cabeza.

Es cierto, es para agarrarse la cabeza. Pero no me podía agarrar la cabeza ni nada de mi cuerpo. Simplemente tenía que contar hasta 10 o hasta 1.000 o hasta 1.000.000 y orientar el esfuerzo para que, finalmente, pudiéramos llevar a cabo una política que fue resistida desde la total ilegalidad e ilegitimidad y que, además, tuvo éxito. Porque, fíjense, teníamos 47.800 millones de dólares en diciembre, cuando tomé la decisión y se atrincheraron en el Banco Central, y hoy, luego de pagar más de 5.000 millones de dólares, tenemos más de 51.300 millones de dólares en reservas que es la reserva más importante que ha tenido en su historia la República Argentina.

Entonces creo que si ustedes escucharon alguna palabra de "tenían razón", "la verdad que nos equivocamos", no sueñen, hicieron mutis por el foro, como si nada hubiera sucedido. Pero esto le costó en términos de imagen al país.

Hoy la señora Merkel en la reunión me preguntaba qué había pasado y cuando le conté, no podía creer qué era lo que había pasado y, además, porque si no hubiera tenido que acceder al mercado de capitales con tasas de dos dígitos cuando tenía dinero absolutamente legítimo, excedentario, porque son dólares comerciales, no son dólares que ingresan a hacerse un agosto financiero, no, son dólares producto de nuestra balanza comercial que es superavitaria, son dólares comerciales, tal vez los dólares más genuinos o legítimos que puede tener un país, la diferencia entre lo que vende y lo que compra, dólar comercial, eso es la mayor parte de la acumulación de nuestras reservas. Por eso nos pagan al año 0,5 por ciento, bueno, Stiglitz, no yo... (corte en el satélite) ... eran actores protagónicos y hegemónicos. No es que hayan dejado de protagonizar, es que hay otros protagonistas, eran de reparto algunos, subieron a protagónicos, algunos que estaban de extras subieron a reparto, hubo en la película que es la historia del mundo un movimiento global, los extras han subido a reparto, los de reparto están peleando cartel, en fin, tenemos un nuevo escenario.

Creo que el gran desafío, y esto me gusta charlarlo con ustedes porque todos tenemos que saber, nosotros tenemos que saber qué es lo que pasa con todos ustedes, con sus investigaciones, en lo que pueden ayudar, pero ustedes tienen que saber lo que está pasando en el mundo donde se toman las decisiones que después impactan en sus propias vidas. Creo que todos tenemos que salir un poco del closet en que cada uno se encierra, pero no mal sino bien, porque esa es su actividad, porque le gusta eso, porque no tiene otra actividad. Es como me pasaba ayer en la Feria del Libro en Frankfurt -preciosa realmente, un orgullo para la Argentina- cuando Griselda Gambaro, ella como escritora en un momento dado cuestiona y dice que siempre el escritor sufre la derrota de las ideas, del mundo que sueña y que no puede lograr, y entonces yo le digo después: Griselda, yo pienso en la victoria, por eso vos sos escritora y yo militante política.

Por eso yo digo que hay roles y que no hay que ponerse nervioso, lo que tenemos que hacer es ver cómo podemos articular los distintos roles que cada uno desempeñamos para potenciarnos, para hacer sinergia, y poder vivir en un mundo cada vez más global y que paradójicamente es cada vez más enfrentado, más conflictivo, más expulsivo, más xenofóbico. Me preocupa, y decía yo hoy que sería bueno -para terminar, porque ha sido un día fatal- que quienes tienen un gran protagonismo a nivel global advirtieran la necesidad de las reformas que necesitamos en todo, en los organismos multilaterales de crédito, en las organizaciones multilaterales de comercio internacional, en las organización multilaterales como Naciones Unidas, en el Consejo de Seguridad, que ha dejado de reflejar la realidad. Era un Consejo pensado y diseñado para un mundo bipolar donde se sentaban con carácter permanente aquellos que podían apretar un botón y el mundo explotaba, eso ya no está más; quienes antes eran enemigos hoy están juntos y si hay un lugar simbólico para demostrar que ese mundo que dio origen a ese Consejo de Seguridad, que todavía sigue vigente, se acabó, es esta ciudad de Berlín. Berlín dividida era ese Consejo de Seguridad, pero Berlín no está más dividida y el mundo ya tiene otro tipo de divisiones que no pasan por Este-Oeste ni por ideas siquiera, sino por algo que tal vez implique un poco más de gravedad, algunos lo quieren presentar como cuestiones religiosas y eso a mí me preocupa mucho.

¿Por qué me preocupa mucho? Porque en el mundo de las ideas siempre hay racionalidad, más tarde o más temprano hay racionalidad, cuando el enfrentamiento es escudándose detrás de la fe o de la religión me parece que la cuestión se pone un poco más difícil y bastante más imposible de resolver, por una razón, porque en el mundo de las ideologías vos tenías que explicar cuál era tu idea y por qué ibas a tener esos resultados, en el mundo de la fe nadie tiene por qué explicar nada porque hace las cosas porque lo dice Dios. La verdad es que yo soy creyente pero no hago las cosas porque las dice Dios, hago las cosas porque creo en las ideas en un modelo de sociedad que hay que llevar adelante.

Por eso digo que espero que quienes tienen grandes responsabilidades, más que la Argentina, vamos a tratar de ayudar en todos los campos en los cuales estemos, el año que viene presidiendo el G-77 más China, sería bueno que tomaran cuenta de estas transformaciones antes de que las transformaciones sean más violentas y entonces las modificaciones vengan no producto de la voluntad sino de algo que no manejamos. Si uno mira la historia de la humanidad advierte que los grandes cambios terminaron siempre luego de momentos de intensa y violenta conflictividad, y por favor que nadie salga de aquí diciendo que la presidenta de la Argentina está anunciando que se viene la tercera guerra mundial, por Dios, nada que ver. Lo digo como aclaración, como sé que hay algunos periodistas por ahí al fondo, digo a ver si mañana leo..., los veo medio escondidos allá al fondo pero están, ellos siempre están, son como el sol, así que temo que mañana algún titular de algún matutino porteño diga la presidenta dijo en Berlín que se viene la tercera guerra mundial, tengan cuidado.

Sencillamente con mucho afecto quiero hacerles la misma invitación que Lino les ha hecho a que aquellos que quieran retornar al país pueden hacerlo porque estamos convencidos sinceramente que en la ciencia y en la innovación tecnológica está el salto cualitativo que la Argentina tiene que dar. El 17 de diciembre con mucho orgullo vamos a inaugurar la Max Planck en el marco del polo científico tecnológico que tendrá lugar en una fábrica abandonada. Es muy emblemático, en esa fábrica en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, en las ex Bodegas Giol, un lugar donde había murciélagos, arañas y ratas, ratas de cuatro patas, de la otras también hay por ahí pero bueno, no importa referirnos a ellas, son cuestiones menores; hemos hecho en ese lugar abandonado, que supo ser industria, que supo dar trabajo a muchos argentinos, un lugar que también va a dar trabajo a muchos argentinos, pero un trabajo más calificado, un trabajo de valor agregado, un trabajo donde podamos poner ese inmenso capital forjado en la escuela pública, en la universidad pública gratuita, casi uno de los pocos modelos en el mundo, y agradecerles a todos ustedes la presencia aquí esta tarde, las puertas están siempre abiertas, los esperamos. Muchas gracias y muy buenas tardes a todos.