Muy buenos días a todos y a todas.
Señor Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas; señores Jefes de Estado; representantes de Jefes de Estado; Primeros Ministros; titulares de Organizaciones Multilaterales: agradecer en primer término, la hospitalidad del señor Presidente de la República Federativa de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien en esta maravillosa ciudad de Río de Janeiro, ha ayudado a celebrar este Tercer Foro de la Alianza de las Civilizaciones, desde aquí diviso al canciller Miguel Ángel Moratinos.
Recuerdo el momento en que se inició esta iniciativa y que adherimos, desde la Argentina, fervorosamente, porque la consideramos un instrumento, un ámbito más donde perseguir un objetivo que es precisamente la construcción de un mundo diferente, donde las diferencias étnicas o religiosas no constituyan vallas para el desarrollo y la integración de la sociedades.
Pertenezco a un país que ha cumplido hace unos pocos días, 200 años; un país que se ha conformado esencialmente por corrientes migratorias. Las primeras a fines del siglo XIX y principios del XX de origen europeo, pero también provenientes de otros lugares, del Asia, luego de Latinoamérica, de Medio Oriente; millones de argentinos son descendientes de árabes; tenemos la quinta comunidad judía a nivel internacional.
El grado de la convivencia no solamente es producto de la tolerancia, sino esencialmente de la integración y de la asimilación sin perder las identidades y las historias, a una forma de vida, a punto tal que, descendientes de árabes, han alcanzado la Primera Magistratura de mi país, y también ciudadanos de origen judío, desempeñaron o desempeñan al frente de los Estados Federales argentinos, el más alto cargo como puede ser el de gobernador; quien les habla, además, es también, nieta de inmigrantes europeos.
Somos por lo tanto, una sociedad con una diversidad y una pluralidad pocas veces vista, que -debo contarles algo- fue puesta a prueba en dos oportunidades, en el año 1992 cuando sufrimos el atentado terrorista que voló la Embajada de Israel, y luego en 1994 cuando se produjo la voladura de la mutual judía AMIA, ambas en la ciudad de Buenos Aires.
Tal vez en cualquier otro lugar, tal vez en cualquier otro país, esto podría haber desatado pasiones, divisiones y rupturas. Lejos de eso, al contrario, reforzaron los lazos de integración entre las comunidades que conviven y que tuvieron su más magnífico ejemplo hace pocos días, cuando en el Tedeum, ceremonia religiosa de la iglesia católica celebrada en la principal Basílica de la República Argentina con motivo de los 200 años, desde un altar de una iglesia católica habló un arzobispo, el titular de la iglesia rusa ortodoxa en mi país, el titular de una de las comunidades judías más importantes, Bet El, de la Argentina, un imam y también un miembro de las religiones evangélicas y protestantes.
¿Cómo se ha logrado esto? Lo hemos logrado desde un sector clave en lo que hace a la integración de una sociedad, la educación, el colegio, la escuela donde se iguala a todos los que han nacido y a los que no han nacido en nuestro país y donde las diferencias religiosas no tienen ningún tipo de impacto.
Hoy por la tarde ustedes van a ver por ejemplo, la presentación de un canal estatal perteneciente al Ministerio de Educación de la República Argentina, el canal "Encuentro", que es un ejemplo de cómo desde allí se promueve la integración, la diversidad, el conocimiento para evitar los prejuicios, porque la madre de todos los prejuicios es fundamentalmente la falta de educación, la falta de formación.
Por eso creemos que hoy es algo muy pero muy importante los instrumentos: escuela, educación y medios de comunicación; ejercen un papel fundamental en el desempeño de la integración, no solamente en las comunidades nacionales sino a nivel global.
No puedo dejar de señalar más allá de estas cuestiones, consideraciones eminentemente políticas, observaciones de cosas que están sucediendo en el mundo y fundamentalmente tal vez, en los países desarrollados, señales preocupantes en cuanto a discriminación de inmigrantes, por ejemplo, algo que hemos señalado hace muy poco en la Cumbre ALC-UE que realizamos en Madrid. Y también, señalar nuestro rechazo a aquellas legislaciones que impiden que una mujer o un miembro de determinada comunidad religiosa pueda usar sus vestimentas de acuerdo a sus identidades y su religión. Porque uno cabría preguntarse en todo caso, por qué razón alguien quiere tener esa demostración de pertenencia. No será tal vez porque no se siente integrado y aceptado en un todo por esa comunidad. Son signos que debemos interrogarnos para encontrarles también una respuesta.
Creo también, porque todos aquí han mencionado la paz y la condena al terrorismo, cosa que, por supuesto, compartimos, reitero, somos el único país de Latinoamérica que ha sufrido dos atentados terroristas, pero creo también que esa construcción de la paz tiene que ver con anhelos y con cosas que aún siguen irresueltas.
La constitución de un Estado palestino, su reconocimiento a nivel internacional, el derecho de Israel también a vivir en fronteras internacionalmente reconocidas y en paz, serían uno de los elementos que contribuirían, sin duda, a esta alianza de las civilizaciones y fundamentalmente a un mundo de paz, y a restar argumentos, tal vez a quienes utilizan el terrorismo como una suerte de identidad religiosa, que no tiene absolutamente nada que ver con las religiones y que es de carácter eminentemente político.
Creo también, lo he escuchado de distintos representantes de comunidades de origen árabe, una interpelación que deberíamos hacernos desde Occidente, acerca de determinadas cuestiones.
En el año 2004 me tocó participar en Madrid, en una conferencia, con el ex presidente del Gobierno español, Felipe González y con un periodista e intelectual como Juan Luis Cebrián. Me acuerdo que en un momento de la conferencia ante una pregunta del público acerca de los riesgos de la globalización, del fenómeno del terrorismo, una serie de interrogantes que planteaban quienes habían asistido a esa conferencia, Juan Luis Cebrián, planteó muy inteligentemente si en realidad Occidente no se estaba equivocando en querer implantar formas institucionales u organizaciones sociales, que en nuestra civilización datan desde 1789, de la Revolución Francesa, para modificar organizaciones o costumbres milenarias y antiguas civilizaciones. Si no debíamos, en todo caso, interpelarnos desde Occidente para que se respetaran las formas organizativas que cada civilización, que cada cultura se da a sí mismo, con un solo requisito, que es la preservación de los derechos humanos, que es la integridad física y psíquica de cada una de las personas y que eso sí, sin lugar a dudas, debe ser absolutamente un valor universal respetado por todos.
Creo que son interrogantes importantes, sin lugar a duda también, como señalaba el señor Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, una mejor distribución de la riqueza, una sociedad más equitativa. Resulta muy difícil convencer a alguien que ha vivido siempre en la más absoluta pobreza y que tal vez mendiga hasta un vaso de agua, que es bueno pelear por tal o cual valor.
Por eso creemos que el tema político, ligado igualmente al otro que también es eminentemente político, como la distribución de la riqueza más equitativa, la educación, el acceso a la salud, a la vivienda, a la vestimenta, cosas que no deberíamos estar discutiendo ya en el siglo XXI, y que, sin embargo, seguimos puntualmente enunciando en cada conferencia, en cada encuentro, en cada reunión internacional, porque cuando vemos las cifras, cada vez hay situaciones que se agravan y se profundizan aún más.
Por eso, sin creerme con el derecho a tener la verdad absoluta, -creo que nadie la tiene, en definitiva todos poseemos una parte de la verdad, verdades relativas- lo cierto es que el ejercicio de esta alianza para las civilizaciones debe contemplar, y lo hemos charlado en muchísimas oportunidades, estos ítems que son claves para poder lograr una construcción y un avance en serio, en desterrar la intolerancia -que dicho sea de paso, también forma parte de la condición humana- los prejuicios, pero hacerlo en ejercicio efectivo en nuestras comunidades.
Tenemos el orgullo como hombres y mujeres de América del Sur, de vivir en una región libre de conflictos étnicos y religiosos, el orgullo, por ejemplo, de contar con un Presidente como Evo Morales, Jefe de un Estado plurinacional. Podemos dar muestras reales, concretas y efectivas, representantes de los pueblos originarios previos a la colonización, realmente de una convivencia y de una integración. Palabras que me gustan mucho más que tolerancia, porque tolerar en síntesis puede significar aguantar, y no me gusta esa sinonimia entre tolerar y aguantar. Yo prefiero "integración" y que cada uno pueda vivir como quiera, le pueda rezar al Dios que quiera y se pueda vestir como quiera sin ser molestado, discriminado, o visto de manera diferente por el otro. Este es el gran objetivo al que todos tenemos que llegar. (Aplausos)
Por eso integración y convivencia son dos instrumentos básicos, junto a educación, mejor calidad de vida y Justicia internacional, para que todos los países puedan vivir en su territorio con justicia y con respeto y reconocimiento de los otros Estados. Sin dobles estándares, donde es los poderosos tienen derecho a decidir por todos y los débiles solamente tienen que aceptar. Esto también es algo que debe terminarse para poder construir verdaderamente una alianza de civilizaciones.
Muchas gracias y muy buenos días a todos y a todas. (Aplausos)