Escuchaba atentamente a Cilia cuando leía la decisión de esta Asamblea que era conmemorar el Bicentenario de Venezuela, conmemorar el 19 de abril. ¿Qué significa conmemorar? Viene de memoria y además de festejos, de festejos de la memoria.
Hugo, cuando estaba por entrar aquí, me sugería - no puede con su genio - que empezara mi discurso desde el Descubrimiento de América y yo le dije que eso podía ser para él y sus interminables discursos, pero que yo iba a empezar desde 1810. (RISAS Y APLAUSOS).
Y escuchaba también atentamente al historiador que me precedió en el uso de la palabra y que reivindicaba las gestas libertarias de la América del Sur diciendo que no era cierto que hubieran sido solamente una planificación o una idea del liberalismo imperante en Europa. Yo me voy a permitir- fiel a mi espíritu de legisladora, o ex legisladora, ahora Presidenta y también un poco polemista, por qué no - decir que creo que las acciones de la historia, las acciones de los hombres son una profunda interacción y una relación también dialéctica de intercambio permanente entre los unos y los otros. Por supuesto, que las ideas de Belgrano, de Moreno, de Bernardo de Monteagudo, de Castelli, los ideólogos, los jacobinos de aquel 25 de mayo de 1810, o las de Francisco de Miranda eran ideas que tenían que ver con la libertad de nuestros pueblos ante el insoportable coloniaje a los que nos sometía España, la explotación que de estas tierras, de sus gente hacía España y también de la nueva generación de criollos que habían nacido de españoles, pero que ya sentían estás tierras como propias, junto a los pueblos originarios, junto a los mestizos.
Pero no podemos tampoco ignorar que el mundo que estaba allí, que las ideas de Voltaire, de Diderot, de Montesquieu había hecho nido en la cabeza de estos hombres. No para copiarlas, sino para utilizarlas como un instrumento que sirviera a sus pueblos, que de eso se tratan las ideas: instrumentos que sirvan para la liberación de los pueblos y para la construcción de sociedades más justas y más equitativas. Si las ideas no pueden exhibir esos resultados sólo quedan en ideologías, cuando pueden exhibir esos resultados se transforman en política y adquieren toda la verdadera dimensión que tienen que tener las grandes batallas culturales, que son precisamente las de transformar la historia.
Y ese 1810 tenía una América que bullía en todas partes, que había también conocido fuertes levantamientos de los pueblos originarios; en el Alto Perú la figura de Túpac Amaru descuartizada; en el Perú es el símbolo de que la idea de libertad e igualdad no tiene nacionalidad, son valores universales. (APLAUSOS), que han atravesado la historia, no desde 1810, desde mucho antes, porque son valores que hacen a la condición humana, la libertad para decidir sobre la propia vida. Pero no solamente la libertad para decidir sobre la propia vida, sino para tener una vida igual o mejor de la que tengo y por lo tanto una libertad para sostener la igualdad.
Por eso digo que en realidad nada nuevo se ha inventado cuando hablamos de libertad e igualdad. Esos hombres y esas mujeres, la Juana Azurduy que hace poco entregué al Presidente Morales su sable de Generala, la hicimos Generala en la República Argentina (APLAUSOS). Esos hombres y esas mujeres interpretaron, entonces, valores universales que vienen desde el fondo de los tiempos y que es la necesidad de la autodeterminación de los pueblos y de que cada sociedad pueda construir su historia, su presente y su futuro.
¿Y cómo nos fue en ese primer centenario, que culmina en 1910? Y por eso también la interacción a lo que yo hablo, a lo que había pasado en el mundo, aquí en la América del Sur los libertadores, los fundadores en su gran mayoría terminaron exiliados, olvidados, aunque también perseguidos. El primer centenario en 1910, nos encuentra a los argentinos - y voy a hablar de la experiencia nuestra- en un centenario muy diferente al que vamos a celebrar ahora. Era un centenario donde, como en casi toda la región, se habían consolidado repúblicas en un modelo de división internacional del trabajo, donde nosotros proveíamos materias primas que eran industrializadas y generaban riqueza y valor muy lejos de estas tierras.
Y los hombres que habían hecho 1810 pensaban exactamente lo contrario. Cuando uno conoce el pensamiento económico de Manuel Belgrano, de Mariano Moreno hablan de la necesidad, precisamente, de generar riquezas en nuestros propios países. Podríamos decir que a lo largo de este primer centenario las ideas de esos fundadores y las ideas de esos libertadores habían quedado muy alejadas de las prácticas políticas concretas de nuestras sociedades y fundamentalmente de quienes tenían la responsabilidad institucional de conducir los países.
Este segundo centenario nos encuentra también en un mundo absolutamente diferente. Si el del siglo pasado lo dividieron la contradicción este-oeste, que impuso en nuestra región la feroz Doctrina de la Seguridad Nacional, que sufrimos en muchos de nuestros países y que significó también la desaparición de generaciones enteras y fundamentalmente en retraso económico más formidable del que se tenga memoria, debemos decir que este Bicentenario encuentra a los pueblos de la América del Sur en una nueva etapa de transformación y en lo que yo denomino una segunda independencia. (APLAUSOS).
¿Por qué segunda independencia? Y ahí sí voy a coincidir absolutamente con quien me precedió en el uso de la palabra, es necesario ante un mundo que se ha vuelto a derrumbar en valores como los del libre comercio, que en realidad el Estado debía desaparecer, que el mercado todo lo decidía y todo lo resolvía, valores que se derrumbaron estrepitosamente nos encuentra a todos nosotros - hombres y mujeres de la América del Sur - ante no solamente la responsabilidad histórica de conducir y dirigir por voluntad democrática nuestras sociedades, los Estados que nos toca gobernar, sino también la de atrevernos como se atrevieron aquellos hombres a formular categorías de pensamientos que nos sean propias, códigos, ideas que sean elaboradas por nosotros mismos, en materia económica, en materia política, en materia de interpretar la historia y fundamentalmente en algo que propiciaron aquellos hombres de 1810, y que fue lograr la unidad latinoamericana con un objetivo fundante para la liberación de nuestros pueblos. (APLAUSOS).
Crear la América del Sur, crear la unidad de nuestra región, Latinoamérica y el Caribe no debe llevarnos a pensar que todos debemos ser iguales, porque creo que allí está el secreto precisamente que hemos logrado reconstruir y recrear en estos tiempos de la América del Sur: aceptar nuestras diversidades, nuestros diferentes procesos históricos, nuestras diferentes identidades.
Yo pertenezco a un partido político, a un movimiento político que hizo punta en 1945, cuando el mundo se dividía entre este y oeste, en crear lo que fue la tercera posición, un principio absolutamente latinoamericano, donde no nos planteábamos como parte ni de un mundo ni del otro, sino que recreábamos -desde nuestra propia historia, nuestra propia identidad, nuestras propias necesidades - una forma de gestión, una forma de ver el mundo, una forma de conducirnos y una forma también de relacionarnos con el mundo.
El mundo ha cambiado profundamente, en estos últimos 20 ó 30 años, ha cambiado más que en los últimos 200 años todos juntos. Esto nos obliga a nuevos desafíos y a nuevas interpretaciones. Yo se que es difícil en proceso históricos de mucha fuerza poder abstraerse por un minuto y poder mirar el mundo desde la perspectiva diferente que se está gestando. Se está gestando un nuevo orden internacional, más allá inclusive de sus propios protagonistas.
Interpretar esto, pivotear sobre esto y usarlo en el buen sentido de la palabra en beneficio de la construcción de nuestro proceso histórico en la América del Sur, debe estar en la inteligencia de todos nosotros, como estuvo en la inteligencia de esos hombres y de esas mujeres de 1810, de codificar aquel mundo, reinterpretarlo y aplicarlo a su propia realidad para, desde allí, pivotear y efectuar la transformación que aún está pendiente.
Menos pendiente que antes, cierto es, porque, en realidad, ese Consenso de Washington que dominó toda la América del Sur, fue lo que, precisamente, generó la reacción que vino después. Y que puso precisamente en marcha numerosos procesos en nuestra América del Sur donde la noción de libertad se asoció a la de igualdad una vez más como en 1810.
Porque, tal vez, estos dos valores, libertad e igualdad, expresan como pocos lo que sentimos aquí los hombres y mujeres en la América del Sur. Una sociedad más equitativa, más igualitaria, donde sabemos que no todos son iguales, pero sí queremos darles igualdad de oportunidades a todos los que han nacido. (APLAUSOS) No puede ser que el solo hecho de nacer en un hogar pobre condene a nuestros niños o a nuestras niñas a cancelar toda posibilidad de futuro.
Por eso hablaba de ese movimiento político que empezó en el '45 y del cual yo he sido una militante toda mi vida. Yo le digo "peronismo", algunos le dicen "justicialismo". A mí me gusta decirle "peronismo". (APLAUSOS)
Fue un movimiento político que hizo de la movilidad social ascendente su eje fundamental y que permitió que los hijos de los obreros pudieran llegar a la universidad y que, aún, el hijo o la hija de trabajadores pudieran llegar a ser presidentes de la república por el voto popular y democrático de sus pueblos. (APLAUSOS)
Yo no sé si será esta realidad de hoy exactamente la que soñaron San Martín, Bolívar, Belgrano, Moreno, Monteagudo, Sucre, Juana Azurduy, pero estoy segura que se le parece bastante más que la que teníamos hace quince años en nuestra región y en nuestro continente. De eso estoy absolutamente convencida. (APLAUSOS)
Esto significa, entonces, que hemos dado también un gran paso, un gran avance.
Este siglo XXI debe plantearnos a nosotros, hombres y mujeres de la América del Sur, y lo he charlado con el presidente Chávez y con otros compañeros presidentes de la región en muchísimas oportunidades, que el mundo que viene o que ya está, para ser más precisos, va a ser un mundo ambivalente, un mundo de grandes adelantos científicos y tecnológicos pero, al mismo tiempo, un mundo cruzado por contradicciones que no van a ser las del siglo XX, del más puro racionalismo, porque aún cuando el enfrentamiento entre Oeste-Este era muy ideológico, era un enfrentamiento del mundo moderno, era un enfrentamiento del mundo racional.
Hoy estamos ante otros desafíos, ante otros dilemas más insolubles, pero también estamos ante una oportunidad aquí en nuestra América del Sur, una región libre de conflictos o enfrentamientos raciales o religiosos, al contrario, una región rica y respetuosa de la diversidad y de la pluralidad como pocos que, al mismo tiempo, cuenta con riquezas, con recursos naturales inconmensurables, que deberemos prepararnos también para agregarles valor también, por qué no, para defenderlos. Porque ahí está, en mi país, una plataforma que vino navegando 14.000 kilómetros para sacar petróleo de nuestras Islas Malvinas.
Ese espejo, es un espejo en el cual debemos mirarnos todos los hombres y mujeres de los distintos países y saber que la batalla por los recursos naturales, la batalla por el agua, la batalla por la defensa de nuestros recursos, tal vez, sea una de las claves que debamos entender en el siglo XXI. (APLAUSOS)
Por eso también quiero agradecer aquí y ahora la solidaridad de la República Bolivariana de Venezuela, de todos los países de la región -y cuando digo todos, son todos- el apoyo permanente en lo que es, no una causa de la Argentina, ni siquiera una causa regional: desterrar enclaves coloniales como el que tiene el Reino Unido en el sur del continente que es, por sobre todas las cosas, una obligación universal. (APLAUSOS PROLONGADOS)
Allí en Malvinas, a la que nosotros denominamos "causa universal". ¿Por qué? Porque una de las cosas que deberemos discutir y debatir los países de la América del Sur en todos los foros, los que estamos reunidos aquí, en todos los foros, en Naciones Unidas, en todos los espacios institucionales y no institucionales, es fundamental que se termine el doble estándar en el mundo, en donde los poderosos pueden violar las disposiciones de Naciones Unidas o de la Organización de Estados Americanos y solamente estamos obligados a respetarlas los que somos más débiles o no tenemos la fuerza necesaria para que se nos respeten nuestros derechos. (APLAUSOS PROLONGADOS)
Se tiene que terminar el doble estándar internacional en materia de respeto a las normas vigentes. Si todos somos signatarios de la Carta de San Francisco, si todos somos miembros de las Naciones Unidas, ¿por qué algunos respetan sus disposiciones y otros las violan una y otra vez en forma sistemática? (APLAUSOS)
Yo quiero en este nuevo escenario internacional, ejercer el multilateralismo en serio en todos los ámbitos y en todos los frentes. Es la garantía de volver a ser una sociedad de justicia, una sociedad de derecho en términos universales.
Tenemos que lograr, finalmente, que los derechos de todos sean respetados. (APLAUSOS) Y, fundamentalmente, defender aquí en la América del Sur, el concepto de paz y de respeto a la voluntad democrática de cada pueblo expresada libremente. (APLAUSOS)
El respeto a la soberanía popular es para nosotros una cuestión que está en nuestro ADN. Fuimos un partido proscrito, perseguido, en donde se prohibió en mi país mencionar el nombre de sus fundadores o cantar la marcha que nos distingue.
Esto no pasó hace cuatro siglos con los españoles; esto pasó hace mucho menos tiempo, fue durante el siglo XX.
Por eso digo que una de las claves que debemos entender aquí, la hemos entendido y así lo hicimos, cuando acudimos a ayudar a la hermana República de Bolivia, su Presidente elegido democráticamente, Evo Morales (APLAUSOS), cuando presidentes y presidentas de la UNASUR nos reunimos allí, en La Moneda. Fíjense que curioso: un organismo como la UNASUR, que no está institucionaliza en términos de acuerdos o tratados como tienen otros tipos de organizaciones, pudo lograr lo que otros no pudieron en etapas más recientes en Centroamérica. Y fue, precisamente, impedir la violación de la voluntad popular que quería, precisamente, destituir al Presidente Evo Morales.
Lo tomo como ejemplo, pero como ejemplo de lo que podemos hacer, fundamentalmente, cuando unimos nuestros esfuerzos y nuestras inteligencias que, ¡ojo!, no significa quién grita más fuerte, sino quién puede con mayor inteligencia unir esfuerzos y lograr resultados, que de eso se trata esencialmente la política. (APLAUSOS)
Por eso, y no quiero extenderme demasiado porque si no voy a batir algunos récords que creo que le pertenecen y le van a seguir perteneciendo al comandante Chávez o a Fidel también, es cierto, no sé si han ganado alguno vos, me parece todavía, habría que cronometrar tal vez y ver, quiero decirles algo.
Hoy cuando asistimos a este maravilloso desfile que tuvo lugar para conmemorar el Bicentenario de Venezuela, yo sé, Hugo, bueno, que tú eres un militar y como a todos los militares les encantan los aviones, los tanques y esas cosas, es una cosa que ya viene en el ADN de cada uno, pero yo quiere decirle algo, presidente Chávez: la parte del desfile que más me gustó fue la última, la del caballo blanco, con toda la caballería, como debió de haber sido en 1810, cuando dijeron: "¡A la carga!" y corrieron frente a nosotros. Así deben de haber hecho en Ayacucho, así debe haber sido Carabobo, así debe haber sido Maipú, así debe de haber sido la batalla del Norte, así deben haber sido todas las batallas que fueron construyendo la independencia. (APLAUSOS)
Yo creo que no fue solamente una cuestión militar. Lo militar siempre implica la noción de fuerza. Yo creo que el gran poder estuvo en las ideas, en esa cultura por la libertad que es capaz de hacer que un pueblo haga los sacrificios más extremos con tal de obtener su liberación.
Me acuerdo del éxodo jujeño. Cuando Manuel Belgrano mandó quemar todas las casas para que los realistas cuando pasaran no encontraran nada, ni hacienda, ni casas, ni pasturas y no fueron sus soldados los que quemaron todos, fue el pueblo jujeño que quemó sus propiedades y acompañó, junto al ejército de Belgrano, en la tarea liberadora.
Hace poco, el día viernes, estuvo visitándonos en la República Argentina el Primer Ministro de la República Socialista de Vietnam.
Nosotros cumplimos 200 años y él me decía que Hanoi cumple este año 1.000 años, mil años. Mil años en los que pasaron las principales potencias del mundo ocupando su territorio. La última, la más importante de la última centuria.
Y fíjense ustedes, con mucho poderío militar, en Vietnam se tiraron el doble de bombas que durante toda la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, ese pequeño gran pueblo, pudo vencer durante siglos a santísimas ocupaciones. (APLAUSOS)
Y conversando con él, porque claro, cuando sucedía Vietnam yo era una estudiante, era muy joven, pero era un icono, como era también la Revolución Cubana, un icono de nuestras juventudes. Entonces así charlando con él en un momento hablaba de la ofensiva de allá del año Tet, del '68, y entonces él me dice: "Mire, esta herida -y me muestra una pequeña cicatriz, porque fue un combatiente de los 12 años- me la hicieron durante la ofensiva del año Tet". Y yo pensaba: pensar que nosotros a nuestros libertadores los miramos desde una estatua o desde un cuadro; ellos los siguen mirando, los están gobernando y los pueden ver todavía recorriendo las calles.
Pero lo importante, y me parece que es lo que une toda la historia completa aquí y en el mundo, es que no hay poderío militar, no hay poderío económico que pueda con la decisión de un pueblo cuando este decide liberarse. (APLAUSOS)
Y yo creo, para terminar, que este es el mensaje que nos dan esos hombres y esas mujeres que enfrentaron al ejército más poderos en aquel momento, en 1810, el mensaje es que lo que define la libertad de los pueblos, la construcción de nuestras sociedades, es el valor y el coraje que tengan sus ciudadanos para defender los sagrados derechos de la libertad y de la igualdad. (APLAUSOS)
En nombre de esos valores, vengo hoy aquí a saludar ante esa Asamblea Nacional, legítimo lugar donde está representada la soberanía popular de Venezuela, al coraje de sus hombres y mujeres, los del 19 de abril de 1810 y los del 19 de abril de este 2010.
¡Gloria y honor a ambos!
Muchas gracias, ¡viva la patria!, ¡viva Venezuela!, ¡viva Argentina!, ¡viva el Bicentenario!
Gracias. (APLAUSOS)