Señora Gobernadora; señor Intendente; veteranos; señores oficiales, suboficiales; familiares de los caídos; pueblo de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur: como ustedes saben, no es la primera vez que me encuentro un 2 de abril junto a ustedes aquí.
Tampoco es la primera vez que me encuentro con los que fueron a pelear a Malvinas. Tal vez, nuestro primer encuentro haya sido en aquellos años, en 1982; tal vez algunos de ustedes estuvieron antes de embarcarse en Río Gallegos, donde yo vivía, donde vivía junto a mi familia, mi marido y mi pequeño hijo Máximo de cinco años.
Permítanme vincular, también, a la vida familiar, personal estos hechos. En el Sur los vivimos así. Tal vez, en el Norte -y cuando decimos en el Norte en la Patagonia estamos hablando siempre de la Capital Federal, así nos manejamos con nuestros códigos lingüísticos los patagónicos-, era un relato mediático, un mal relato mediático además el de la guerra, un falso relato mediático.
Pero los que estábamos allí, veíamos salir aviones que tal vez no retornaban, jóvenes que iban a pelear a las islas, la amenaza también de que podían bombardear la ciudad de Río Gallegos porque, como ustedes saben, en línea recta es la ciudad más cercana a nuestras Islas Malvinas, no superan los 800 kilómetros en línea recta desde Río Gallegos y, entonces, se mencionaba la posibilidad del bombardeo a la ciudad como un elemento de disuadir a la Argentina y abandonar el frente de batalla. Por eso se agolpan en mí muchas imágenes y muchos sentimientos también.
Lo que recién señalaba la Gobernadora, el hecho de que aquella gesta fuera iniciada en un gobierno o en un régimen que se agotaba y que, tal vez, no permitía distinguir las cosas. Lo que luego fue también la vergüenza de esconder a nuestros combatientes cuando retornaban de las islas. No los ignoraban, era algo peor: los escondían.
Comenzó allí un proceso de desmalvinización. Algunos, tal vez, con la buena fe de identificar dictadura con Malvinas; otros, tal vez, como una estrategia sutil e inteligente -sutil e inteligentge- para, precisamente, lograr el propósito y el objetivo final: que los argentinos renunciáramos definitivamente a lo que nos corresponde.
Por historia pero, fundamentalmente, por sentido común y por geografía, pretender soberanía a 14.000 kilómetros de distancia, no es sostenible ni histórica ni jurídica ni geográficamente. Pero, por sobre todas las cosas, no es sostenible desde el sentido común.
No es por parte del Reino Unido un ejercicio de soberanía, es un ejercicio de colonialismo. Tal vez, uno de los últimos durante el siglo XXI en un país que supo tener una historia imperial y colonial a lo largo de toda su historia y a lo largo de centurias de historia universal. (APLAUSOS)
¿Cómo estamos, entonces, hoy? Por lo pronto, estamos más viejos; yo recuerdo que tenía apenas 29 años y mi hijo tenía 5 años cuando jugaba interminablemente en la mesa de la cocina de nuestra casa, sin despegarse del televisor, con sus soldados, con sus barquitos. Recuerdo el hundimiento de la Sheffield lo que fue para él, un juego de guerra, para otros, obviamente, fue lo que nos pasó.
Por eso creo que esa historia, el patriotismo de quienes entregaron a sus hijos, a sus maridos, a sus novios, a sus hermanos, a sus amigos; el de ustedes, que fueron a defender lo que es de todos los argentinos, nos obliga, por sobre todas las cosas, además de reivindicar la soberanía, a ejercer con inteligencia y perseverancia una tarea, en todos los frentes y en todos los foros, nacionales e internacionales, en los cuales plasmar definitivamente la injusticia, la incoherencia de un mundo que persigue vivir en paz, que persigue que cada país respete las fronteras del otro pero que, sin embargo, por el solo hecho de tener un sillón en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no respeta, precisamente, las resoluciones de Naciones Unidas. Este doble estándar del Derecho Internacional, este doble estándar tiene que ser revisado. Porque si no, tal vez, les será aplicado en otros ámbitos, en otros lugares y en situaciones bastante más graves y conflictivas de las que hoy vive el mundo.
Por eso tenemos que asentarnos, esencialmente, en el Derecho Internacional, en el reclamo justo y en paz, pero, esencialmente, enfocado a la vigencia del Derecho Internacional. No puede ser que se les reclamen a otros países más débiles, por cuestiones estratégicas de los grandes países desarrollados, el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas en cualquier ámbito y, sin embargo, uno de ellos pueda violarlas sistemáticamente desde 1965 a la fecha. Esas cosas son las que estamos reclamando y vamos a seguir reclamando en todos los frentes. (APLAUSOS)
Que no nos vengan a correr con fantasmas tratando de que los argentinos queremos tomar militarmente las islas. Ridículas. La vieja inteligencia de esa vieja potencia colonial debería entender que esta Presidenta y que esta sociedad, no pueden ser vistas por el mundo ni por nadie, como una amenaza o como un intento de ejercicio miliar.
Al contrario, fueron también, precisamente, millares de jóvenes víctimas de esa misma dictadura que hoy denostan pero que era reconocida por ellos como gobierno ante el mundo, pese a la innumerables denuncias que había desde siempre sobre violaciones a los derechos humanos. (APLAUSOS)
Por eso, en toda nuestra fuerza argumentativa debe estar la convicción y el honor que, además, por ser la sociedad democrática argentina, una sociedad integrada por partidos populares y democráticos, tenemos una autoridad moral, institucional e histórica para hacer este reclamo de respeto a las resoluciones de Naciones Unidas. Y reclamar, sin pausa, una y otra vez, que las cumplan, si es cierto que se quiere un mundo civilizado y en paz.
Nosotros, vamos a tomar todos los instrumentos que nos dan el ordenamiento jurídico internacional y nuestro propio ordenamiento jurídico nacional para llevar adelante esta tarea fundamental que, aunque parezca regional, aunque parezca de la Argentina, trasciende a la Argentina: el lograr vivir en un mundo en el que se respeten los derechos de todos los países, su soberanía, su integridad territorial, su historia, su geografía, sus recursos naturales, renovables y no renovables, porque es un paradigma que va más allá de Malvinas.
Tenemos que tomar entonces a Malvinas, no solamente como una cuestión nacional, debe ser, además, un ejemplo universal del mundo, de la sociedad que queremos. Universalizar la cuestión de Malvinas debe ser, entonces, una de las claves para saber que no es solamente una cuestión caprichosa de un país acerca de su jurisdicción territorial, sino que es también, una visión de toda una sociedad acerca del mundo en que queremos vivir. Y Malvinas está en ese mundo y es una mancha que ese mundo debe curar y borrar y esa mancha la están ejerciendo desde los países centrales. (APLAUSOS)
Por eso también agradecemos desde aquí la solidaridad de nuestros hermanos latinoamericanos sin excepción. Haces unos días cuando visité al Perú, fui también a lavar una mancha con quienes habían ofrecido todo lo que tenían para ayudarnos en esa lucha. Y también creo que han comenzado a interesarse las grandes potencias para ofrecerse como mediadores para lograr que se cumpla esta resolución y que finalmente podamos sentarnos en el marco del Derecho Internacional.
Por eso, hoy, 2 de abril, desde aquí, desde este lugar tan caro, honor y gloria a los que murieron por Malvinas; honor y gloria a la Argentina y honor y gloria a valores universales que deben retornar definitivamente para un mundo mejor.
Muchas gracias, ¡viva la Patria! (APLAUSOS)