Palabras de la Presidenta en el acto de inauguración de la Casa del Bicentenario

PALABRAS DE LA PRESIDENTA CRISTINA FERNANDEZ EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN DE LA CASA DEL BICENTENARIO

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Muy buenas tardes a todos y a todas.

Realmente recorrí íntegramente este espacio, un espacio, diría, inédito en la Ciudad de Buenos Aires.

Quiero agradecer la presencia de José Pepe Num, que fue el mentor de este espacio (APLAUSOS); quiero agradecer también la colaboración del gobierno de España en la presencia de su señor Embajador por la ayuda en la construcción. (APLAUSOS)

Se llama "Casa Nacional del Bicentenario", pero si me permite y dadas las características de cómo se van a desarrollar estos más de 4.000 metros cuadrados, diseñados y pensados para la Argentina del siglo XXI sin lugar a dudas y como no podía ser de otro modo, la primera muestra, porque esto es lo interesante, no va a ser un lugar fijo en el que siempre estén las mismas cosas y en el que se puedan venir a verlas en una actitud de contemplación o de admiración o adoración.

En realidad, lo que provoca este espacio es el debate, la discusión, la reflexión y por eso digo que es un espacio inédito en la Ciudad de Buenos Aires y, como no podía ser de otra manera, el primer objeto de debate, reflexión y discusión, vamos a ser nosotras, las mujeres. (APLAUSOS) Y cuando digo objeto, no es que me equivoque; es que todavía algunos y algunas siguen tratándonos como objetos.

Pero creo que cuando uno termina de recorrer esta muestra y ve la historia de la mujer en la Argentina, su evolución, su participación en la vida cotidiana pero también, esencialmente, en las luchas políticas y sociales de la República Argentina, advierte que, en realidad, tenemos, hemos tenido y vamos a tener, un protagonismo igual al de nuestros compañeros de ruta.

Me estaba adelantando el señor Secretario de Cultura lo que va a ser la segunda muestra, porque en realidad siempre va a haber lugar para discusión, debate y reflexión como yo decía, la segunda muestra que va a tratar sobre los proyectos económicos que ha tenido la República Argentina en estos 200 años de historia.

La propuesta, entonces es, que ese espacio, exquisitamente diseñado, pensado además como una cuestión interactiva entre el que lo visita, sea precisamente un debate sobre los 200 años y, en definitiva, sobre nuestra identidad, sobre nuestra historia, sobre nuestro pasado, presente y futuro.

Algunos dicen que solamente hay que mirar para adelante; yo digo que hay que mirar para adelante, claro, porque si no uno se cae, pero con el espejo retrovisor mirando atrás para, bueno, hacer aprendizaje de lo que pasó, de lo bueno y de lo malo. Y no es que tenga una visión integrista de mi historia, para nada, sino simplemente que creo que una de las características de estos 200 años, es que nunca hemos tenido los argentinos un debate serio y profundo entre nosotros mismos acerca de qué país queremos, en qué sociedad queremos vivir, qué aspiramos a dejarles a nuestros hijos.

Y yo creo, sinceramente, que estos 200 años son una oportunidad, no solamente para conmemorar historias, sino, fundamentalmente, para construir definitivamente una identidad y un proyecto de país y de sociedad en el cual, seguramente, habrá matices, divergencias hasta ideas encontradas, pero creo que deberíamos, tal vez, los argentinos comenzar a ponernos de acuerdo en algunas cuestiones básicas, fundacionales para no seguir siempre discutiendo sobre lo mismo y, tal vez, llevando a cabo esa terrible historia del péndulo que nos hace ir de una lado al otro, casi como una oposición, casi como un antagonismo permanente frente al otro.

Creo sí que es necesario acordar sobre las cuestiones fundacionales de nuestra historia, de nuestro modelo económico, de nuestro modelo político, de nuestro modelo de relacionarnos, de discutir, de debatir, de construir en conjunto; no hace falta que todos pensemos exactamente lo mismo ni provengamos exactamente de los mismos lugares o de las mismas historias para construir un país.

Si uno ve las construcciones de otras sociedades desarrolladas, advierte que han podido construir una identidad nacional desde la diversidad. ¿Y cuál ha sido el punto de inflexión en que una sociedad puede ponerse de acuerdo y en la cual, tal vez, nadie tenga derecho a estar en la vereda de enfrente? Y es cuando se defienden los intereses de la nación y del pueblo para vivir en una sociedad más justa, más equitativa, con mayores grados de igualdad. (APLAUSOS)

Tal vez, podamos tener diferencias en cuanto a cuáles son los métodos, las políticas o los caminos para alcanzarlos, pero el objetivo que nos debe unir debe ser ese, el de la equidad, el de la igualdad de oportunidades que en estos 200 años no les hemos dado a todos los argentinos.

Fíjense que no hablo de igualitarismo porque no somos todos iguales, esta es una cuestión que ya la hemos hecho carne, la hemos metabolizado; el igualitarismo, que alguna vez proclamamos al mundo como una bandera irrenunciable e intransigente tal vez, devino en esto que no es conformismo sino, simplemente, la sensatez de saber que no somos todos iguales pero sí que todos tenemos derecho a tener las mismas oportunidades. Y que quien debe, precisamente, asegurar que todos los argentinos tengan esa igualdad de oportunidades, es el Estado, el Estado que nos representa a todos. (APLAUSOS)

Por eso, la primera pauta fundacional, debe ser admitir el rol constitutivo, fundacional, el rol del Estado en toda sociedad moderna. Digo esto porque parece casi una verdad de Perogrullo, pero hasta hace muy poco tiempo se discutía acerca de cuánto Estado era necesario y cuanto menos Estado parecía ser mejor. Esto, por lo menos, fue la idea que primó y voló sobre esta idea de la globalización que, finalmente, se derrumbó estrepitosamente en el último trimestre del año 2008 y nos enseñó a todos, algunos lo habíamos aprendido antes, no por ser más inteligentes, sino simplemente porque nos habían pasado muchas cosas antes que vivimos antes que el resto del mundo y advertimos, entonces, la necesidad de la presencia de ese Estado que no es omnipotente tampoco, pero que es la garantía imprescindible para que pueda desarrollarse un proceso de justicia, de equidad y de igualdad y, fundamentalmente, de equilibrio en la relación de fuerzas que se desarrollan en una sociedad.

Es absolutamente tramposo dejar librado a las fuerzas del mercado y a las fuerzas de la propia capacidad de cada uno de nosotros como un signo de igualdad de capacidades; al contrario, es simplemente un argumento que encierra, disfraza, oculta las verdaderas intenciones de aquellos que proclaman al mercado como el gran asignador de recursos, el gran mediador.

Por eso creo que este lugar, que hoy venimos a inaugurar, va a tener ese objetivo: no va a ser un museo fijo, va a ser un espacio de debate, un espacio donde vengan a interactuar cada uno de los que lo visiten para, precisamente, reflexionar, pensar y también repensarse uno mismo. Uno siempre se está repensando, en definitiva, nunca tiene la certeza definitiva sobre algo.

En todo caso he aprendido también que las certezas no son definitivas, que lo único definitivo en todo caso es la muerte, pero hoy no estamos para hablar de esas cosas. Hoy estamos en un día de alegría, de compartir y junto a todos ustedes, veo caras muy conocidas de intelectuales, de periodistas, artistas, mis queridas Madres y Abuelas, más Madres y Abuelas que nunca en estos 200 años de historia, quiero decirles a todos en nombre de todos los argentinos, que este Año del Bicentenario, vamos a dar ese debate que lo venimos haciendo y lo vamos a profundizar.

Yo creo en la profundización de la discusión y del debate, que no esconde el conflicto. A ver, en el único lugar donde no hay conflictos es en el cementerio, allí se terminan todos los conflictos, allí están todos tranquilos, allí nadie discute, allí nadie debate. Es un lugar al que ya llegaremos algún día, pero por ahora tenemos intención de seguir discutiendo, debatiendo, viviendo, porque eso es la vida, viviendo. (APLAUSOS)

El desafío de la vida es ese, es repensarse y reflexionar a cada minuto. Por lo menos, así pensamos los que nos incorporamos a la política hace mucho tiempo en este país, nuestro querido país que, bueno, que en estos 200 años parece querer seguir en este proceso de crecimiento económico que hemos vuelto a retomar, hemos logrado sortear ese 2009 que parecía, dado lo que había sucedido y que todavía sucede en algunas partes del mundo, iba a desmoronar la Argentina pero, por suerte, con mucha fortaleza pero con mucha convicción, porque hay cosas que se logran únicamente cuando uno está realmente convencido. Y no es que sea voluntarista, no, también hice aprendizaje sobre esto del voluntarismo, pero sí sigo creyendo firmemente en la voluntad como una capacidad para transformar la realidad que nos circunda y que sigo levantando y reivindicando como uno de los elementos más distintivos de la condición humana: la voluntad de cambiar las cosas, la voluntad de ser parte de un proceso de transformación y cambio del país. Estamos más humildes ahora, ya no estamos para cambiar el mundo, pero sí, por favor, nuestro querido país.

En nombre de todos ustedes, de los que están aquí, de los que no han podido venir porque ya no podrán ir a ningún lado, pero seguramente vibran y piensan en estas paredes, agradezco a todos y cada uno de los hombres y mujeres que han participado en la construcción de este espacio de reflexión, debate, pensamiento, este espacio y pedazo de Argentina.

Muchas gracias y muy buenas tardes a todos y a todas. (APLAUSOS)