Palabras de la presidenta Cristina Fernández durante la cena en Punta Arenas

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, DOCTORA CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, DURANTE LA CENA OFRECIDA EN SU HONOR POR LA SEÑORA PRESIDENTA DE LA REPÚBLICA DE CHILE, MICHELLE BACHELET

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Señora Presidenta, querida amiga Michelle Bachelet; señor Cardenal, Arzobispo de la ciudad de San Pablo, de la hermana República del Brasil, en representación de Su Santidad; amigos y amigas: realmente yo quiero recordar estos 30 años hablando del presente y del futuro, que es la mejor manera de recordar y de rendir homenaje a lo que recién hablaba Michelle y que es la historia de los hombres y mujeres -los hombres más famosos, las mujeres más anónimas- que construyeron la independencia de nuestros países hace 200 años. Éramos muy anónimas las mujeres en aquella época, ahora somos más visibles afortunadamente y cada vez lo vamos a ser más. Así que, a prepararse todos, por favor. (APLAUSOS)

Quiero rescatar realmente el tema de aquella gesta, de aquella independencia.

Hoy estamos, tal vez, ante las necesidades de una segunda independencia, que tiene en común con aquella la necesidad de construir nuestra propia identidad como región y tomar el ejemplo de los Libertadores que no reconocieron fronteras a la hora de ofrecer su vida por la libertad de los pueblos.

Yo creo que este es el dato más distintivo de hombres como San Martín, como O'Higgins o como Bolívar, hombres que concibieron a nuestra región, no como una suma de diferentes identidades, sino como una integración que en sí misma se potenciaba y que era necesario defender a toda costa.

A esos patriotas, muchas veces la historia oficial los muestra como seres puros, etéreos, casi de mármol con el objetivo de hacernos pensar que entonces es imposible ser como ellos y reproducir las gestas y las acciones que ellos tuvieron para liberar a sus pueblos de lo que era en aquel momento el yugo colonial. Tal vez tenga también la secreta intención muchas veces de querer convencernos a nosotros, los gobernantes, que transformar la realidad y cambiar la vida de los hombres y mujeres que han confiado en nosotros a través del voto popular, suele ser una tarea ímproba e imposible de realizar en un mundo en donde ya todo está escrito con reglas rígidas.

La realidad actual, tan impensada, tan derribadora de paradigmas que muchos creían sacralizados, nos enseña que ninguna gesta es imposible y que no hay nada absolutamente centralizado, que está en todos y cada uno de nosotros, en quienes tenemos responsabilidades políticas al frente de nuestras sociedades, en quienes tienen responsabilidades sociales al frente de sus empresas, en quienes tienen responsabilidades en sus sindicatos, en las organizaciones no gubernamentales, no hay lugar ni espacio en el que no haya una necesidad de responsabilidad patriótica para defender los intereses del pueblo y también defender los intereses de la región que no son diferentes, sino que por el contrario, se reconocen en cada uno. Además, sabiendo que, precisamente, los desafíos del futuro van a estar allí, en lograr justicia y equidad para nuestras sociedades y también la defensa de nuestra región, de nuestros recursos y de nuestras posibilidades.

Somos, afortunadamente, una región en la cual no hay diferencias étnicas ni enfrentamientos religiosos ni planteos tan terribles como los que observamos en otras desoladoras regiones del mundo donde vemos enfrentarse a la gente porque se reza a un dios o a otro. Esto significa, además, una ventaja junto con nuestros recursos naturales y nuestros recursos humanos.

Está en nosotros, entonces, hombres y mujeres de la región, aprovechar esta oportunidad histórica, no para hacer lo que otros hicieron con nosotros hace 500 años cuando nos colonizaron, sino para contribuir con justicia, con equidad, con ideas claras pero, fundamentalmente, con ejemplos de que un mundo diferente no solo es necesario, sino que además es posible y que es posible porque depende de la acción de todos y cada uno de nosotros.
Yo quiero brindar por la hermana República de Chile, por su pueblo y por su querida Presidenta, mi amiga Michelle Bachelet; por todos y cada uno de los que estamos hoy aquí compartiendo este momento y, fundamentalmente, por la voluntad y la convicción que debemos poner en todas nuestras acciones por más pequeñas y chiquitas que parezcan, para vivir en ese mundo mejor que soñamos desde muy jóvenes y que, pese a las transformaciones y modificaciones que hemos tenido con el paso de los años, sigamos deseándolo con la misma voluntad y con la misma fuerza que cuando teníamos 20 años.

Muchas gracias, y por la República Argentina y por la República de Chile, ¡salud!