Señora vicejefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; oficiales; suboficiales; madres; esposas; hijos; hermanos de policías caídos en servicio, permítanme decirles que es muy difícil hablar frente al dolor.

En pocas profesiones la vocación está tan unida al deber y muchas veces el cumplimiento de ese deber trae dolor y trae tragedia.

Un médico que tiene una vocación tiene como deber atender al enfermo, curarlo y sanarlo, pero un policía que tiene la vocación, que es su profundo deseo de servir al prójimo, también muchas veces en el cumplimiento de ese deber entrega lo más que una persona puede entregar que es su propia vida en beneficio del otro, para cuidar al otro, para cuidar al prójimo, para hacerse cargo de su vocación frente a la sociedad.

Y en una sociedad y en un mundo, como recién decía el señor jefe de la Policía Federal cada vez más complejo, más terrible, más cambiante en las nuevas formas delictivas, que muchas veces limitan las posibilidades de combate, que muchas veces las neutralizan, sé que ustedes sienten la angustia y el dolor del ser que han perdido y, frente a eso, no hay palabras, no hay consuelo y no hay reparación posible. La vida del esposo, del hijo, del hermano no tiene sustitución, más allá de las cosas materiales que alguien pueda recibir.

Hay algo que es irreparable que es la pérdida del ser querido, pero también junto a ese dolor está el recuerdo que acompaña con honor a la memoria de los caídos.

Junto al dolor el honor de saber que el hombre o la mujer que fue nuestro familiar, que fue nuestro hijo, nuestro esposo, nuestro hermano, ha caído en cumplimiento del deber haciendo honor a su vocación y a su vida.

Sé que tal vez no sea suficiente, pero quiero decirles a ustedes, familiares de los caídos en servicio, en mi carácter de presidenta de la República Argentina, en nombre de todos los argentinos, gracias. Y junto al dolor, respeto y honor de todos los argentinos junto a ustedes.

Muchas gracias y buenos días. (APLAUSOS)