Muchas gracias señor Alcalde de la Ciudad San Francisco de Quito, General Paco Moncayo; señoras, señores; hermanas, hermanos quiteños y ecuatorianos: quiero, en primer término, agradecer esta inmensa distinción, que acabo de recibir y también este ámbito, en el cual se me confieren las Llaves de la Ciudad y este diploma, que por primera vez se abre a una ceremonia de este tipo, un lugar que no solamente representa una joya de la arquitectura del barroco español, sino esencialmente para de la historia de Latinoamérica, parte de la historia de la Compañía de Jesús.
Quiero, también, solidarizarme muy especialmente con los familiares de las victimas de los hechos, que tuvieron lugar el pasado día sábado, una tragedia que ha enlutado a todo el pueblo quiteño y que, en cierta medida, tambièn, nos hermana porque se parece casi más que con similitud en forma idéntica a otra tragedia que sufrimos los argentinos, también en la capital de nuestro país, cuando sucedió la tragedia de Cromañón: exactamente el mismo ámbito, jóvenes en un concierto, bengalas, la tragedia, el dolor.
Tenga en su persona, señor Alcalde, la solidaridad de todos los argentinos, que no es una solidaridad declamada, sino que proviene de la sinceridad de haber sufrido el mismo dolor y las mismas perdidas.
Quiero agradecerle, también, señor Alcalde, el casi personal seguimiento, que ha hecho de mi actividad, a partir de que estuve aquí, junto a usted, aquel 23 de marzo, en donde le dije a todos los quiteños y quiteñas que realmente iban a tener una representante de esta maravillosa ciudad.
Y quiero decirle que hoy, que he retornado, no ya como Senadora de la Nación, sino como Presidenta de todos los argentinos, elegida constitucionalmente por el voto mayoritario de mi pueblo, el 28 de octubre, vengo a hacerme cargo de aquella promesa de unidad latinoamericana y de profundización de los lazos que nos hermanan. Hoy he encabezado esta visita para, junto al Gobierno Nacional, en forma conjunta, emprender argentinos y ecuatorianos, la obra hidroeléctrica y energética más importante de toda la historia de Ecuador.
Esto va a significar un posicionamiento del Ecuador, en materia de productor de energía más que importante, va a significar un ahorro para sus cuentas públicas, que seguramente podrá ser volcado en una mejor distribución del ingreso, a través de los mejores servicios de educación, de salud, de seguridad y de justicia. Porque sé el compromiso del Presidente del Ecuador con estos principios, que son los míos y que son los suyos también Alcalde: una mejor distribución del ingreso, la gran batalla que tenemos que dar en todos y cada uno de los lugares de Latinoamérica.
Lo decíamos aquí, en Quito, como usted bien lo recordaba, el pasado 23 de marzo. No somos el continente más pobre, pero si el más injusto, el más inequitativo. Y en dar batalla contra esa inequidad, en dar combate contra esa desigualdad está la clave de los gobiernos de la época y está la clave también de la demanda de la sociedad.
No es casualidad la aparición, el surgimiento, el apoyo por parte de las sociedades a Gobiernos, surgidos por los votos populares, claramente identificados con una forma de interpretar, de sentir, de ver y sufrir, junto a su pueblo, las necesidades que estos tienen. Es la historia de Latinoamérica, que, por fin, parece haberse decidido a ser ella misma. Porque como lo recordaba hoy en el Palacio de Gobierno, durante mucho tiempo, durante centurias, nuestras élites gobernantes estuvieron siempre tratando de parecerse a otros, siempre con la mirada puesta fuera del país y muchos, inclusive, viviendo fuera de él mientras se extraían las riquezas de aquí, del país, de la región.
Digo, entonces, que ha llegado la hora de mirarnos a nosotros mismos, no para negarnos a los demás, sino porque nadie puede integrarse al mundo si previamente no se ha integrado en su propia sociedad y con todos los estamentos de esa sociedad.
En ese compromiso de integración regional, en ese compromiso de inclusión social, en ese compromiso de democratización que debemos llevar a todas las actividades y a todos los rincones está nuestro accionar, porque democracia no es solamente emitir un voto cada dos o cuatro años, sino que democracia es permitir que todos puedan acceder a los servicios de seguridad, de salud, de educación, que todos puedan tener la esperanza del progreso en sus vidas, una movilidad social ascendente que fue lo que caracterizó al espacio político en el cual milito desde muy joven y que permitió, por ejemplo, que quien hoy les habla, hija de trabajadores, pudiera acceder a la universidad y pudiera ser hoy Presidenta de la República. Esto era impensable en la Latinoamérica donde se consagraban únicamente las élites y donde, además, cuando no lograban consagrarse por el voto popular, recurrían al golpe militar.
Esta es la historia trágica de Latinoamérica que había que revertir y en este compromiso, general, sé que está usted como alcalde de esta ciudad y sé que está también el presidente Rafael Correa porque sé del compromiso de ambos en construir un Ecuador distinto en una Latinoamérica también distinta.
A poco más de un año de aquel 23 de marzo, vengo aquí a reafirmar ese compromiso, no con discursos, como lo dije hoy por la mañana, sino que venimos en una diplomacia diferente que deja lo meramente declarativo o lo gestual para ingresar decididamente en la construcción, en los hechos y en los conceptos que es lo que son, en definitiva, transformadores de la realidad, porque de eso, en definitiva, se trata la política: intervenir en la realidad para transformarla, porque no estamos de acuerdo con ella, porque nos parece injusta, porque nos parece inequitativa.
Por eso, general, agradezco enormemente la entrega de las Llaves de la Ciudad y llamo a todos, ecuatorianos y latinoamericanos, a un compromiso diferente, no solamente con la Patria, sino también con nuestros semejantes.
Siempre cada uno de nosotros piensa que tal vez está en el lugar que no debiera o que tal vez sería otro el lugar que le correspondería o que tal vez hubiera merecido otras cuestiones, pero cuando mira al costado y muchas veces cuando miramos atrás, vemos a los que todavía no han recibido nada de nada, ni un trabajo, ni educación, ni casa, ni justicia. Y, entonces, en ese mirar atrás y al costado, debe estar el entender, definitivamente, que no hay posibilidad de construir presente ni futuro si no lo hacemos en conjunto con todos los hombres y mujeres que habitan nuestros países.
Muchas gracias, general, muchas gracias quiteños y quiteñas y siempre y como siempre, mi corazón junto a ustedes.
Gracias. (APLAUSOS)